Introducción: La etapa más bonita de los Caminos de Santiago
Cuando se hacen encuestas de este tipo uno ya desconfía por principio, pensando en la metodología empleada y, sobre todo, en quién la promueve y quién participa. Así, por ejemplo, si consultamos la lista de los destinos turísticos más valorados de Europa que cada año publica Tripadvisor (premios Travellers), entre ellos nunca fallan los más frecuentados: Londres, París, Roma, Barcelona, Estambul, Praga, Florencia, Amsterdam, Venecia, Budapest, Berlín y ciertas islas como Mallorca, Santorini, Tenerife, Creta, Córcega, Madeira o Malta. Se trata, en su mayoría, de destinos bien comunicados y que figuran en todos los paquetes de las agencias de viajes. Por lo tanto, solo se valora lo que se conoce, y aquí entramos en la órbita del turismo de masas.
En el Camino de Santiago ocurre tres cuartos de lo mismo cada vez que sale una valoración, son muchas las publicadas en revistas o internet, o cuando se deja que el público hable. Como el 50% de los supuestos peregrinos no pisan nada fuera de Galicia, la mayoría solo hablan de Galicia, y así se entiende que las etapas más bonitas sean, cómo no, las gallegas, y además en los 100 últimos kilómetros.
Una encuesta de este género, para vergüenza de quien conozca mínimamente los caminos de largo recorrido al menos en España y Portugal, fue publicada por La Voz de Galicia en 2018. Su fuente: preguntar a los peregrinos que llegaban a la plaza del Obradoiro en pleno agosto, ya me diréis.
Resultado: la etapa más bonita era Portomarín-Arzúa [sic], que por lo general son dos, por los muchos árboles, naturaleza, verde... Pisándole los talones otra peculiar doble etapa, Pontevedra-Padrón, de nuevo por los paisajes, pueblos, la ciudad de Pontevedra y hasta los pimientos de Herbón, fuera del país más conocidos como de Padrón.
Pues bien, aún sin dudar de las bondades de estos tramos, nos tememos que el efecto llamada de estas encuestas provocará una falsa impresión, por no decir directamente engañifa, en el lector no iniciado, al trasladar una información que parece salida de aquella parábola india de los seis sabios ciegos y el elefante, en la cual cada uno de ellos describía al bicho en función de la parte de su cuerpo que tocaba. Aquí también hablamos de ciegos, o de peregrinos que tocan de oído, que creen conocer el Camino por haber estado en él cuatro o cinco días, y con esos mimbres se trenza una pseudo encuesta sin contrapesos ni filtros.
Cuando nos han pedido, senderistas más que peregrinos, para que les recomendemos la etapa más hermosa de uno u otro itinerario, solemos responder que la belleza de las etapas es algo muy subjetivo, y que no se trata de algo estático, sino que depende de diversos factores: estacionalidad, tiempo, formación socio-cultural del que la recorre y aprecia, y hasta de su estado de ánimo. El verde o el bosque no siempre tienen porque ser la panacea, y de pueblos bonitos o feos se puede hablar valorando su monumentalidad, armonía, conservación del patrimonio, arquitectura, parques, pero no desde las entrañas de un usuario, cuyos gustos no tienen por qué ser estándares.
Además, dado que la mayoría de peregrinos proceden de un entorno urbano, y en parte desean huir de él durante las vacaciones, es lógico que lo que se viene con ligereza denominando «la naturaleza», que en realidad es más bien una alusión al paisaje con criterios interpretativos románticos, sea un factor clave a la hora de entender la belleza. En realidad, naturaleza salvaje hay poca en el Camino de Santiago, a no ser cuando atraviesa algunas áreas naturales protegidas bajo diversas figuras legales, desde el Monumento Natural hasta el Parque Nacional, su máxima expresión, pasando por los LIC y otras figuras más laxas como las Reservas de la Biosfera de la Unesco.
Lo que predomina en los itinerarios peninsulares son los paisajes humanizados, en mayor o menor medida, tanto a través de la edificación como de los aprovechamientos agrarios, ganaderos o forestales. El último caso es curioso, pues en ocasiones se llama «bosque» a lo que en realidad son aprovechamientos silvícolas, con los árboles en perfecta formación y creciendo bajo control hasta el día de la tala.
También suele suceder que valoremos en mayor medida lo que no poseemos o resulta grandioso, y aquí entran de lleno dos elementos con gran poder de seducción: en primer lugar, la montaña, que además de constituir un reto para el caminante nos empequeñece y asombra; y por otra parte el mar, en mayor medida si es bravo, y de ahí el éxito de las rutas costeras atlánticas. Hay mucha literatura al respecto, por lo que obviamos más comentarios.
Por lo tanto, múltiples factores entran en juego cuando entramos en el subjetivo campo de la estética, donde los cánones de belleza dependen mucho de cada persona, de su bagaje cultural y como viajero, de sus filias y fobias, y también de la experiencia momentánea, pues un delicioso hayedo otoñal bajo un aguacero puede acabar perdiendo por completo su capacidad de atracción. A lo anterior habría que sumar otras cuestiones como las expectativas generadas, el tipo de firme de la etapa, los servicios existentes, el trato recibido, etc.
Es cierto que hay etapas, tramos o visiones más generales sobre los caminos reconocidos por la mayoría: cruzar los Pirineos, los bosques navarros, los viñedos riojanos, los campos de Castilla en primavera, las montañas de León u O Cebreiro, los bosques autóctonos gallegos, los paisajes costeros del Camino Norte, los de montaña del Primitivo, las dehesas de la Vía de la Plata, las lezirias do Tejo en el Camino Portugués, la llegada al mar en Fisterra y Muxía, las Rías Baixas desde el Camino Portugués, las Altas desde el Camino Inglés, todo ello con el complemento de un buen número de poblaciones pintorescas, y de los conjuntos-históricos.
Pues bien, al igual que los narradores del Decamerón, o de los románticos Lord Byron, Mary y Percy Shelley y John Polidori en 1816, vamos a olvidarnos por un tiempo del Covid-19 y a centrarnos en nuestros recuerdos de la peregrinación intentando proponer, en una exposición sin la más mínima voluntad estadística, cuáles son las etapas más bonitas, y por qué, de los principales Caminos de Santiago en la Península Ibérica. La próxima semana comenzaremos con el Camino Francés, incluidos los ramales aragonés y navarro desde Oloron-Sainte-Marie y Saint-Jean-Pied-de-Port, y la prolongación a Fisterra y Muxía. ¡No dejéis de participar enviando vuestras candidatas, a poder ser con algún comentario!
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