Fernando Sanzzi, peregrino de invierno
Queremos hoy describir someramente el panorama del Camino Francés en invierno. Para ello entrevistamos a un veterano peregrino de Texas, Fernando Sanzzi (1976), a quien conocimos haciendo el Camino en 2006, que permanece fiel al trazado de esta ruta que acaba de concluir, una vez más, entre Saint-Jean-Pied-de-Port y Santiago, con prolongación a Fisterra y Muxía.
Bueno, te vamos a presentar como un peregrino veterano, ¿cuántas veces lo has hecho?
Siete veces, el primero en 2006. Mis dos primeros Caminos justo antes del verano, el resto en invierno, entre octubre y enero.
¿Siempre el Francés, no te pica la curiosidad como es bastante habitual —parece que no, ya respondemos nosotros—, de cambiar de escenario la próxima vez?
¿Curiosidad? ¡Muchísima! Pero al preferir el invierno, lo considero el más «seguro» en términos de disponibilidad de alojamiento, más compañerismo y menos competencia. En realidad es la única razón, pero definitivamente entra en mis planes futuros explorar otras rutas Jacobeas.
¿Y las últimas veces en invierno, eres un solitario huraño, o huyes del abarrote y de lo insustancial?
Solitario sí, huraño no. Definitivamente huir de lo cotidiano y superficial tiene muchísimo que ver, pero también es porque yo soy más de frío. En Texas, donde vivo, el calor es insoportable en verano, así que escaparme de un verano a otro no tendría mucho sentido. El Camino en invierno me equilibra.
Tu vives en EE.UU., un país en el que se cultiva, quizá en exceso, una forma de peregrinar que podríamos definir como Caminoterapia. Me imagino las consultas de los psicólogos de California o Nueva York recetando el Camino para curar todo tipo de problemas y situaciones.
Honestamente no suelo frecuentar foros o blogs de EEUU, aunque sí otros de habla inglesa y ciertamente se nota un empuje en positivo y tendencia a recomendar el Camino como una experiencia terapéutica. Mi opinión (muy poco informada) es que culturalmente aquí se vive muy deprisa, persiguiendo al dólar, la carrera profesional, etc. y la cultura del Camino no es algo tan común como lo pueda ser en Europa en general.
En relación con lo anterior, ¿crees que la película de Emilio Estevez y Martin Sheen, The Way, ha influido mucho en la forma de entender el Camino desde EE.UU.?
Hmmm… si lo pienso detenidamente, diría honestamente que ha influido pero no es un factor de peso. No fue un gran éxito de taquilla comercial, ni es una temática tan esotérica como para convertirse en película de culto, aunque yo reconozco que a mí me gusta. Si haces una búsqueda rápida en Prime Video, YouTube o alguna otra plataforma, aparecen bastantes documentales desde los más amateurs hasta algunos de más presupuesto. Creo que es la suma de toda esta información, disponible de forma tan inmediata y accesible, lo que ha influenciado y contribuido a esa expansión del interés por el Camino en EE.UU.
Americam Pilgrims es el foro más numeroso de peregrinos del mundo, un lugar en el que preguntas cualquier cosa e ipso facto te responden muchos de los que han hecho el Camino. ¿Participas de estas redes o vas por libre y viviendo cada Camino como una aventura?
Sinceramente, como te he comentado, no he interactuado en ese foro. Como mucho en una ocasión pedí una credencial. Precisamente por estas fechas (respondo esto en marzo 2022) mi chica y yo estamos planeando otro Camino y vamos organizándolo más por libre y basado en experiencias pasadas de ambos, pues ella también lo ha hecho dos veces. Nos da más flexibilidad, por ejemplo para conocer puntos intermedios que no son finales de etapa tradicionalmente. Eso lo vuelve un Camino distinto cada vez.
Vamos ahora con las confesiones, eso que nunca debe preguntarse: ¿tienes alguna motivación especial para hacer el Camino?
Hombre, decir «especial» supongo que es distinto para cada uno. Si te refieres a alguna búsqueda de respuestas cósmicas a preguntas insondables, definitivamente no. Para mucha gente el Camino puede representar un cambio drástico en algún momento personal, y si es así, me parece muy bueno y sano. Por un lado están quienes vienen a encontrar algo o encontrarse a ellos mismos, y por otro estamos los que venimos porque ya nos hemos encontrado antes de venir. Yo estoy en el segundo grupo, y eso me permite disfrutar de mi propia compañía y la de otros, pues aunque disfruto mucho estar solo, me encanta también la camaradería y compartir historias al final del día. Eso para mí es especial, pues no es muy fácil conseguirlo en el día a día entre obligaciones cotidianas y distracciones superficiales.
No quiero hacer la respuesta más larga aún, pero diría que un punto especial es que a mi parecer, en el Camino encuentro mucha autenticidad, y eso después de siete veces me sigue resultando fascinante y reconfortante.
Los encuentros aparentemente fortuitos, las relaciones con otros peregrinos, la amistad, el amor, son cosas que suceden en la ruta. ¿Has sido afortunado en este campo?
¡Uf! ¡Y mucho! Antes mencionaba que mi pareja y yo nos conocimos en el Camino, en 2019. Ella es coreana, yo americano, así que imagínate, las probabilidades de un encuentro así no son muy altas fuera del Camino. Vamos, de entrada sabemos que ya tenemos algo importante en común. Pero aparcando el romance, creo que el Camino facilita encuentros sin tapujos y amistades que pueden ir desde lo efímero, aunque significativas, hasta intensas y duraderas. Afortunadamente yo conservo más de alguna, incluso de aquel mi primer Camino en 2006.
Sabemos que mientras uno camina hacia Santiago vive con intensidad la experiencia, y en invierno de un modo bastante más rotundo, pues el frío, y muchos albergues cerrados, son un potente filtro que deja muy poca gente en el Camino, y muy especial. ¿Se sigue percibiendo esto en invierno?
¡Totalmente! Incluso aún más en época de pandemia. Mi percepción es que por un lado, aquellos hospitaleros que deciden abrir, lo hacen con una convicción más allá de lo monetario, pues como en mi caso, en más de una ocasión he sido el único peregrino que han visto en tres días. Aun así, ellos abren sus puertas, encienden la calefacción, te ponen el desayuno, pues muchos han sido peregrinos y saben que esto no es un paseo, y menos en invierno. Desde aquí muchas gracias a ellos. También está la gente de los pueblos, que desde sus ventanas o por la calle te animan con el tan deseado «¡Buen Camino!» y muchos incluso te dan conversación, o te infunden fuerza con comentarios tan sencillos como «¡Yo os admiro!» o te hacen sonreír diciendo «¡Estáis locos!», mientras uno piensa que tienen razón. Finalmente, los peregrinos somos más dados a la generosidad, a cuidarnos mutuamente, a preocuparnos por el que aún no llega y ya oscurece, a compartir que tal o cual albergue está cerrado pero en este otro tienen camas.
Arriesgándome a la cursilería, creo que el Camino en época de invierno es más puro y agradecido, quizás acercándose más al espíritu antiguo y fundamental de una peregrinación.
Pero esta intensidad se suele ir apagando rápidamente al regresar al mundo exterior, como nos gusta denominarlo. ¿Cuánto dura la llama del Camino? (algunos, ¡madre mía!, dicen que para siempre; otros que es como una droga dura, que tendrás que tomarte tu dosis cada cierto tiempo y repetir).
¡Jajajaja! Y no es una falsa carcajada, me río mientras lo pienso porque mi experiencia ha sido tal cual. Entre mis primeros tres Caminos pasaron cinco años (2006, 2011, 2016). Después solo un año (2017, 2018, 2019). Para el séptimo –por pandemia– esperé dos (enero de 2022) y ahora volveré en abril, solamente dos meses después. ¡Ah! Y durante la pandemia hice dos caminos virtuales, que aunque no son lo mismo, al menos tienen el efecto placebo y el recuerdo cotidiano te permite fantasear con volver. Así que juzga tú mismo.
A ver, también por un lado es porque he sido afortunado respecto a tener la oportunidad y tiempo, pues cruzar el Atlántico para caminar no es posible ni interesante para muchos. Pero incluso creo que para quienes la experiencia del Camino es solo una vez en su vida, el recuerdo, esa llama como la has denominado, es permanente, y siempre tiene el potencial de animar a quien la tiene a ponerse la mochila y salir a caminar. De esto estoy convencido al cien por cien.
¿Si tuvieses que elegir uno de tus caminos como el mejor, cuál sería y por qué?
Hmmm, haré una trampa y elegiré dos con igual valor e importancia. El primero es inolvidable e importante porque todo es absolutamente nuevo, lo que lo convierte en algo muy intenso e imprime los recuerdos casi como tatuajes. Sitios, encuentros, comida, incluso los malos ratos, los cabreos por no encontrar cama, los adioses, etc., terminan por convertirse en añoranzas dulces.
El último por haber conocido a Cho, mi chica. No sólo por conocerla a ella, pues eso habrá sucedido por León y la mayor parte de los días posteriores los caminamos separados y sin saber si coincidiríamos más adelante. Pero entre eso y otros momentos intensos con amigos y Peregrinos, le tengo un cariño especial.
Dicho esto, sospecho que el próximo será bastante interesante, pues lo haremos tres: Cho, nuestro perro November y yo.
¿De verdad que no te cansa ya tanto camino, y siempre el Francés, no preferirías un año ir a otro país (hay muchas rutas de peregrinaje), o hacerte el Appalachian trail?
Primero, no. No me cansa y por muy trillado que suene lo digo igual: el trazado de la ruta puede ser el mismo, pero el Camino nunca lo es. Por un lado, nunca sabes lo que el clima te depara, y por mínimo que parezca no es para nada igual ver los Montes de Oca cubiertos de nieve y caminar cuatro horas bajo una nevada constante que pasar por ahí cuando hay un solazo. Luego está el hecho de los albergues cerrados, te ves forzado a parar en pueblos que no habías considerado antes, y muchas veces encuentras sorpresas. Por último, yo mismo no soy el Fernando de 2006 o 2016, así que no, no me cansa.
Eso no significa que no esté entre mis intenciones hacer otras rutas en España o en nuestro caso, Corea, que definitivamente entra en los planes a medio plazo.
Las rutas en EE.UU. no me intrigan en absoluto. Como parte de mi forma de desconectar no me apetece hablar en inglés, no busco estar solo días y días, ni quiero despertarme acojonado a medianoche en medio de un bosque sin saber si el ruido que me despertó es un ciervo o un oso.
Dinos, para concluir, cuál es ese secreto que genera tanta felicidad a quienes, como tú, hacen el Camino y acaban siempre levitando cuando llegan a Fisterra (que es donde te hemos entrevistado).
Hmmm… (pausa laaaarga)…
Mira, yo he alargado a Fisterra o a Muxía solamente en mis tres o cuatro Caminos más recientes, es más, el último hice ambas. Llegar a Santiago es ciertamente satisfactorio y reconfortante, una experiencia llena de agradecimiento y algarabía, pero también de alguna manera ruidosa y extraña, está el tráfico a la entrada de la ciudad, los turistas, ir a por la Compostela, un ataque visual constante de comercio y otros peregrinos que te son a veces extraños.
Es un contraste enorme entre la llegada a la catedral de Santiago y la visión de un mar rugiendo, infinito y bravísimo sumado a encontrarte frente al mojón del Km 0,000. Es aquí cuando uno mismo, al menos yo, por fin cae en la cuenta de que por más que quieras seguir andando ya no se puede, no hay a donde… YA, NO, HAY, MÁS. Para mí esa es la magia. Para mí es ahí donde el Camino vuelve a hablar diciéndote. «Basta, terminaste, 0,000. Punto. No es 0,015 ni 0,001. Es cero coma cero, cero, cero. Ya puedes volver a casa».
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