Etapa 2: Souraïde - Amaiur/Maya | Al Loro

Distancia: 
20,8 km
Duración: 
6 h 15 min
Dificultad: 
3
Paisaje: 
4

Los dos itinerarios alternativos, desde Souraïde o desde Espelette, confluyen en el Col de Pinodieta; aquí nuestro camino se cruza con la carretera D20 y con otra ruta jacobea, también señalizada con postes y flechas: es la Voie Nive-Bidassoa, que une Saint-Jean-Pied-de-Port con la costa, en dirección a Hendaya e Irún. Nosotros debemos continuar hacia el sur por la Voie du Bastan, tomando una pista en ascenso.

Durante el recorrido encontraremos múltiples servicios en Ainhoa y Dantxarinea (ojo, pues no hallaremos más tiendas hasta Elizondo, en el ecuador de la etapa siguiente); en Urdax no hay comercios, pero sí dos restaurantes y un bar (cierran los lunes); en Amaiur tampoco hay tiendas, pero disponemos de bar-restaurante en un hotel (tienen menú al mediodía).

Tras superar el Col de Pinodieta nuestra ruta continúa en ascenso hacia un collado donde a menudo pueden verse cabras y buitres entre las peñas. Desde allí, si el día es claro, distinguiremos al fondo el monte Larrún (La Rhune en francés), de 905 metros de altitud; lo reconoceréis por su cima achatada y las antenas instaladas en ella.

Resulta chocante cruzar el antiguo paso fronterizo entre Francia y España, abandonado desde 1995, año en que entró en vigor el Tratado de Schengen; una vez en el lado español avanzaremos junto a numerosos supermercados, gasolineras y ventas al pie de la carretera nacional… cuyos clientes son mayoritariamente franceses.

A la salida de la localidad dejaremos la carretera nacional para tomar un sendero a mano derecha, en descenso por una rampa de hierba; arranca junto a la última casa, 100 metros después de la Venta Peio y su gasolinera.

Junto al monasterio se halla el centro de educación ambiental Trikuharry, dedicado a la recuperación de fauna salvaje, en especial animales rescatados del maltrato. Tienen sello del camino y cuenta con un pequeño bar; está gestionado por el mismo hospitalero del albergue y ofrecen visitas guiadas, muy interesantes.

El monasterio de San Salvador, fundado en el año 1172 por una comunidad de monjes premonstratenses, fue hospital de peregrinos desde el siglo XII. Además del albergue, que ocupa un ala del claustro, el edificio cuenta con un pequeño museo histórico, así como una exposición permanente de artistas vascos.

El nombre Urdazubi significa en euskera «agua y puente»; existe en el centro del pueblo un molino cuya maquinaria data del siglo XVIII y que todavía funciona (se pueden concertar visitas guiadas). También son interesantes las diferentes casas de indianos, construidas por emigrantes enriquecidos tras su estancia en América.

Los que pernocten aquí pueden aprovechar la tarde para visitar la cercanas grutas de Urdax-Ikaburu (a 1,4 km del pueblo), con espectaculares formaciones de estalactitas, estalagmitas y un riachuelo subterráneo (ver horarios y precios en este enlace). En diferentes cuevas de la zona se han hallado pinturas rupestres del Paleolítico, con figuras de bisontes, ciervos y otros animales, así como herramientas de sílex. Si disponemos de tiempo suficiente, cabe la posibilidad de visitar también la cueva de Zugarramurdi (a unos 4 km de Urdax), donde supuestamente se celebraban akelarres de brujas, cuya fama aumentó tras la película de Álex de la Iglesia. Existe un camino circular que une las grutas de Urdax, Zugarramurdi y Sare (Francia), señalizado con la figura de un pottoka, la raza de caballo-poni autóctona de estos valles pirenaicos.

Nada más salir de Urdax arranca la subida más dura de esta ruta: el puerto de Otsondo, que comunica el valle de Urdax y el de Baztan. El ascenso, con 475 metros de desnivel positivo, discurre al principio por una pista con fuerte pendiente, bajo un bosque de robles y castaños; el tramo final, bellísimo, presenta varios trechos por senderos bien señalizados.

En lo alto del puerto de Otsondo, junto a la carretera nacional, tenemos un área de descanso con aseos, bancos y mesas de piedra. Tras atravesar la carretera comienza un descenso vertiginoso, primero por senda y más adelante por caminos y pistas, que nos conducirá a Amaiur, al fondo del valle de Baztán.

La localidad cuenta con un albergue turístico de propiedad comunal, reabierto en 2022; tiene varias habitaciones con literas, aseos con duchas y una magnífica cocina. Cabe recordar que en el pueblo no hay tiendas ni supermercado; quien desee cocinar deberá traerse provisiones.

En el pueblo hay un bar que da comidas (lunes cerrado), y además el albergue tiene cocina. No hay tiendas.

El centro arqueológico alberga un museo sobre el castillo de Amaiur (gaztelu en euskera), del siglo XII y que fue derribado tras un largo asedio en el año 1522; sus restos, que pueden visitarse, se hallan sobre una colina, a apenas 250 metros del camino. Este enclave tuvo gran relevancia histórica por ser el último bastión de los defensores de la independencia navarra tras su incorporación al reino de Castilla, como nos recuerda un obelisco erigido en su memoria; información y visitas guiadas en este enlace.

El camino atraviesa el pueblo por la calle Mayor, a lo largo de la cual se suceden un palacio señorial (jauregi en euskera), grandes casonas y hasta seis fuentes de agua fresquísima; una de ellas, realizada en piedra del país de color granate, incluye la figura en relieve de un peregrino vestido a la antigua usanza. A la salida cruzaremos el arco del antiguo portal de acceso a la villa, construido en el siglo XVII y que, según cuenta la leyenda, se cerraba durante las epidemias.

Durante la visita a un molino rehabilitado, a la salida del pueblo, podemos degustar talos, una masa elaborada tradicionalmente en los caseríos, hecha con harina de maíz y que se rellena de queso, chistorra, verdura u otros productos locales.

También a la salida, unos metros más allá de la iglesia de la Asunción, está Ama-Ur, un pequeño local donde una pareja del pueblo elabora cervezas artesanas, con venta y degustación; además de ser muy amables, os explicarán mil detalles sobre los diferentes tipos de cerveza y sus componentes. Las hemos probado —hay siete variedades— y os aseguramos que son extraordinarias.