![De camino a Souraïde, Camino de Baztan De camino a Souraïde, Camino de Baztan](https://www.gronze.com/sites/default/files/styles/width_800/public/media/2021/03/souraide6.jpg?itok=DFavnI3_×tamp=1616589331)
Peregrinos repetidores: ¿Pasión o cautiverio?
Cómo contarle a nadie lo que sentimos
cuando llega el momento de ir al Camino.
No entenderían, no entenderían,
cómo puede sentirse tanta alegría.
(José María Maldonado, «Mañana luminosa», Interludio jacobeo, 2007)
No vamos a hablar hoy de los estudiantes que suspenden los exámenes y se ven obligados a acudir a la repesca, e incluso a repetir curso, sino de algo bastante más gozoso. Dada la época de consumo desaforado que nos ha tocado vivir, donde el refrán de que en la variedad está el buen gusto parece haber triunfado sin objeciones, puede resultar hasta cierto punto incomprensible que haya personas que una y otra vez, con empecinamiento, hagan el Camino de Santiago. ¿Es que se han vuelto locos, o tan cortitos son que no saben salir de ahí?, dicen algunos desde afuera, ¿qué pasa con esos peregrinos atrapados en una experiencia que se repite una y otra vez como en El Día de la Marmota?
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![De camino a Souraïde, Camino de Baztan De camino a Souraïde, Camino de Baztan](https://www.gronze.com/sites/default/files/styles/width_800/public/media/2021/03/souraide6.jpg?itok=DFavnI3_×tamp=1616589331)
Resolver el dilema de esta clase de «repetidores» no es sencillo a priori. El espectro de las motivaciones peregrinas, generado por sentimientos que no siempre responden a la lógica, no es fácil de abordar ni de cuantificar. Pese a ello vamos a intentar establecer algunas pautas de comportamiento, por más que no se trate más que de impresiones, fruto de charlas con otros peregrinos, hospitaleros o miembros de asociaciones jacobeas, a través de las que proponer algunas tipologías.
A nadie escapa que en el ambiente están las causas, y todos los que hemos hecho varias veces el Camino podemos relatar nuestra experiencia particular. Se suele decir que «el Camino engancha», que es adictivo, y también conocemos el arquetipo del coleccionista de itinerarios, que en ocasiones responde a intereses muy diversos a los del peregrino tradicional.
Ahora mismo acaba de ser publicado un libro de Sergio Fernández Tolosa (Caminos de Santiago, 25 rutas jacobeas) que, sintetizando algunas de las rutas que ya ofrece Gronze en detalle, contribuye a transmitir una idea más propia de una agencia de viajes. Los caminos de Santiago, planteados como itinerarios de senderismo bien organizados y baratos, son muy variados, y sin salir de ellos te puedes recorrer la península ibérica de cabo a rabo en función de tus intereses: comenzando en tu casa, por las montañas, junto al mar, con más o menos gente, por rutas mozárabes o románicas, con más o menos dificultades orográficas… Del mismo modo que en el bazar de la oferta comercial, todos podemos encontrar la ruta que mejor se adapta a nuestros deseos, y esto, por supuesto, es lo más importante para ser feliz y dichoso.
En su introducción, bajo el título “Repetir o coleccionar”, expresa lo siguiente: «Los hay [peregrinos] que son incondicionales de una única ruta, que repiten siempre que tienen ocasión. Otros, en cambio, prefieren coleccionarlas y contar sus vivencias en blogs…»
Huelga decir que, porque la promoción y la forma de vender las cosas responde a intereses concretos (de asociaciones, administraciones públicas o empresas privadas), hoy se tiende a consumir el Camino parcelado, sea en tramos o en variantes y ramales que cuando confluyen con una vía conocida se abandonan. Por ejemplo, muchos dicen que van a hacer el Camino Aragonés de Santiago, pero solo hasta Puente la Reina, o el Camino de Madrid concluyendo en Sahagún, y el 90% de franceses finalizan la ruta de Le Puy en Saint-Jean-Pied-de-Port. Pero ¿tiene algún sentido hacer el Camino de Santiago sin Compostela? Tal vez el mismo sentido que decir lo contrario, o sea, que basta con pisar Galicia para hacer el Camino (el Inglés, sí).
Por lo tanto, ya tenemos definidos dos grandes campos, que son el del repetidor no solo de la experiencia, sino del itinerario y hasta del mes o la estación, que quizá busca la seguridad en un terreno ya trillado (más vale bueno conocido que arriesgarse), y el del coleccionista, que gusta de probar nuevos Caminos, cuantos más mejor. Además de las dos categorías, en función de la intensidad vamos a intentar definir otras, por ejemplo:
1. Consumo experiencial en el Camino. Responde a un hecho insoslayable, y es el grado de satisfacción que se ha obtenido a lo largo del viaje, algo que tiene que ocurrir la primera vez, pues de otro modo se renegaría de él. Si en sucesivas pruebas se confirman las vivencias positivas, superando con éxito los contratiempos y extrayendo lecciones de ellos, uno ya estará predispuesto a dejarse engullir en el futuro por ese halo romántico del Camino, que tanto debe al encuentro con los demás y estimula la superación personal.
2. Inoculado el bendito virus, o la droga de la jacobeína, surge la adicción, pues ya hemos descubierto que en el Camino se pueden vivir situaciones que no se suelen obtener en otro tipo de viajes. En la jerga coloquial interna esta «adicción» es algo positivo, y no un vicio que la voluntad no pueda frenar y que nos domina invariablemente.
La adicción en sentido negativo, que también está presente, sería la de aquellos que ya son incapaces de disfrutar de otro tipo de viaje que no sea el Camino, o que se ven atrapados en él en permanente actitud de búsqueda, como los que recurren compulsivamente a un juego de azar tengan o no éxito, aplicando esa receta posibilista de que si a otros les ha resuelto la vida el peregrinar, ¿por qué no a mí?, y así permanecen en el bucle del ratón en la noria, sin salida posible ni solución aparente.
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![Un grupo de peregrinos de camino a la catedral de Santiago de Compostela Un grupo de peregrinos de camino a la catedral de Santiago de Compostela](https://www.gronze.com/sites/default/files/styles/width_800/public/media/2024/08/santiago5.jpg?itok=hwNlsjiA×tamp=1727861674)
3. Percibimos, también, una atracción global del Camino ya no solo como peregrinos, sino desde diferentes ámbitos, lo que podríamos describir como Caminoafición. Aquí estamos, posiblemente, la mayoría de los Amigos del Camino, que además de peregrinar todo lo que podemos participamos de las asociaciones jacobeas, la hospitalidad, la lectura temática, el intercambio de experiencias en las redes, la investigación, la divulgación, etc.
El campo del Camino-pasión puede haber nacido, sin embargo, no solo de la experiencia peregrinatoria, sino del interés por la historia y arte del Camino, sus leyendas y literatura, la defensa del patrimonio, etc.
4. Más allá de percepciones emocionales, hay también repetidores pragmáticos que fundamentan su regreso con argumentos racionales: ¿dónde vas a encontrar por este precio una ruta tan bien organizada, con gente de diferentes países, donde es tan fácil relacionarse y ligar, en la que la mayoría del personal es amable y solidario, donde te pones fuerte haciendo ejercicio al aire libre, se te pasan las penas, etc? Sin duda hay un segmento, no pequeño entre los reincidentes, que se mueve por estos conceptos.
5. Como evolución radical del anterior planteamiento puede surgir, por cierto, nada nuevo bajo el sol, la picaresca. Un grupo minoritario pero recurrente y no desdeñable es el de quienes han hecho del peregrinaje un oficio, pues siempre sabrán encontrar la sopa boba y engatusarán con habilidad a otros peregrinos y hospitaleros para deambular por la ruta beneficiándose de ellos. Nada que no se sepa.
6. Y como todas las adicciones pueden llegar a ser crónicas, también el peregrinaje puede acabar convirtiéndose en una enfermedad. Es lo que podríamos calificar como Caminitis aguda, síndrome cuyo trastorno más evidente es el de quedarse atrapado permanentemente en la ruta. La patología ya no es la del repetidor más o menos compulsivo, sino la de quien ya no tiene otra vida que no sea el Camino, y vive en él enlazando rutas y actividades, rompiendo incluso puentes con su vida anterior. Este tipo puede representar un estado de huida de la realidad, hacia una suerte de ensoñación más evasiva que comprometida, un plácido deambular por la utopía.
Por lo tanto, y aunque el campo está abierto a lo que cualquiera quiera añadir, todos los repetidores, sean cuales fueren los motivos que nos impulsan, y el grado en el que los sentimos, agradecemos la existencia del Camino por ayudarnos a vivir en mayor plenitud y disfrutar una y otra vez en un escenario en el que siempre hay variaciones. Quizá, ¡repetimos!, tiene razón Maldonado cuando dice que «yendo a Santiago me siento importante, porque sé lo que busco yo».
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