Tendencias del Camino de Santiago: Récords y otras medias verdades
Es bien sabido que los sociólogos no solo describen la realidad a través de la imagen estática que proporcionan las encuestas, sino incorporando otras variables que les permitan captar y definir las tendencias. En el mundo de la peregrinación jacobea, sin embargo, solemos acomodar nuestro juicio a partir de una fuente única: el registro de entrega de compostelas por parte del Centro de Acogida al Peregrino. Hoy vamos a leer los datos, siempre aproximativos, que la catedral de Santiago ha proporcionado para 2018, pero también otras noticias, y precipitados balances, llegados de otros escenarios.
En cuanto al dato global, 327.342 peregrinos recibieron la Compostela en 2018, superando el resultado del año anterior en 26.306 más, lo que supone un crecimiento del 8,74%.
Como nadie en este mundo, salvo los que se aproximan a la sabiduría o a la santidad, están contentos con su suerte, la cifra ha sido celebrada por la Axencia de Turismo de Galicia, que aún sabedora de las debilidades y contradicciones de su política basa todo su éxito de gestión en los resultados cuantitativos, pero no tanto por los hosteleros de la ciudad de Santiago. Éstos, que ven confirmadas sus sospechas en el informe sobre el perfil de la demanda turística elaborado anualmente por el Centro de Estudios Turísticos de la Universidad de Santiago, comprueban que el viajero que elige la ciudad para sus vacaciones cada vez gasta menos (14 euros menos al día desde 2005). La estancia media también desciende, pues el 70,5% solo permanece en la ciudad una o dos noches, casi diez puntos más que en 2005. Todo ello lleva a concluir que la tendencia del bajo coste es cada vez mayor, con preferencia por alojarse en los albergues, y de este modo algunos resucitan aquella visión antigua del peregrino, despectivamente en su día denominado “mochilero”, como un tipo de viajero poco interesante frente al turismo más vip, que por supuesto es el que pretenden atraer las grandes cadenas hoteleras, los alojamientos de mayor categoría, los restaurantes de postín o el comercio de lujo.
En concordancia con el victimismo infantiloide que a todos los niveles impregna la sociedad, se buscan rápidamente culpables, por supuesto fuera, y algunos ya los han señalado: las líneas aéreas de bajo coste y el turismo urbano juvenil de fin de semana o puentes y, cómo no (el enemigo siempre en casa), la Prolongación Jacobea a Fisterra y Muxía, que supuestamente priva a los peregrinos de disfrutar de la ciudad.
Conclusiones tan simplistas parecen ignorar el meollo de la cuestión: que la forma de viajar está cambiando, pues influida por los intereses del mercado, cada vez se aproxima más a la idea de una actividad corta, de consumo rápido, con menor provecho para el usuario. Esto conviene a un sistema al que no le interesan los grandes viajes, ni las experiencias únicas en la vida, ni interminables recorridos revestidos de espiritualidad y austeridad como fue en su día el Camino de Santiago. De ahí la multiplicación de la corta distancia, las ayudas para eliminar toda carga física o mental, la moda de los 100 km impulsada desde una óptica cortoplacista por la catedral y la Xunta (recordemos las recientes fotos del arzobispo y el presidente del gobierno gallego con el peregrino 300.000), la proliferación de variantes amables al borde del mar por playas y paseos marítimos (una de ellas, rozando el cachondeo, titulada “Espiritual”), y la progresiva conversión del Camino de Santiago en un producto más del turismo de masas, para digerir rápidamente y olvidar cuanto antes, pues resulta obligado centrarse en la próxima compra.
Tan solo en un año, que podemos resumir en titulares que hablan por sí solos, se confirma una preocupante tendencia:
1. Porto supera por vez primera a Saint-Jean-Pied-de-Port como punto de partida de los peregrinos jacobeos.
2. Sigue creciendo imparable, un punto más respecto a 2017, el porcentaje de personas que comienzan el Camino en Sarria (27%).
3. Desciende el número de peregrinos que eligen Ponferrada, Astorga, León, Burgos o Pamplona como lugar de inicio.
4. El Camino que más crece en proporción es el Portugués de la Costa, seguido del Camino Inglés.
5. Prosigue la acelerada agonía del Camino Francés, que por vez primera baja del 60% del total de peregrinos (56,88%).
6. Continúa reduciéndose la distancia media recorrida por cada peregrino: de 332 a 315 km.
7. Los peregrinos que en su Camino sólo pisan Galicia ya suponen el 52% del total, batiendo otro récord.
En el último punto incluimos a los que parten de Valença do Minho, ya que su tránsito por Portugal no llega a 1 km.
Galicia exultante, pero desde La Rioja o Castilla y León se hace otra lectura. Ya en julio, en la primera comunidad se alertaba del descenso del número de peregrinos respecto al año anterior, acaso por el efecto del Mundial de Fútbol, se decía. En Grañón se cuantificaba esta bajada hasta en un 30% respecto al año anterior (Radio Camino de Santiago). Por su parte, el Centro de Estudios y Documentación del Camino de Santiago, con sede en el monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes, confirma la crisis del Camino Francés en la provincia de Palencia, ese territorio de paso entre Burgos y León que los consumidores menos sufridos evitan desde hace años: en 2018 se ha registrado un 6,3% de peregrinos menos que en 2017, con un descenso acumulado del 9% en dos años.
Entre muchos de los propietarios de albergues situados entre el Pirineo y el Bierzo cunde el desánimo. Alfredo, que regenta el albergue Santa Marina en Molinaseca, ya habla sin ambages de una crisis global, que en su opinión solo podrá ser remediada si la Junta de Castilla y León toma cartas en el asunto, apostando por una vuelta a la esencia de la peregrinación y sus valores tradicionales. Otra hospitalera veterana, como Lourdes Lluch (Frómista), considera que el panorama no es tan dramático, y que en realidad el flujo está estancado, pero que al haber crecido mucho la oferta ahora son más a repartir, de ahí la sensación.
Tiempo habrá, cuando salgan las estadísticas definitivas de todo tipo (nos interesa especialmente la de Saint-Jean-Pied-de-Port, donde el año pasado hubo un descenso inédito de 1.658 peregrinos respecto al año 2016), para plantear una interpretación más sosegada, pero la tendencia parece clara: el camino milenario e internacional de largo recorrido está pasando a convertirse, poco a poco, en una experiencia galaica, y por ende corta, facilona, asequible y desprovista del carácter de aventura, espiritualidad y profundidad de la que antaño estaba revestida. El mercado ha incorporado el Camino a su bazar, y en estos momentos el equilibrio ya se ha roto entre las dos formas de concebir la peregrinación, con victoria de la visión vaporosa, comercial, efímera e intrascendente.
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