Aprendizajes del Camino, ¿podemos integrarlos en nuestra vida?
Todos aquellos que nos hemos sumergido en los llamados “Aprendizajes del Camino”, aseguramos que el Camino de Santiago es un gran maestro. Pero… ¿somos buenos alumnos? Nos estudiamos la teoría, ¿pero qué pasa con la práctica? Aunque en la teoría casi todos sacamos buenas notas, en la práctica hay muchos suspensos.
Aseguramos que el camino nos ha enseñado, entre otras cosas a ser más empáticos, a amar y respetar al prójimo, a abrazar con fuerza; todos somos iguales a los ojos del camino independientemente de si somos ricos o pobres o tengamos unas ideas u otras; consideramos hermano a alguien con quien sólo hemos caminado tres días, alabamos al compañero por sus proezas; el Camino nos enseña humildad si tenemos la suerte de pasar penurias, conectamos con la naturaleza; no nos importa llevar calcetines con chanclas o combinar verde con rojo en nuestra ropa o ir despeinados o sin afeitar o con ropa de marca conocida o desconocida. Pero sobre todo nos ha enseñado que la felicidad cabe dentro de una mochila.
¿Qué pasa con todos estos aprendizajes al terminar el Camino? ¿Qué pasa cuando llegamos a casa? ¿Qué pasa con esa felicidad que cabía dentro de la mochila?
Si cuando llegamos a casa, después de un mes caminando con únicamente dos mudas (la puesta y otra), abrimos nuestro armario y vemos que rebosa de camisetas, pantalones, blusas y ropa interior que realmente no necesitamos y volvemos a cerrar la puerta del armario como si nada hubiese sucedido… entonces los aprendizajes del camino no se han producido.
¿Qué está pasando? Pues por un lado, las asociaciones que hemos hecho en dos contextos diferentes:
Contexto 1, el del Camino.
Contexto 2, nuestra rutinaria vida diaria.
Asociamos el Camino a libertad, a minimalismo, a cordialidad, a cariño, a empatía porque hemos recibido esos aprendizajes en ese contexto concreto… y asociamos nuestra casa a obligaciones y a un modo de vida impuesto por nosotros mismos y por supuesto aprendido de una sociedad que premia a aquél que más elementos físicos posee.
La cultura del consumismo y el materialismo aprendida en el contexto 2 tiene parte de culpa. La cultura del consumismo queda como una impronta desde que nacemos. Y el ser humano aprende a consumir cosas que en realidad no necesita.
A través del llamado aprendizaje observacional tenemos un modelo, que es la fuente de información (libros, revistas, televisión, periódicos, etc.) y un observador, que es el consumidor (que un día será peregrino).
¿Cuál es ese modelo que se repite hasta la saciedad en todas partes, con el que nos bombardean a través de los cinco sentidos? Pues objetos de todo tipo, desde ropa, cremas, maquillajes, seguros, juegos, medidas de protección, cachivaches para bebés (los padres son un blanco fácil), móviles, tablets y resto de dispositivos, libros que se convierten en best sellers (pobrecillos los escritores esos maravillosos que nadie conoce y que no nombran en ningún lugar) y un largo etcétera que rodea nuestras vidas.
Pero no basta con tenerlo… sino que además, hay que conseguir el último que ha salido, hay que ir a la moda… ¿pero ir a la moda aún está de moda? Hay que ser el mejor. Da igual que esté de moda ir a la moda… porque si desde que nacemos nos están bombardeando ya con una determinada información, la personalidad del niño se va configurando con esa información.
Tal vez los padres refuercen al niño comprándole más ropa cuando se porta bien o regalando un móvil mejor… si reforzamos a los niños con tantos objetos cuando se portan bien o sacan buenas notas, en lugar de reforzarlos con una caricia o un abrazo, lo que está aprendiendo el niño es a seguir consumiendo cosas que realmente no necesita.
Y ese niño un día será mayor y se irá a hacer el Camino de Santiago porque ahora, gracias a su móvil nuevo ha visto por internet que las personas que hacen el Camino de Santiago dicen que es mágico. Y si todos lo dicen, pues verdad será…
Allá que se va por primera vez ese niño, convertido ya en un adulto cualquiera, acostumbrado a consumir más de lo necesario (como cualquiera de nosotros). Y de repente se da cuenta de que lo que cuentan del Camino es cierto: es maravilloso, se aprende mucho y se cultivan y fomentan valores extraordinarios, como el compañerismo y la solidaridad.
Realmente se da cuenta de que puede vivir con dos mudas durante un mes y que además es feliz. ¿Ese peregrino, ha recibido el llamado aprendizaje del camino? Se siente libre, feliz, amado por sus compañeros de camino o ha aprendido a estar a solas consigo mismo. Se siente de verdad otra persona. El Camino aporta tanto… el Camino nos cambia. ¿O no? Pues tal vez no.
Tal vez para que el Camino nos cambie, tenemos que hacer un esfuerzo extra.
Sigo con nuestro protagonista que podríamos ser cualquier de nosotros: vuelve a casa, abre el armario de su casa y ahí están… siete pantalones y diez camisas. Tal vez los mira, tal vez piensa y reflexiona… tal vez se acuerda del Camino y del gran aprendizaje recibido… pero… el mes que viene irá a un centro comercial a comprarse otros pantalones.
En lugar de tener siete… ahora tiene ocho. ¿Por qué? Pues porque lo llevamos integrado en nuestra personalidad desde que nacimos. El consumismo corre por nuestras venas de forma tan natural que no podemos luchar contra él… ¿O sí? Pues sí.
Sí que podemos integrar en nuestra vida cotidiana los aprendizajes del Camino. Pero es un proceso consciente, es un aprendizaje costoso, como cuando aprendemos un idioma nuevo de mayores diferente a nuestro idioma materno que aprendimos naturalmente desde niños. En nuestro idioma materno está integrado el consumismo y el materialismo.
Así que… para integrar los aprendizajes teóricos del camino, hay que ponerse deberes, y sobre todo practicar mucho en el contexto de nuestra vida diaria para que toda esa teoría que aprendimos en el Camino de Santiago podamos llevarla a nuestra vida cotidiana. Tenemos que hacer un trasvase de aprendizaje.
Deberemos tener la motivación suficiente para hacerlo, la misma motivación que tiene un peregrino al caminar, porque nuestras conexiones neuronales ya están formadas y reforzadas en el consumismo y en el materialismo. Deberemos cambiar los modelos a imitar, si es que los tenemos. Y en lugar de imitar a un famoso que anuncia un perfume, tal vez podamos imitar a una señora que ayuda a llegar a la cima a su compañera de camino.
Deberemos formar conexiones neuronales nuevas, y reforzarlas. Reforzarlas por ejemplo con el halago de otras personas que están en el mismo proceso que nosotros. Regalándonos otro Camino. Elogiándonos a nosotros mismos y a nuestros compañeros cuando mantenemos el mismo móvil hasta que se nos rompe. O cuando conseguimos tener sólo un par de pantalones en el armario (un par de invierno y un par de verano, vale). Yo estoy en ese proceso. Estoy intentando que mi mochila de la vida, se parezca a la mochila del Camino :)
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