Camino de Santiago: cada vez más pequeño
Los datos de la peregrinación jacobea en 2024, según la contabilidad del Centro de Acogida del Peregrino compostelano, son rotundos y nos obligan, como cada año, a confirmar las tendencias, aceleradas en el post-Covid, y a reflexionar sobre el Camino que estamos viviendo (ya no tanto modulando, porque ahora parece galopar como un caballo desbocado).
Se confirma lo que ya veíamos en 2023: más gente (a las puertas del medio millón, sentimos que se les fastidiara la traca mediática por 761 pere-[o lo que sean, en versión del papa Francisco]-grinos), más extranjeros (los españoles cada vez más recluidos a Semana Santa, julio y agosto, temporada vacacional de los parias) y más mujeres, pero hay novedades que comentaremos en detalle.
Permitidnos que, para no sufrir ni padecer, y por supuesto para no caer en ese patético oficialismo paniaguado y orwelliano de los récords y el éxito sin fin, nos lo tomemos todo medio en serio y medio, o más de medio, en broma.
La ley del mínimo esfuerzo
Es que yo lo quiero todo, quiero hacer lo que hacen los demás, lo que está de moda, lo que propone Ibai Llanos, ir a los destinos guais del presente, pero no tengo tiempo, no tengo energía, no tengo dinero, no soy un matado, pero quiero, quiero y quiero ir, sí o sí.
Pues no te preocupes, tus deseos serán cumplidos, que dijo el genio de la lámpara, estamos en el país mágico del todo vale, también sin mochila o con maleta de ruedas, incluso haciendo trampas, y además con bendición y latinajo. Hoy ya es sabido que el Camino de Santiago no exige un mes de arduo esfuerzo, cargando como un burro, padeciendo esos tramos horribles por la abrasadora meseta, por las montañas de Asturias, por las cañadas extremeñas, del Tejo al Mondego, pasando por O Cebreiro, donde el árbol rebrotó; basta con hacer cinco etapas en Galicia (o, dicen las malas lenguas que así pronto será, por donde se tercie): el bacalao está cortado, vendido y certificado, y el cuento interiorizado y asumido, como una verdad de fe, y sarna, o chinches, para los demás. Esto es, ahora, el Camino de Santiago, ni más ni menos, y su gran paradigma el sambódromo —los cariocas también lo denominan passarela—, Sarria-Santiago, aunque se están construyendo otros parecidos, algunos con más playas, en las restantes rutas. Véanse, si no, los nuevos lugares de inicio del top 10: además de los ya clásicos Sarria, Tui, Valença y Ferrol, han entrado los lejanísimos Vigo (¡crece un 55% en un año!) y Baiona (la de Pontevedra, queridos, no la de Iparralde).
Qué bueno para quienes trabajan ahí, en esas etapas de Sarria a Compostela, a destajo… Pues no tanto, porque la competencia es feroz, y sigue corriendo presuroso el galgo lusitano, sobre todo el que va por la calle exterior de la Costa (otra vez creciendo locamenti, y no sé cómo te lo voy a decir, bueno sí: 41,7% más, sin duda una frenada respecto al 72% de 2023). A esta marcha le quedan dos añitos para paparse a su progenitor, el Central, y entre ambos, aunque el galo de Barcelos se tema el efecto Sarria (o sea, que muchos ni pisarán Portugal ni cruzarán el río Minho), pronto le van a dar estopa al Francés.
Camino Francés, donde daban gato por res
En solo un año, aunque en esta ocasión ha crecido numéricamente y se ha recuperado del susto de 2023, porcentualmente el Camino Francés ha perdido otros dos puntos. Además, el aumento se sostiene única y exclusivamente en la corta distancia, pues los que hacen el Camino Francés desde Sarria ya suponen el 64% del total.
Así pues, el lema de esta sección, que no tiene desperdicio y puede favorecer diversas lecturas, también rimará con Camino Portugués, por lo que no hay problema para cambiarlo de latitud y longitud. Solo toca prepararse para entregar el relevo, en este caso un cetro, y a otra cosa, mariposa. Hay que resignarse, son los tiempos, qué le vamos a hacer, aunque dado que habitamos en el reino del victimismo, nada ocurre sin culpables: se buscarán chivos expiatorios, qué hemos hecho mal, quién es el responsable, seguro que los de Turismo en las comunidades autónomas, a la hoguera, los codiciosos hosteleros y hospederos contra los que ya nos previno el Calixtino, al cadalso, el cambio climático, quién lo ha invitado, o, con el asesoramiento de Iker Jiménez, algún poder oculto y maléfico, acaso los redivivos mago Hermógenes y, por ser de Padrón, la reina Lupa barriendo para casa. Esto último, lo más plausible.
Es un hecho que falta poco, muy poco, para el cambio, cambio de ciclo, fin de una época. Se ve venir tan diáfano que no valdrá la pena ni llorar, ¿para qué?
En cuanto a los restantes caminos: el Norte continúa estancado, el Primitivo y el Inglés avanzan en su moderado crecimiento, la Vía de la Plata parece haberse recuperado ligeramente del KO de 2023 —pensábamos que había quedado grogui para siempre—, y semeja haber llegado la hora del Camino de Invierno, que imaginamos como un refugio para peregrinos veteranos, alternativos o solitarios, quizá todo a la vez.
El boom The Way
Hace poco una sabia peregrina, que lleva toda la vida vinculada al mundo jacobeo desde la Confraternity of Saint James, y participa en el foro de American Pilgrims, nos confesaba que en EEUU el Camino de Santiago se ha convertido en una estupenda alternativa terapéutica para las almas tensionadas por el sistema ultraliberal, y mucho más barata y reconfortante que las sesiones de los psicólogos, que se lo digan a las chicas de Sexo en Nueva York. Este motivo, unido al incalculable impacto del filme de Emilio Estévez y Martin Sheen, que por allí ha actuado como lo hizo Coelho en Brasil, estaría en el origen del boom yanqui del Camino de Santiago, que en el plano económico de los receptores supone haber entrado en la época dorada de los réditos jacobeos.
Nadie habría llegado a pensar que desde Estados Unidos acabarían no solo superando, sino laminando, las cifras europeas de países tan vinculados al Camino como Italia o Alemania.
Cierto que los del Tío Sam son muchos, 346 millones de almas, pero también que cruzar el charco tiene su precio, y que allí las vacaciones… no son como las de aquí, ¿verdad que no, Donald? Se lo preguntamos al pato, claro, que nadie piense otra cosa.
Pero entre los recién llegados hay más novedades, y al sur del río Bravo, acaso por contagio, o porque con dinero o sin dinero hacen siempre lo que quieren, México revalida su posición en el top 10: justo por encima de Corea y pisando los talones a los galos, que parecen haberse echado un coyotito. ¡Ay, mamacita!
Y para la Norteamérica completa otro bólido: Canadá, subiendo al puesto 11.
Las gacelas de 2024, no obstante, han sido Irlanda, Polonia, Taiwan y, sobre todo, China, que regresa tras el parón pandémico, con sorpresas como Bulgaria o Malasia, y un desplome a lo bitcoin de Indonesia (sobre esta procedencia juramos no entender nada de nada).
¿Y qué fue de los hijos de Godescalc, Aymeric, Manier o el marqués Lacoste-Messelière?
En este campo, queridos amigos, manifestamos seguir instalados en la mayor de las estupefacciones, porque nuestros vecinos franceses han sido históricos devotos del apóstol Santiago, pioneros del asociacionismo jacobeo, incipientes impulsores de las rutas compostelanas, recuperadores de sus itinerarios en tierra gala, publicadores de cientos de libros, diarios, estudios, pero ahora… de séptimos en el ranking, superados por ingleses y, salvo por un acelerón en la recta final, casi por los irlandeses: ¡la gran deserción! ¡Incroyable!
Si los primeros en venir, los que mantuvieron la llama encendida con las vacas flacas, ya no vienen, algo muy gordo e inexplicable está ocurriendo, y por más que indagamos preguntando a los de allende los Pirineos, gente vinculada al Camino, peregrinos de la nación, nadie nos ofrece una respuesta lógica o satisfactoria. Se barajan variopintos motivos: laicismo creciente (no creemos que eso explique nada, no solo ocurre en Francia ni es algo reciente), ruptura generacional (entonces deberían de seguir viniendo al menos los maduros, y tampoco es así), miedo al calor (otros también temen la canícula, y se han movido a primavera y otoño), precios cada vez más caros (aún no tanto como en Francia), aburrimiento e interés por nuevos destinos (¿y por qué no ocurre lo mismo en otros países europeos?), etc., etc.
En fin, que no acabamos de comprenderlo, y menos aún cuando se constata que los caminos jacobeos franceses están muy vivos, sobre todo el de Le Puy, pero que los usuarios, provistos de sus vieiras y cantando «tous les matins et après-midis» el Ultreia, se dan la vuelta en Saint-Jean-Pied-de-Port y au revoir.
Nosotros, de los promotores, nos tomaríamos muy en serio este asunto, no vaya a ser una plaga contagiosa y de Francia pase a Centroeuropa e Italia, vaya usted a saber, donde, por cierto, parece que ya se están acatarrando.
Requiescant in pace, cursoriam
Nos tememos que lo de la peregrinación sobre dos ruedas, incluso ahora que las bicis eléctricas te permiten hacer el Camino casi sin sudar, se va a convertir en algo tan del pasado como los hábitos franciscanos del peregrino, la calabaza, el bordón o los albergues de donativo.
Y es curioso, porque en los albores de este renacimiento contemporáneo los bicigrinos llegaron a sumar un 25% del total, una auténtica barbaridad en comparación con el ocaso al que seguimos asistiendo, pues en 2024 se vuelven a vivir sus horas más bajas: tan solo el 4,56% de los que han recibido la Compostela han llegado en bici, con una caída del 9,22% desde el año anterior.
Decía Don Hilarión, el de La Verbena de la Paloma, que los tiempos cambian que es una barbaridad, y no cabe duda de que tenía toda la razón. Preparémonos, en este Camino desregulado, para lo que todavía está por llegar.
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