El Santiago de Santa Marta de Tera, en peligro

La emblemática imagen de Santiago Peregrino, su más temprana representación, en peligro de deterioro

Queremos hoy aportar nuestro modesto grano de arena a una providencial y muy necesaria campaña, iniciada hace cuatro años por José Almeida desde el albergue de Tábara y secundada por la Asociación Zamorana de los Caminos de Santiago (AZACS), para salvar la emblemática imagen de Santiago Peregrino localizada en la iglesia de Santa Marta de Tera, concejo de Camarzana de Tera, en el Camino Sanabrés.

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Portada de la iglesia de Santa Marta de Tera, con la imagen de Santiago Peregrino (izq.)
Portada de la iglesia de Santa Marta de Tera, con la imagen de Santiago Peregrino (izq.)

A lo largo de estos últimos meses hemos recibido muchas noticias referidas a la denuncia sobre la lamentable situación en que se encuentra la estatua románica, con editoriales, informes, artículos y apoyos, a través de El Espíritu de Santi, meritoria publicación periódica editada en formato digital desde el albergue zamorano de Tábara. A ella pueden acceder todos los lectores a través de este enlace añadiendo al final el número que se desee (ya va por el 60).

Por nuestra parte poco podemos añadir a lo mucho que ya se ha dicho y opinado, y más en concreto lo razonablemente expuesto por parte de historiadores del arte y otros expertos para que el original sea protegido definitivamente en el interior del templo presidiendo el altar mayor, acompañado de una somera musealización o interpretación, al tiempo que en el exterior se instala una copia exacta. Así lo han hecho, entre otros, Fernando Regueras Grande, José Ignacio Martín Benito, Ángel Panizo Delgado, Nazario Ballesteros Miguélez o José Luis Casanova.

Lo que sí me gustaría añadir, en el ámbito de lo sentimental, es cómo llegué a conocer tan singular imagen de la iconografía de Santiago.

Al estudiar Historia del Arte Medieval en la facultad compostelana, mi promoción tuvo la fortuna de contar con Serafín Moralejo Álvarez, tristemente desaparecido, que además de ser uno de los máximos expertos internacionales de la iconografía medieval, y más concretamente de la catedral de Santiago, el Pórtico de la Gloria y las diversas escuelas del románico, resultó ser también un ameno profesor, rara avis entre los sesudos investigadores, siempre dispuesto a contagiar su entusiasmo al auditorio con el máximo rigor.

Cuando le tocó hablar de la evolución de la iconografía de Santiago aprendimos que este apóstol, a diferencia de los restantes discípulos elegidos por Cristo, fue progresivamente abandonando los elementos que distinguían a los miembros del Colegio Apostólico por otros tomados de la indumentaria de sus devotos (Santiago Peregrino), de su condición como magister receptor en Santiago (Santiago da Cadeira o sedente en la cátedra) o, en la visión imperial, como caballero cristiano frente al Islam (Santiago Matamoros). Dichas mutaciones, todas ellas medievales y sin que hubiese forma de suprimirlas pese a la tentativa del Concilio de Trento, se fueron desarrollando con gran profusión de detalles, y han llegado hasta nuestros días.

Al hablar del Santiago Peregrino, la primera imagen, en aquel tiempo diapositiva, era siempre el Santiago de Santa Marta de Tera, temprana representación, datada en torno a 1125, en la que Santiago adquiere tres de los elementos fundamentales en la clásica indumentaria de los peregrinos: el bordón, la escarcela y, cosida en ella, la concha de vieira.

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Iglesia de Santa Marta de Tera, ábside románico
Iglesia de Santa Marta de Tera, ábside románico

Cautivado ya en aquel tiempo por la pasión jacobea, y aunque mi primer Camino fue el Francés, pues no había otro posible en los años 80 mínimamente señalizado, busqué un mapa y puse una equis sobre aquel remoto lugar de Santa Marta de Tera, porque resultaba imprescindible conocer aquel Santiago icónico que, por estar ejecutado en piedra arenisca, conservaba en tan buen estado la labra, y en especial aquella gran concha de venera.

Por fin pude satisfacer aquel deseo, y la contemplación me provocó algo así como un momentáneo éxtasis, al modo de un fugaz viaje temporal al siglo XII, época dorada a la que todos los forofos del Camino mirábamos entonces: el primer boom, la primera invasión jacobea, la gran marcha de Europa hacia el finis terrae.

Años después regresé a Zamora para participar en el I Congreso Internacional sobre el Camino de Santiago, Vía de la Plata, que organizado por la Fundación Ramos de Castro, primera entidad que peleó hasta la extenuación por el reconocimiento y recuperación de esta ruta de peregrinación, tuvo lugar en julio de 1991. El emblema del encuentro, cómo no, era el Santiago de Tera.

En aquella ocasión volví a visitar a Santiago, que a lo largo del tiempo se ha convertido en un viejo y silente amigo, y siempre que paso por la zona procuro desviarme de la autovía, ahora es más rápido llegar, para saludarlo y charlar, porque el contacto material jamás puede ser superado por una imagen virtual por más que hoy existan muchas a nuestra disposición y de excelente calidad.

A lo largo de estos breves encuentros, y de las conversaciones de locos que mantengo con el primer Santiago Peregrino de la historia del arte –nunca me he topado ante la portada a nadie, así la confesión es más sincera y desinhibida-, le voy contando la evolución que percibo de su gran romería, y que las cosas vuelven a estar como en la Baja Edad Media, cuando intereses diversos de los primigenios, así el deseo de aventuras, los lances caballerescos o el huir de la peste, se van imponiendo poco a poco bajo nuevas premisas. ¡Pero qué le voy a decir que no sepa a quien ya ha cumplido más de 800 años!

Cada estación que pasa compruebo que Santiago está más achacoso, y si bien la concha sigue refulgiendo como siete soles, que diría Don Gaiferos el del romance, la imagen se va deteriorando por la acción de los agentes externos y de los hongos.

Conservar el Patrimonio que nos han legado las generaciones pretéritas no es en este caso una obligación de la Iglesia, ni de la administración civil competente, sino de todos los que lo disfrutamos y somos conscientes de su valor y deterioro. Por lo tanto en este caso todos los peregrinos, y los amigos del Camino, deberíamos hacer lo posible por apoyar desde luego esta campaña, y firmar el manifiesto público de la AZACS, para que los responsables directos no acaben actuando, como suele ser habitual tarde, mal y arrastro, cuando el daño sea ya irreparable.

Amén y ¡Ultreia!

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Santiago Peregrino de Santa Marta de Tera
Santiago Peregrino de Santa Marta de Tera

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador