Comprar credenciales selladas para obtener la Compostela, lo último en picaresca jacobea

Pues al ataque, que decía el de la Calzada —no Santo Domingo, please—, ¿quién da más?, porque la noticia, aunque ya circula por ahí desde hace unos meses, ha entrado con fuerza en el ruedo:

«En internet se venden Compostelas ya selladas, pero sin cubrir los datos personales, con los dos sellos requeridos de cada etapa estándar en los 100 últimos kilómetros, claro está, de diferentes caminos gallegos».

Los precios, que son de saldo (entre 15 y 30 € por cada ejemplar), nos remiten a un fraude a gran escala, porque si fuesen pocas el valor alcanzaría precios bastante más onerosos.

Además de los casos de internet, algunos de ellos suprimidos de las plataformas de venta tras haber sido denunciados, también se lanzó la voz de alarma desde el punto de información al peregrino de Lalín, a donde llegaron ocho supuestos guías del Camino que, muy cucos ellos, solicitaban les sellaran un paquete de credenciales para sus amados clientes.

Desconocemos quién es el autor intelectual y ejecutivo de este trampantojo, por llamarlo finamente, o ignominioso fraude, pero los comentarios de censura en las redes han provocado que los responsables de la poco habladora Oficina del Peregrino, salvo para cantar cifras redondas a lo Niños de San Ildefonso (ya sabéis, 100.000, 200.000, 300.000…, y así hasta el infinito en la serie), han entrado al trapo con una indignada nota que aquí resumimos.

Expresan condolidos, en primer lugar, que la Compostela no da derecho a nada, y que se engaña quien la adquiere por pensar que con ello va a obtener un premio, cuando en realidad ha perdido lo más importante, que es la experiencia del Camino. Añaden que alguien ha visto en esta práctica fraudulenta su nicho de negocio, y que esta picaresca, aunque hay que prestar la máxima atención para que no nos la metan doblada, resulta difícil de detectar, entre otras cosas porque hay muchos sellos sueltos sin control, como perros mordedores sin correa, de libre uso al paso.

Pues bien, señores de la Oficina del Peregrino (aquí no hacemos corta y pega de noticias, las comentamos, ¿está claro?), en su respuesta observamos ciertas presunciones poco fundadas y una notoria contradicción.

Entre las primeras, por ejemplo, esa afirmación inicial de que la Compostela no vale para nada, cuando en ciertos países, y pienso en Alemania o Corea del Sur (en Corea del Norte aún no cotiza), el certificado se incluye en el currículum, nada menos. Asimismo, qué decir de quienes la enmarcan y colocan en la cabecera de su cama para recordar cada noche, antes de dormir, la gran gesta realizada. O, con más inteligencia, de quienes la ponen en un lugar bien visible en el salón, recibidor o portal, con la intención de mostrársela orgullosos a cada vecino, cartero, testigo de Jehová o bombonero que entre a su morada.

Y además, ¿qué es eso de que lo fundamental es la experiencia del Camino? ¿No era la meta lo más grandioso, y no tanto el camino, así en minúscula? A ver si va a resultar que ahora lo importante es la credencial, con sus dos sellitos de Galicia que ahora se quieren implantar a todo el recorrido, pronto veremos si es otro globo sonda o una estrategia para vender más credenciales a los pocos tontos que todavía hacen largo recorrido (esto sí, y no lo otro, es de los malotes de Batman, puro guante blanco).

En fin, que si la Compostela no vale realmente para nada, que desmonten el chiringuito y aquí paz y después gloria del Pórtico. Y si solo sirve, más allá de una romántica tradición, para controlar exhaustivamente a los que la recogen, y de paso para poner contenta a la Xunta con récords, entonces ¡que viva el fraude a gran escala, y de paso que viva Zapata, la musa de Zapatones!