¿El primer Santiago gay de la historia?

Polémica por el Santiago del pintor Antonio Ximénez

A lo largo de la historia muchas han sido las formas en que la figura de Santiago el Mayor ha sido representado. Su iconografía ha pasado de una plasmación genérica como apóstol, a una evolución hacia otras tipologías, desarrolladas en función de diferentes concepciones e intereses. Es así como desde el Medievo nos encontramos con el Santiago Peregrino, la representación más genuina del Camino, pues a través de ella el apóstol se va transformando, poco a poco, en un romero más con su indumentaria y atributos (sombrero de ala ancha, capa, bordón, escarcela, calabaza, conchas…). Se trata de un caso único en el santoral, y a pesar de las normas aprobadas en el Concilio de Trento, perduró en la época barroca y llegó a nuestros días.

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El Santiago de Antonio Ximénez en Membrilla
El Santiago de Antonio Ximénez en Membrilla

Otro tipo muy difundido en España y América es el del Santiago Matamoros, nacido con la leyenda de la batalla de Clavijo y que acabó formando parte de la emblemática imperialista de Castilla. Si bien los enemigos han ido cambiando, y los moros se convirtieron a partir del s. XVI en turcos, e incluso mutaron, en casos aislados, en indios o masones, en el presente no deja de ser una figura anacrónica, desde luego políticamente incorrecta a pesar de que el cabildo de la catedral compostelana, hace unos años y a raíz de una polémica, se negó a retirar una imagen de este Santiago Caballero, a la que algunas viejecitas siguen poniendo velas, del culto en la basílica. En cualquier caso, hoy en día a nadie se le ocurriría plantear esta iconografía, y prestemos atención al dato, para una iglesia.

De los tipos menores, por su difusión en la meta de todos los caminos jacobeos, Galicia, también cabe reseñar la amable presencia del Santiago Maestro o “da cadeira” (de la silla), que al modo de San Pedro en su cátedra, recibe sedente a los peregrinos para impartirles su magisterio. Así podemos verlo no solo en el altar mayor de la catedral compostelana, o en su Pórtico de la Gloria como máxima expresión de dicha iconografía, sino en otros muchos templos jacobeos relevantes como los de A Coruña, Pontedeume (ambas medievales), con renovada presencia a través de versiones historicistas del s. XIX (por ejemplo en Padrón).

Pues bien, sea como apóstol, peregrino, matamoros o maestro, Santiago ha llegado al presente y seguirá siendo objeto de tratamiento, por parte de promotores y artistas, a partir de la tradición y desde la libertad creativa. En este sentido, es lógico que en la actualidad el tipo que ha vuelto a triunfar sea el del Peregrino, ya que es el que mejor representa el espíritu ecuménico contemporáneo, el que nos une a todos, el más empático y, a la vez, simpático. En su versión moderna Santiago tendría que vestir ropa deportiva, botas de senderismo y cargar una mochila…; sin embargo, no siempre es así.

Y para comprobarlo nos desplazamos al lugar en el que ha surgido una curiosa noticia: hasta la ciudad manchega de Membrilla, situada en la comarca del Campo de Montiel (Ciudad Real). Allí se han dado dos circunstancias que están en el origen de la cuestión. En primer lugar que su patrón es Santiago el Mayor, y como tal es venerado en un templo, construido a finales del s. XV y comienzos del XVI, brillantemente rehabilitado a finales del s. XX. Por desgracia, sus altares e imágenes, entre las que se incluía la del titular, fueron pasto de las llamas durante la Guerra Civil (1936). Es aquí cuando surge la segunda circunstancia, y es que el pintor Antonio Ximénez Muñoz (1931), natural de la localidad pero residente en Miami, a petición del anterior párroco donó al templo un lienzo de gran tamaño en el que está representado Santiago, que fue colgado en la sacristía.

Ahora viene el problema, pues resulta que la imagen del apóstol, como se puede comprobar, aparece tocada con una túnica corta, hasta la rodilla, en una plasmación que algunos han considerado sensual en demasía, e incluso decididamente erótica, y por lo tanto indecente para un templo. El sucesor del que había hecho el encargo tapó el cuadro con una sábana, primer paso para una retirada, en febrero pasado, que en virtud de la diplomacia eclesial al uso, por el momento ha sido justificada como un proceso de reubicación.

Enterado de este feo que le hacen en su pueblo, el artista se agarró un buen rebote, y replicó que las críticas no le vienen por la túnica hasta la rodilla, sino por ser un Santiago guapo. Añadió que él no pinta santos medievales, sino contemporáneos y a su manera, y que no ve nada malo en la figura.

Ximénez, que ha sido calificado como el “pintor de la felicidad”, cultiva un estilo hiperrealista, y es cierto que en su obra, casi siempre de gran formato, mandan la luz, el colorido, los retratos colectivos sobre un paisaje, todo ello envuelto en un aura de optimismo y felicidad, sin que falten, como nota recurrente, los desnudos, sobre todo masculinos y en poses “sugerentes”.

Sabemos que vivimos en un momento de la historia en que parecen volver el puritanismo y la censura, y no solo los reaccionarios, propios del mundo conservador, sino también el generado por los bien pensantes progres, acaso peores por melifluos, o por el feminismo más cateto. Recordemos la solicitud de que fuese retirada por indecente, del Metropolitan Museum de Nueva York, el cuadro “Teresa soñando” (Balthus, 1938), por fortuna rechazada, y la actual claudicación del Manchester Art Gallery, en el mismo sentido, al descolgar el cuadro prerrafaelista “Hilas y las ninfas” (J.W. Waterhouse, 1896), de temática mitológica, por “cosificar a las mujeres”. Igual suerte ha corrido en la feria Arco, aunque por diferentes motivos, la serie “Presos políticos en la España Contemporánea” (Santiago Sierra, 2017), de la que todos hemos oído hablar.

El Santiago de Membrilla, desde luego, no puede ser más original y actual, pues parece salido de una crónica de Salvados, y más que erotismo por la cortedad de la túnica, nos encanta la pose, tan en la onda de la moderna publicidad que utiliza como modelos a deportistas de élite, o salida de calendario sexi de bomberos para recaudar fondos para los niños de Burkina Faso. Tampoco está mal el look de la barbita, corta y cuidada, y el peinado revoltoso a la última moda. Y todo ello sin entrar en detalles como el Pórtico de la Gloria, los angelotes en pose de Odalisca o el caballero montado en blanco corcel, en esta ocasión si anacrónico en su vestimenta, a lo Simón Bolívar, y con un sospechoso parecido con el actual presidente venezolano.

La reacción, programada por los medios que generan opinión, ya se sabe cuál debe ser: si vd. es conservador, y de misa, aplaudirá al párroco, y si por el contrario se considera progresista, aún sin necesidad de contemplar ni tan siquiera el cuadro, calificará de fascista al censor. Pues bien, nosotros no somos partidarios de la censura, por supuesto, pero aquí estamos hablando de una iconografía para un templo, o sea, en cierto modo para servir a la devoción y el culto. Y en esta dimensión mucho tendría que cambiar la parroquia, entendida como la gente que acude a misa o a rezar, para que pudiesen encajar de buen grado este Santiago, ¿primer Santiago gay de la historia?

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador