Puri: Acogida calurosa en Olveiroa

Estamos en el Camino de Fisterra y Muxía, cerca ya de contemplar el océano, los míticos promontorios de la Costa da Morte, en una aldea llamada Olveiroa, cuyo patrón es además Santiago, bien conocida por los peregrinos de este itinerario por ser fin habitual de la segunda y larga etapa desde Negreira, 34 km, ahí es nada. En este lugar, desde 2001 funciona el albergue público, municipal pero inscrito en la red del Xacobeo, y desde enero de 2002 lo atiende Purificación Carreira Santos (1965), para los peregrinos Puri, nacida a un paso de donde trabaja.

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Puri, hospitalera del albergue de Olveiroa, rodeada de peregrinos
Puri, hospitalera del albergue de Olveiroa, rodeada de peregrinos

Puri ha vivido en primera persona la profunda y reciente transformación de Olveiroa, del languidecer de un núcleo tradicional de ganaderos al renacimiento del Camino, ¿Una historia con un resultado feliz?

Es verdad que todo era antes muy precario, pero tenía el encanto de la vida rural tradicional, con las rutinas diarias, las vacas. Al principio los vecinos desconfiaban de los primeros peregrinos que pasaban y pedían un sitio para dormir, en un pajar o donde fuera. Luego fueron a más, y Olveiroa se transformó. Es cierto que el pueblo está arreglado, muy cuidado, con flores, murales, es un motivo de orgullo para todos, lleno de gente de Semana Santa a octubre, pero sigue habiendo gente de aquí trabajando en el País Vasco, y los jóvenes no tienen futuro, porque sólo funciona la hostelería en temporada, con pocos empleados, en invierno no hay vida. No es oro todo lo que reluce.

Bueno, los gallegos siempre somos un poco pesimistas. Pero en ocasiones he llegado a comparar a Olveiroa con O Cebreiro, en el Camino Francés, y hasta desde la Universidad de Illinois han hecho una tesis de antropología sobre el impacto del Camino en la localidad, considerando que se trata de un caso paradigmático (Cristina Sánchez-Carretero, ed, Heritage, Pilgrimage and the Camino to Finisterre, 2015). Tenéis albergue público, uno privado con pensión, bar, restaurante y mini-tienda, otra pensión con restaurante con proyecto para ampliar, otro bar, e incluso otro par de albergues que operan sin licencia…

Es verdad que todo ha cambiado gracias, hay que decirlo, al esfuerzo de unas cuantas personas de la Asociación Galega de Amigos do Camiño de Santiago, que apostaron por recuperar este Camino, y del ayuntamiento, que pronto entendió que tendría futuro aquel entusiasmo inicial. Gracias a la asociación yo tengo ahora este trabajo, porque aquí, sin ese empuje, no hubiera surgido nada. Siempre recuerdo aquellos tiempos iniciales, en los años 90, cuando nos reuníamos en torno a una mesa con música, con los peregrinos que estaban aquel día, era mágico. Pero como decía antes, no hay que deslumbrarse por los avances de negocios y materiales, sigue faltando una tienda o supermercado, porque nadie quiere trabajar con un pequeño margen de beneficio, todos prefieren imitar al vecino que ha tenido éxito en la hostelería y seguir sus pasos.

Atender un albergue en el Camino de Santiago a Fisterra y Muxía no es lo mismo que estar en el meollo del Camino Francés o a las puertas de Santiago, pero ¿puede llegar a ser igualmente agobiante?

Desde luego, hay de todo, aunque los peregrinos siguen mereciendo toda la atención. En cualquier caso las cosas han cambiado mucho, y se nota que existe una división entre el peregrino más tradicional o “auténtico” y los nuevos, que son turistas. Muchos peregrinos veteranos, de los que repiten una y otra vez, se paran a saludar, y entre ellos se suele constatar la decepción que les provoca el Camino actual. Si esto no se controla, como dicen algunos, la gallina de los huevos de oro va a morir.

¿Cuál ha sido el día de máximo aforo?

Este verano fue, algunos días, demasiado. Ahí atrás por la Xunqueira [fiestas de Cee, 14-16 de agosto] nos sentíamos impotentes. Teníamos nuestras 40 plazas completas, y también llenos los privados, y los que llegaban venían a pedir auxilio aquí, e intentábamos colocarlos como podíamos, y otros seguían a O Logoso, también lleno, o a Dumbría, e incluso se quedaron a dormir bajo un cubierto, como se hacía en el pasado. Es un problema que va a más.

¿Ha habido algún mal rollo durante esos días?

Bueno, nunca se ha llegado a problemas de orden público, con protestas organizadas por peregrinos como en otros sitios [le cito O Cebreiro o Arzúa años atrás]. Aquí, más bien, nos han agradecido mucho la ayuda con abrazos.

El albergue público de Olveiroa es como una instalación de cuento, con sus cuatro casitas, la oficina y la sala de lectura, la cocina independiente, la zona para bicis, lo que se dice una cucada. A pesar de todo he leído alguna crítica demoledora ¿nunca se está contento con lo que se ofrece, máxime cuando sólo hay que pagar 6 euros por pasar aquí la noche?

El albergue es de foto, muy bonito, pero pasa lo mismo que con la aldea. Sabes que por dentro está un poco anticuado, y el principal defecto es que sólo tiene tres duchas para cuarenta peregrinos, y están todas en uno de los edificios, por lo que los que duermen en otros tienen que cruzar la calle con la toalla y ya te imaginas el número. Cuando hicieron las reformas tenían que haber puesto sanitarios en cada uno de ellos. Y lo mismo pasa con la cocina, está en un edificio aparte de los dormitorios.

¿Satisfecha del trabajo realizado? ¿Hubo un tiempo en que todo era más placentero, y los peregrinos de otro tipo humano?

La experiencia personal es positiva, aunque siempre hay algún encontronazo con algún peregrino, pero es raro, y el verano agota mucho. Faltaría apoyo, aunque el auxilio familiar es importante. En el invierno se va descansando.

En cuanto a los peregrinos, yo no acabo de tragar que lleguen de Correos o las empresas de transporte esos enormes maletones, no me encaja en mi modo de entender el Camino que la mochila, que es parte del Camino, haya dado paso a estos equipajes más propios para otro tipo de viaje. Lo podría resumir con dos ejemplos: en 2002 la gente venía al refugio, que era modesto, con humildad, no pedía nada, entregaba un donativo, compartía con los demás la comida, todos se juntaban a charlar, se hacían amigos; ahora, llegan los peregrinos y no hablan con nadie, van a comer al restaurante a su bola, vuelven luego y no se unen en la sala de lectura, nadie habla con nadie, todos están enchufados al wifi, al Whatsapp, a Facebook, y yo alucino desde la pequeña recepción que tenemos observándolos. A este paso ya no podrás ni aprender inglés en el Camino.

¿Sois los hospitaleros, máxime en un albergue público, los buenos o los malos de la película? ¿No estáis sometidos a una excesiva presión por parte de los peregrinos, la administración responsable, Turismo, las críticas de internet…? Aunque a veces, aquí mismo en Gronze, se pueden leer cosas tan bonitas como que “la señora Puri es una hospitalera en cuerpo y alma”.

Hay gente muy agradecida, es verdad, pero también los super-críticos. En un mismo día llegaron dos peregrinos, y uno escribió que aquí no había nadie y que no había cocina, y el otro que el albergue estaba muy bien, con buena atención, y con enorme cocina [evidentemente hay cocina], ya me contarás…

Los hospitaleros tenemos que estar preparados para aceptar las críticas.

¿Cómo ves el futuro del Camino a Fisterra y Muxía? ¿Acabaremos agobiados por la masificación?

Mira, como dijo un hospitalero veterano que pasó por aquí en temporada baja, los peregrinos auténticos ya sólo son los del invierno, también en esta ruta. Seguro que va a seguir aumentando el número, pero ya no serán peregrinos como los que conocíamos.

¿Te ves como hospitalera perpetua de Olveiroa?

A lo mejor debería haber tenido un albergue propio, o una pequeña pensión, para llevarla en plan familiar, no lo descarto. En cuanto al albergue, me quedo con las pequeñas historias emotivas, y el enfado se me esfuma enseguida cuando voy al albergue y recibo a los peregrinos. Recuerdo, por ejemplo, a un peregrino fotógrafo de Barcelona, con una traqueotomía, que venía todos los años, y al regresar a su ciudad me enviaba, cada año, una foto; las tengo todas enmarcadas en el salón de casa, y desde que falleció aún las valoro más. Estas historias humanas de amistad son las que valen la pena y te hacen olvidar los malos momentos.

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador