El 46% de los peregrinos realizan los últimos 100 kilómetros
Claro que el Camino no puede reducirse a cifras, que decía un lector, pero hoy en día todo el sustento tecnológico de la humanidad son números, para ser más exactos códigos numéricos, el fundamento de un mundo digital que algún día soñaron, en clave idealista, un grupo de desharrapados pitagóricos. Es obvio que nuestro cometido no consiste en trasladar, como hacen las agencias y muchos periodistas perezosos o indocumentados del presente, esa verdad revelada por la Oficina del Peregrino, en base a una metodología más que cuestionable si aplicásemos métodos científicos, cada primero de enero. Nuestra obligación, por el compromiso contraído con el Camino, es interpretar las cifras, extraoficiales u oficiales, con sentido crítico, y para ello resulta imprescindible leer entre líneas, sin asumir cuentos chinos que nos impidan reconocer las evidencias.
Ya hemos señalado, en varias ocasiones, que las estadísticas de la Oficina de Peregrinación de la catedral de Santiago tan sólo tienen el valor de una estimación anual con carácter meramente aproximativo. Pero pese a no reflejar la totalidad del fenómeno jacobeo sus números nos permiten, sobre todo por ser una fuente que perdura en el tiempo, vislumbrar la evolución del Camino de Santiago no desde el ámbito de los sentimientos o las motivaciones, pero sí reconociendo coyunturas, tendencias o, que diría el filósofo Gilles Litpovesky, el efecto de las modas.
El cómputo de 301.036 peregrinos para 2017 parece elevado, y lo es respecto a los anteriores, pero hoy ya es una certidumbre que en el Camino han estado caminando, pedaleando, cabalgando, empujando sillas de ruedas o empleando otros sistemas como la navegación a vela, por primer año aceptada, u otros exóticos que han podido colar entre los canónicos (patines, carreras, bailes y acrobacias varias), como mínimo más de medio millón de personas, balance que es fruto de los trabajos realizados por el Centro de Estudos Turísticos (CETUR), dependiente de la Universidad de Santiago de Compostela.
Es sabido que la entente cordiale entre Xunta y Catedral, Trono y Altar more antiquo, por preservar a toda costa el límite de 100 km, con argumentos varios de caridad cristiana hacia los más débiles e imposibilitados, para la concesión del certificado de la Compostela a los peregrinos de a pie, en Turismo de Galicia se entiende como un gran beneficio. Tal es, según su punto de vista, que muchos peregrinos pueden llegar a entender, y de hecho hayan entendido con la inestimable ayuda de algunas empresas que trabajan en el Camino, que la experiencia completa de la peregrinación se puede culminar perfectamente en cuatro o cinco días, circunscribiéndose plenamente al territorio gallego. Dicho objetivo político, el de transformar una peregrinación desde su origen internacional y de largo recorrido en fugaz romería de corta distancia, se interpreta como un gran beneficio para el país en el que reposa Santiago.
Sin embargo veamos cuál es la realidad territorial de los 100 km en los diferentes caminos que llevan a Compostela, y comprobaremos cuan falaz resulta este análisis. En el Camino Francés, de Sarria “hacia atrás” se quedan fuera Samos, Triacastela y Pedrafita do Cebreiro. Otro tanto ocurre en la provincia de Lugo con un gran número de municipios de los caminos Primitivo y Norte, más concretamente todos los situados antes de la capital, para el primer caso (Castroverde, Baleira, A Fonsagrada), y los situados antes de Vilalba para el segundo (entre otros nada menos que Mondoñedo o Ribadeo, con toda la comarca de A Mariña). En la Vía Sanabresa la situación aún es peor, pues la mayor parte de la provincia de Ourense, a no ser la capital, se localiza allende los 100 km, incluyendo la totalidad de las comarcas de Allariz-Maceda, A Limia, Monterrei y Viana, con localidades como Allariz, Xinzo de Limia, Verín o A Gudiña.
Por lo tanto, de los 131 ayuntamientos gallegos atravesados por algún camino jacobeo reconocido, 69 estarían en el espacio de los 100 km y 17 en el mismo límite de los 100, pero 45 fuera de este ámbito, y éstos últimos suman 180.000 habitantes. Además, algún estudio ya ha constatado el menor impacto económico de la peregrinación entre los lugares de partida, donde muchos peregrinos ya no pernoctan ni comen, respecto de los inmediatos. Así, en la comparativa entre Sarria y Portomarín, se demuestra que sale sumamente reforzado el primer fin de etapa clásico tras el mojón de la centena.
Los límites de los caminos gallegos están mucho más allá de los 100 km, por lo que la marginación de las provincias de Lugo y Ourense es manifiesta desde este planteamiento: O Cebreiro se localiza a 152 km; el puerto do Acebo, en el Primitivo, a 171 km de Compostela; Ribadeo a 195 km, y el alto do Padornelo ¡a 241 km!
El fomento de la peregrinación jacobea como un fenómeno cultural o lúdico de senderismo de corto recorrido está teniendo un gran éxito si atendemos a los puntos de partida mayoritarios: el primero, por supuesto y ya desde hace años, Sarria, con casi 80.000 personas, el 26,48%, pero en el ámbito de los 100 km del Camino Portugués también Tui y Valença do Minho, entre ambos sumando más de 27.000 personas (9,01%), y por supuesto Ferrol (10.800 personas, el 3,59%), a los cuales si sumamos Lugo (1,24%), Ourense (1,19%), Triacastela, Ribadeo, Vigo, Samos, O Porriño, Vilalba, Baiona, Abadín, Baamonde y otras localidades de menor relevancia, alcanzamos un porcentaje total de algo más del 46%, y la cifra crece cada año. Por lo tanto, casi la mitad de los “peregrinos” se limita a completar un Camino corto, entre los 100 y los 120 km, o sea, de entre cuatro días y una semana, únicamente gallego.
Otro dato nos permite comprender la mutación que se está operando: tan sólo en trece años, Sarria ha multiplicado por cinco el número de peregrinos que comienzan allí su Camino, mientras que de O Cebreiro y para el mismo período siguen partiendo los mismos, alrededor de 10.000.
La conclusión resulta evidente. En el presente tenemos un Camino dual, en el que casi a partes iguales contamos con “peregrinos” de larga y corta distancia, y si introducimos el medio recorrido (entre los 120 y los 300 km) la cifra prácticamente se divide en tres partes iguales.
Es cierto que el resurgir de itinerarios concretos como el Camino Inglés (máxima distancia posible 121 km desde Ferrol) o el Primitivo (poco más de 300 km desde Oviedo), contribuyen a distorsionar en parte la realidad, pero no tanto como nos imaginamos. Al respecto, cabe considerar de forma individualizada el comportamiento estadístico en los itinerarios de largo recorrido, por ejemplo en los caminos Francés, Norte, Vía de la Plata y Portugués, y en ellos comprobamos que los principales puntos de partida no suelen ser los iniciales, sino los más próximos y bien comunicados, con especial mención para Sarria y Porto; Sarria dobla la cifra de Saint-Jean-Pied-de-Port y Roncesvalles juntos, y Porto muiltiplica por 10 la modesta representación de Lisboa.
La Xunta de Galicia, con la colaboración necesaria de quien otorga papelitos y bendiciones, está consolidando año tras año un objetivo estratégico: transformar la peregrinación jacobea en un fenómeno de ámbito cada vez más gallego. Gran éxito de gestión que, sin embargo, nada tiene que ver con la dilatada historia secular y la tradición del Camino de Santiago.
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