El peligro mortal de la playa de Mar de Fóra (Fisterra)
Una vez más, parece que no aprendemos, desde Fisterra llegan noticias preocupantes en relación con actitudes irreflexivas por parte de los peregrinos. Hoy no vamos a hablar de la cantidad de porquería fetichista que algunos depositan junto al faro, ni tampoco de la mala praxis de quemar en la punta del cabo prendas de ropa vieja que se ha usado en la marcha, dando lugar a recurrentes incendios, nos referimos a otra actividad prohibida, como las anteriores, y en este caso de alto riesgo: el baño en la playa de Mar de Fóra.
Para hablar sobre este tema no queda más remedio que ir a la hemeroteca y recordar, como ejemplo de lo que no se debe de hacer, la muerte del peregrino italiano, natural de Parma, Giulio Recusani (21 de agosto de 2010). Aunque Giulio, de 26 años, era un buen nadador, desconocía las corrientes traicioneras que actúan en este arenal salvaje situado en la cara opuesta al seno de Fisterra, y por lo tanto abierto al Atlántico en un litoral tan peligroso como el de la Costa de la Muerte (el nombre no es una ocurrencia de la promoción turística).
Cuando alguien se adentra en las aguas de este arenal, es muy posible que las citadas corrientes te conduzcan hacia mar abierto o, peor todavía, contra los roquedales que flanquean la playa por ambos lados. Entonces de nada sirve ser un experimentado nadador, uno se ve irremisiblemente arrastrado, y la mejor táctica es no resistirse, en una lucha desigual sin opciones, hasta el agotamiento, sino que alguien avise con urgencia a los servicios de rescate, teléfono 112, para que acudan cuanto antes a auxiliarte.
Otra consideración a tener en cuenta es el riesgo de hipotermia, pues dependiendo de la época del año la temperatura del agua puede ser muy baja, por lo que el nadador que permanezca excesivo tiempo en ella puede sufrir una parada cardíaca.
Las noticias sobre sucesos similares son habituales. El 26 de agosto de 2012 leemos que «un surfista salva a una peregrina alemana de 50 años de morir ahogada». Seguimos con un desenlace trágico: «Muere ahogado un peregrino en la playa de Mar de Fóra, en Fisterra», cita de septiembre de 2019, alusiva al fallecimiento de un peregrino irlandés de 35 años de edad que se metió en el agua en el momento de la puesta de sol, desapareciendo poco después a la vista de sus acompañantes, que consiguieron recuperar el cuerpo intentando, infructuosamente, reanimarlo.
La tragedia ha vuelto a suceder, el pasado 15 de mayo, cuando un joven peregrino estadounidense, Charles, de 21 años, desatendiendo la cartelería que claramente, en varios idiomas, señala la «Prohibición de bañarse en el arenal» por su extrema peligrosidad, se metió a fondo en el agua, a última hora de la tarde y en plena marejada, siendo arrastrado contra las rocas. Por fortuna estaban en la playa algunos vecinos de Fisterra, que consiguieron ayudarle, ya semiinconsciente, a ganar tierra firme en una zona de difícil acceso, paradójicamente conocida como A Furna do Encanto. Sin embargo, dada la cantidad de golpes y rascones sufridos por el peregrino, este hubo de ser trasladado de urgencia en helicóptero al hospital de A Coruña, donde por fortuna salió de la UCI y, una semana después, recibió el alta, quedándose todo en un buen susto.
Sirvan estas noticias para concienciar definitivamente a los peregrinos que llegan a Fisterra y desean darse un baño en el mar. La zona más segura para hacerlo es la que mira al sur, sea en las playas de A Ribeira, urbana junto al castillo de San Carlos, o Langosteira, excelente y con socorristas en verano, por la que accede el Camino procedente de Cee y Corcubión. De ningún modo se debe uno bañar, y mucho menos apartarse de la orilla, en los bravos arenales que miran al norte, sea el de Mar de Fóra, a espaldas del pueblo, o el igualmente peligroso de O Rostro, camino de Muxía.
Quienes vivimos en la comarca conocemos el riesgo, que no es literario ni anecdótico, de meterse en el agua en estos playones, especialmente con marea alta (hay escalones) o con el habitual fuerte oleaje que te arrastra al descender, teniendo en cuenta el factor invisible de la resaca, esas corrientes que te llevan mar adentro sin remedio. En días de fuerte viento, ya no digamos con marejada o temporal, lo más prudente es ni acercarse a la orilla.
El exceso de confianza es un mal consejero. No convirtamos Fisterra en un cementerio de viajeros temerarios, para eso ya tenemos la estúpida prueba iniciática del balconing mediterráneo. Divulguemos estos consejos por todos los medios para evitar nuevas desgracias. Fisterra es un escenario simbólico para experimentar la muerte y la resurrección, pero no para perder la vida, absurdo colofón de la experiencia, al final del Camino.
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