Novedades en Santiago de Compostela (I): La catedral
Paseando por la ciudad del apóstol tomamos nota de que ya en la víspera del año santo de 2021, tan ansiado por algunos como temido por otros, Santiago se va lavando la cara, restaurando sus monumentos y renovando infraestructuras y servicios, muchos de ellos destinados a los peregrinos.
Colas para acceder a la Gloria
Si algo ha dado que hablar este verano, ha sido la reapertura del Pórtico de la Gloria para su contemplación por parte del público. Tras una década de trabajos de restauración, proyecto financiado por la Fundación Barrié de la Maza que ha costado 6,2 millones de euros, entre otros objetivos parece haberse por fin conseguido eliminar las humedades que afectaban a esta obra cumbre de la escultura románica, al tiempo que consolidar la piedra y recuperar las sucesivas capas de policromía aplicadas desde el s. XII hasta el XVII.
En el deseo de celebrar el reestreno, a partir de julio y hasta el 20 de septiembre se ha optado por permitir la entrada libre al Pórtico, entre las 8 y las 22 h de forma ininterrumpida, en pases de 25 personas con una estancia de 15 minutos. Consecuencia: nueva cola, organizada a través de antiestéticas vallas en plena plaza del Obradoiro (solución pueblerina, en el peor sentido de la palabra), y esperas a pleno sol de hasta cuatro y cinco horas en agosto, por ventura sólo dos en septiembre, como nuevo ejemplo palmario de la mala gestión del patrimonio en su afección por el turismo de masas.
Somos conscientes de que ya no volverán aquellos tiempos en que los estudiantes pasábamos todos los días ante el Pórtico cuando llovía, o en que las madres llevaban a sus hijos a darse el preceptivo coscorrón en el “Santo dos Croques”, considerado como la representación del Maestro Mateo, artífice de la magna obra, para que transmitiese a sus vástagos, de acuerdo con un relato romántico decimonónico, el “genio”. Tampoco, y esto es más lamentable por la emoción ritual que suponía el contacto con lo sagrado en la meta, los peregrinos volveremos a poner nuestra mano sobre el parteluz en el Árbol de Jesé, al pie de la estatua del apóstol Santiago que nos daba la bienvenida a su casa. Desde 2009 está prohibido, y se ha justificado en aras de evitar el deterioro que causa el turismo multitudinario en los monumentos históricos.
En su día solicitamos que se permitiese el paso regulado al Pórtico como una excepción, por ejemplo a primera hora de la mañana, a pequeños grupos de peregrinos de largo recorrido, a los que se permitiera como antaño poner un instante su mano en la oquedad formada a lo largo de los siglos en el mainel. De aprobarse tal medida habríamos mantenido, como ocurre con los diez menús diarios servidos a peregrinos en el Hostal de los Reyes Católicos, una tradición que en el caso de Pórtico se remonta a la Edad Media. Pero “tocar” la piedra se ha vuelto un tabú, y la musealización del templo, con los suculentos réditos que de ello se obtiene, avanza imparable en detrimento de las funciones ritual y litúrgica. A los peregrinos nos queda el consuelo, tras aguardar otra nueva cola en temporada y entremezclados con curiosos y turistas, de poder abrazar al apóstol sedente bajo el baldaquino, otro bello ritual de término, y descender a orar a la tumba que, supuestamente, acoge los restos de Santiago (aquí casi nunca suele haber cola, ¿por qué será?).
Un futuro incierto
A partir del 20 de septiembre, el área del Pórtico ha sido aislada del resto de la catedral para evitar que las obras que allí van a dar comienzo puedan afectarla. Desde entonces, en formato de globos sonda, se han lanzado varias ideas sobre cuál será el método regulado de acceso. Se ha sugerido que se convierta en una visita independiente, como las cubiertas de la catedral, al margen del Museo Catedralicio. También se ha hablado de numerus clausus, poniendo como ejemplo las Cíes y la playa de As Catedrais. Y se ha fijado un precio, primero de 12 euros, luego de 10 euros con algunas tarifas reducidas para peregrinos (aquí incluyen a los 300.000 hijos de San Luis y Sarria, mal asunto), jóvenes, jubilados y familias. Pero lo que no se esperaba la Fundación Catedral es que la cuestión se convirtiese en controversia política, y que primero la oposición, e inmediatamente después el Parlamento gallego en pleno, elevaran una petición a la catedral para que el Pórtico siga siendo gratis. Si los 10 o 12 euros se nos antojaba un precio excesivo para las pobres economías de las clases medias y populares, el gratis total y las colas no parece la mejor solución para preservar el patrimonio, sobre todo si tenemos en cuenta que tan sólo en una década de turismo de masas, la obra de Mateo ha sufrido más que en ocho siglos.
En cuanto al daño que puede seguir causando sobre la obra de Mateo la respiración generada por la presencia continuada de grupos, alguien ha puesto como ejemplo las pinturas de Altamira, cueva reservada a especialistas y, desde 2014 y cada viernes, a un mínimo grupo de cinco afortunados por sorteo. La comparación del Pórtico con Altamira, realizada por ultra-conservacionistas, nos parece errada, ya que la catedral de Santiago mantiene su función religiosa y no solo como un templo más, sino como santuario universal receptor de peregrinos. Esta última circunstancia es la que ha frenado, precisamente, la plena musealización más allá de las celebraciones litúrgicas, algo que ha ocurrido con la mayoría de catedrales y grandes templos históricos españoles.
Por nuestra parte preferiríamos que la Fundación Catedral tuviese como fuente de inspiración los grandes templos franceses, algunos también provistos de grandes pórticos románicos que, por mantener su estructura original, sufren las inclemencias del tiempo (Vézelay, Saint-Sernín de Toulouse, Saint-Trophime de Arles, Saint-Gilles, etc). Es cierto que en ellos suelen existir espacios restringidos (girolas, criptas, coros, claustros), para cuya visita es preciso pagar una entrada, pero también que, por lo general, a los peregrinos con credencial se les permite el acceso gratuito.
Visto lo anterior, y si al final se fija una tarifa, proponemos un plan: ¿por qué a los peregrinos de largo recorrido, entendamos los que vienen del Pirineo, Irún, Sevilla, Cataluña, Lisboa, etc., no se les permite, para evitar otro bochorno como el de la Compostela de los 100 km, el acceso gratuito al Pórtico de la Gloria? Sería una acicate para estimular la forma tradicional de hacer el Camino, y a la vez para lavar un poco la mala conciencia de estar contribuyendo decisivamente a transformar la peregrinación jacobea en una farsa comercial y turística, ¿no creen?
La “nueva” fachada del Obradoiro
El oficio de la restauración de monumentos u obras de arte, desde su génesis contemporánea a partir del Romanticismo y la escuela de Eugène Viollet-le-Duc, lógicamente ha ido evolucionando, al igual que las restantes disciplinas, en función de los nuevos conocimientos científicos y técnicos, e igualmente a través de modas y tendencias propias de cada momento histórico. Y sucede hoy en día que las cuestiones referidas al desarrollo de una restauración o rehabilitación integral siguen unos procedimientos que el común de los mortales nos vemos obligados a aceptar y asumir, pues los técnicos son los que entienden, y el resto a callar. La cosa cambia, sin embargo, cuando entre los especialistas existe diversidad de pareceres, algo que siempre suele ocurrir, y de este modo toca posicionarse, escogiendo escuela y metodología.
Sin mucho ruido, es cierto, algo así ha sucedido con la restauración de la fachada occidental de la catedral compostelana, conocida como del Obradoiro, magnífico escenario barroco concebido por Fernando de Casas y Novoa y rematado en 1750. Los trabajos de limpieza, que han concluido este verano, nos la ha devuelto impecable, de un blanco resplandeciente, tanto que parece recién construida o de piedra caliza, más propia de un páramo donde reina la sequedad. Al desmontarse los andamios, algunos nos hemos quedado atónitos con el lifting, y echado de menos la riqueza cromática que aportaba al granito la pátina de los líquenes, esa feliz asociación de algas unicelulares y hongos o cianobacterias, en particular aquellos anaranjados conocidos como Xanthoria parietina, tan frecuentes en la húmeda Galicia, que al atardecer semejaban aplicaciones con panes de oro.
La colonización de la piedra natural o tallada, siempre que esté sometida al agua, por parte de líquenes crustáceos, a la vez que puede llegar a deteriorar el soporte también, al formar una capa consistente, lo puede proteger de otras agresiones. Y tanto es así que algunos estudios recientes del CSIC, como el referido a las iglesias segovianas de la Vera Cruz, San Lorenzo, San Martín y San Miguel, han indicado que la eliminación de la capa superficial de líquenes, en este caso sobre la piedra caliza, puede llegar a ser contraproducente, y que antes de efectuarla resulta preciso efectuar un detallado y correcto diagnóstico.
En Galicia tampoco han faltado voces, entre ellas la del catedrático emérito de la USC Francisco Díaz Fierros, experto en Edafología y Biología Vegetal, que además de lamentar la pérdida de tonalidades de la fachada, y sin dudar de la necesidad de la obra realizada, ha apuntado que cada vez son más los expertos que publican trabajos sobre “bioprotección de los líquenes frente a otros agentes agresivos de la piedra”. De hecho en Italia, donde saben mucho de restauración patrimonial y nos llevan bastantes años de adelanto, se han comenzado a frenar intervenciones tan radicales de limpieza, cuestionando su beneficio. A la misma conclusión, por otra vía, han llegado los paisajistas británicos, que valoran la impronta que los líquenes han aportado, a lo largo del tiempo, al carácter ya asumido por la contemplación de los sitios históricos.
Por lo tanto, dogmas y verdades de fe cuestionados ante una lechosa y triste fachada del Obradoiro que ya no parece gallega, ni atlántica ni centenaria, sino otro producto de un parque temático impoluto, la Nueva Compostela diseñada por tecnócratas y desnuda de toda poética. Por fortuna, sabemos que la naturaleza es poderosa, y que en un breve período de tiempo, tal vez en tres o cuatro años santos, volveremos a contemplar aquellos dorados reflejos, ahora mera evocación literaria, en un hermoso atardecer. Entonces, posiblemente, los restauradores ya habrán hecho las paces con los líquenes.
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