La Ferrería de Triacastela salvada in extremis
Una de las cosas buenas que ha traído el renacimiento jacobeo, de esto no cabe la menor duda, es que ha auspiciado la recuperación del patrimonio construido en el entorno del Camino. Muchas veces la iniciativa es pública, con grandes inversiones que no siempre son acertadas (recordemos el desastre que acaba de ser obrado en el puente medieval de Furelos por parte del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana); pero en otras ocasiones privada, en bastantes ocasiones para poner en marcha alojamientos, restaurantes y otros servicios para los peregrinos.
Comentamos hoy una estupenda noticia, y más aún por el lamentable estado en el que se encontraba un edificio histórico, la conocida como Casa da Ponte de Triacastela, vinculada con la historia de la peregrinación.
Al tomar la variante directa de San Xil nos damos cuenta de que se encuentra justo a la salida de esta ruta, a mano derecha y en un plano ligeramente inferior al de la calle. Se trata de una herrería de fines del siglo XVI, y por lo tanto el edificio civil más antiguo de la localidad, y el segundo después de la iglesia de Santiago. En el pasado funcionó como una especie de centro multiservicios, pues además de herrar cabalgaduras y reparar objetos metálicos como armas (aparecieron varias durante la restauración), también disponía de un mesón para viajeros y peregrinos. Parece ser que a posteriori fue utilizada como hospital, al menos durante la Guerra de la Independencia.
La clásica guía de A. Losada Díaz y E. Seijas Vázquez, auténtica biblia para el Camino Francés lucense, dice lo siguiente a propósito del mesón: «CASA DA PONTE. Se llamaba así por su proximidad al puente romano denominado Ponte da Pedra, y quedaba al borde mismo del camino en dirección a Balsa. A la vez que mesón fue herrería, conservándose varias puertas con arco de medio punto, entre las que destaca de un modo singular la Porta das Ferrerías, manteniendo el conjunto la misma estampa que tuvo primitivamente». De sus elementos constructivos sobresale, por cierto, una torre semicircular adosada.
El edificio había sido adquirido por el camionero Miguel García Silvosa, una persona sensible que de ningún modo quería que se perdiese una casa con tanta historia como esta. Para ello, él mismo procedió a reparar su exterior, que ha quedado impecable, a partir de 2019, y como es aficionado a coleccionar objetos antiguos tiene pensado instalar, en la planta baja, una colección etnográfica que pueda ser visitada por los que pasan. Asimismo procederá a ambientar, con materiales que va adquiriendo en anticuarios, el espacio donde estaba la fragua.
La mejora ha sido notable si tenemos en consideración que también la Xunta ha procedido a arreglar el entorno, dotándolo de un nuevo enlosado tradicional con la característica piedra pizarrosa de la zona, dispuesta en chapa cuña.
Paso a paso, como los peregrinos y sin prisa, se van logrando pequeñas actuaciones de mérito que, sumadas, mejoran el ambiente del Camino y la calidad de la experiencia peregrinatoria. Así pues, solo podemos felicitar al promotor por su iniciativa, que sería merecedora de un premio.
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