Camino de Santiago: Propuestas sensatas… ahora la acción
Laureano V. García Díez, veterano presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago Astur-Galaico del Interior, y a su vez de la Agrupación de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago del Camino Norte, a través de un canal tan poco habitual como es la web de Eroski-Consumer ha hecho pública una misiva, titulada «Reflexiones sobre la COVID-19 y el Camino», publicada el 24 de noviembre pasado, sobre lo que debería ser el futuro de la peregrinación jacobea tras el parón provocado por la pandemia. En ella, tras una breve exposición y animando a abrir un debate telemático entre los socios de la Agrupación del Camino Norte, se hace una serie de preguntas que aquí incluimos e intentamos comentar o responder:
¿Queremos un Camino de Santiago en el que continúe predominando la lucha de cifras?
Pues esto habría que preguntárselo, sobre todo, a la caterva de políticos, en su mayor parte indocumentados en lo que respecta al sentido histórico y tradicional de la peregrinación jacobea, responsables de las áreas ya no tanto de Cultura, sino de Turismo, que manejan el cotarro publicitario y comercial de la ruta. Ellos son los que conceden golosas subvenciones a muchas asociaciones jacobeas, no lo olvidemos, fundamentalmente para que estén tranquilitas y no molesten demasiado. Toleran, eso sí, alguna declaración grandilocuente, muy de vez en cuando, siempre y cuando se limite a la retórica clásica del amor profesado al Camino y no tenga consecuencias prácticas. Los culpables de la obsesión por la cantidad antes que la calidad, y por batir récords numéricos, con foto junto al peregrino sorprendido cada vez que se supera una barrera mediática, todos sabemos quienes son, no vale la pena perder el tiempo en ello. Han hecho mucho daño a la peregrinación tradicional, que en el fondo les importa un bledo, y seguirán en ello en cuanto les deje el Covid-19, sin cambiar una coma en su hoja de ruta. ¿Están las asociaciones dispuestas a decir basta? Esa es la cuestión y no otra.
¿Buscamos continuar con las siempre odiosas comparaciones entre una ruta jacobea y otra?
Aquí preferiríamos cambiar de registro, y pensar en los peregrinos que, al fin y al cabo, son los protagonistas de esta historia desde el siglo IX hasta el XXI. Nos tememos que la lucha entre itinerarios ya ha sido superada por las leyes del mercado, siendo evidente que el Camino se vende y compra, y que las diferentes ofertas llegan a los consumidores ya no tanto, como antaño, por el boca a boca, sino a través de la que el sistema denomina «sana concurrencia comercial», con las realidades, virtualidades y mitos que sustentan cada oferta. La primacía del Camino Francés, como acaba de plasmar Gronze en una gráfica explícita y preocupante, ya toca a su fin, y si otras rutas no remontan lo esperado, o se sienten marginadas, acaso no sea ni malo ni bueno, ni es preciso buscar culpables precisamente en la administración turística autonómica, que es lo habitual, porque de aspirar al éxito numérico estaríamos estableciendo una contradicción con la anterior pregunta.
¿Nos interesa un Camino lleno de «turigrinos» o buscamos al peregrino tradicional?
Eso ya depende de a quien se le pregunte. Lo políticamente correcto es que aquí cabemos todos y todas, ya se sabe, peregrinas y peregrinos de toda edad, país y condición, el Camino está abierto a todos y cada uno elige, bla, bla, bla, monsergas de libertad que solo encubren el brutal aprovechamiento turístico que algunos hacen del goloso pastel. Dicha explotación intensiva y sin visión de futuro, solo para sacarle el mayor jugo posible en el menor tiempo, se realiza bajo la premisa de una cortedad de miras impregnada por los ciclos políticos y conforme a modelos capitalistas periclitados (hasta que se agote el recurso, y a otra). El turigrino no es un mal o una plaga creada en un perverso laboratorio extranjero, sino una víctima del sistema sin culpa ni, en gran medida, conciencia de donde se ha metido.
¿Buscamos una hospitalidad de donativo y acogimiento o buscamos más unos lugares de más calidad pero de menos humanidad?
Los peregrinos buscan más bien lo primero, no hay más que leer los comentarios de las redes sociales, se podría escribir una tesis sobre sus ansias colmadas con la acogida, por cierto dispensada no solo por los héroes del voluntariado asociativo, sino también por personas hospitalarias que viven en el Camino y regentan negocios, albergues y otros, pero que están empapados de sus valores y los practican con los peregrinos. Hay lugares de donativo que no son precisamente un ejemplo a seguir, donde por ejemplo la limpieza, algo elemental y básico, brilla por su ausencia, y otros de pago que resultan modélicos no solo en aspectos materiales y de servicios, sino por la fraternal acogida dispensada. De perseverar en planteamientos maniqueos acabaremos por encadenarnos en los tópicos.
¿Camino espiritual o Camino de senderistas?
Esta es la madre del cordero, la pregunta clave. Tal vez poco podamos hacer, salvo patalear, para que la segunda dinámica no se imponga como ha ocurrido en ciertos tramos de los caminos peninsulares, y también en los de Francia y otros países. En cualquier caso, la solución ya no va a venir de las asociaciones diletantes, y mucho menos por la acción de la Iglesia, desaparecida en combate o dedicada a otros menesteres más productivos, sino más bien de meritorias iniciativas particulares, muchas de ellas protagonizadas por personas que han transformado su vida tras hacer el Camino, que actúan en diversos itinerarios con pasión, manteniendo viva la llama de esa ruta sagrada y espiritual con valores.
Sin embargo, sería bueno que quien ha quemado las naves, y puesto toda la carne en el asador para dispensar algún tipo de servicio en el Camino, hable sobre las necesidades que todos tenemos de vivir dignamente, y para ello, a veces, no llega con las buenas intenciones ni con la inestable generosidad de los peregrinos, y es necesario contar también con senderistas, turigrinos y lo que llegue. Esto es el mundo real, lo otro el idealismo desmoronado por el efecto Viridiana (Buñuel).
Desde luego, reflexionar siempre es positivo, aunque a veces, antes de ponerse a pensar, analizar y debatir, procede realizar, como en los ejercicios espirituales del ayer, un completo análisis de conciencia previo.
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