Camino de Santiago: Prospectiva 2020-30
Seguramente es cierto que solo existe el presente, como nos cuentan los grandes maestros espirituales de todos los tiempos, y que el pasado y el futuro no son más que entelequias, construcciones mentales que nos distraen del recto camino a la iluminación. Sin embargo, el cambio de década reciente —parece que fue hace una eternidad, ¿verdad?—, junto con la forzada quietud en la que vivimos desde hace ya demasiados días, nos invita a reflexionar sobre un futuro más o menos lejano. No somos herederos de Nostradamus, pero sí conocemos en profundidad el estado actual del Camino de Santiago, sus circunstancias, a sus peregrinos, su historia y evolución reciente, y, como cualquier otro ciudadano curioso, las tendencias que avanzan —algunas muy silenciosamente— en el mundo. Así pues, aunque sea como un «ejercicio intelectual», ponemos la bola de cristal sobre la mesa e intentaremos vislumbrar el futuro. Al fin y al cabo, es improbable que alguien lea este artículo de aquí a diez años.
Año 2020
Nuestra primera previsión: 2020 será un desastre. Esta era fácil. El Camino de Santiago, y la economía entera, se cerró atropelladamente y todos nos encerramos en casa ante la proximidad de un virus, como si de una invasión alienígena se tratara; muy distinto será, cuando la amenaza haya desaparecido, poner de nuevo a rodar los colosales engranajes del sistema económico.
El Camino, junto con el resto de la economía, puede lentamente volver a activarse a lo largo del mes de junio, en vista del precedente chino, y considerando que estemos más cerca que lejos del control de la epidemia. El confinamiento ya era un sistema efectivo antes de los romanos; nada nuevo bajo el sol. También la llegada de la temporada cálida será de ayuda. Con el virus a cero o casi cero, pero controlado, podremos volver a movernos libremente manteniendo ciertas precauciones…, pero ¿y las fronteras? ¿Cuándo volverán a abrirse? Es lógico pensar que las europeas serán las primeras en franquearse, pero sospechamos que el proceso será largo y políticamente farragoso tal como está el patio. Por supuesto, los peregrinos de otros continentes no vendrán este año, y quién sabe si el siguiente.
La necesidad humana de moverse después de un largo confinamiento, las ganas de una «conexión profunda con la naturaleza», la imposibilidad de viajar lejos o incluso un cierto sentido de la solidaridad pueden impulsar las peregrinaciones patrias. Para algunos, puede ser este el mejor año para realizar un sueño siempre pospuesto. Pero ¿compensarán los peregrinos nacionales las «bajas» de los extranjeros? Parece dudoso, pues fueron más de 200.000 el año pasado, aunque nos movemos en un terreno que nadie conoce. Y aunque así sucediera, hemos de tener en cuenta un factor de gran relevancia: los peregrinos extranjeros caminan, de media, tres veces más días que los peregrinos españoles.
Los albergues y otros servicios irán abriendo en función de la demanda, y es más que probable que algunos no lo hagan en todo el año. Un terremoto económico para la extensa red de pequeños negocios familiares, aunque previsiblemente la mayoría conseguirá sobrevivir. La demanda latente existe: lo que ayer era rentable también lo será mañana.
Años 2021-30
- Coronacrisis. Deberíamos retroceder varios siglos para observar una parada tan brutal de la economía planetaria, y por lo tanto no tenemos referencias útiles. Nadie sabe qué ocurrirá, si la pandemia nos arrastrará a una crisis económica profunda y larga —posibilidad que gana enteros— o por el contrario la recuperación será rápida. En todo caso, sí tenemos la referencia de la anterior crisis económica, que afectó a la llegada de extranjeros al Camino, mientras que aumentaron los españoles. Los precios se ajustaron, la carta desapareció de los restaurantes y el menú a 8 o 10 euros triunfó, mientras que los cuartos de literas se llenaban y los hoteles quedaban medio vacíos. En cuanto al número total de peregrinos, el Camino de Santiago sale relativamente indemne de este tipo de crisis.
- Albergues de literas. Desde un punto de vista sanitario, hemos chocado con un iceberg, y como ocurrió en el Titanic aún hay pasajeros que creen que el barco aguantará el golpe sin hundirse. Albergues los hay de muchos tipos; en un extremo están los hostels de inspiración urbana y aire cosmopolita, que ofrecen servicios de calidad, limpieza e intimidad, y en el otro extremo están los clásicos albergues de literas masificados —muchos de ellos, municipales o parroquiales— en los que se duerme a un palmo de otros peregrinos y nadie sabe ni dónde dejar la mochila. Estos últimos tuvieron su sentido hace décadas, su razón de ser, cumplieron su función, pero su tiempo pasó. El trauma del coronavirus no hará más que acelerar su cierre o profunda reforma, pues serán del todo inviables con las nuevas regulaciones y porque los mismos peregrinos pasarán a considerar el espacio, la intimidad y la higiene como una cuestión de salud y no solo de comodidad.
A los peregrinos nos gustan los albergues de cuartos compartidos; tan necesarios como las mismas flechas amarillas, el Camino sin ellos perdería gran parte de su sentido pues es donde nos relacionamos con los otros peregrinos, además de que suponen un coste sensiblemente inferior al de los alojamientos convencionales. Deberán, al igual que los otros sectores de la sociedad, adaptarse a las nuevas regulaciones —disminución de plazas, condiciones de higiene, etc.—, lo que conllevará sin ninguna duda un aumento de los precios.
- Albergues pirata. Los albergues que operan sin licencia suponen un riesgo para sus usuarios y una competencia desleal por sus costes claramente inferiores, y dañan al conjunto de la sociedad al no colaborar en la financiación de los servicios públicos. Afortunadamente, se encuentran en franco retroceso desde hace años, y es previsible que el proceso continúe. También los «apartamentos pirata» que surgieron como setas a rebufo de plataformas como Airbnb están ahora legalizándose o desapareciendo por el control de las propias plataformas, presionadas por las administraciones. Aun así, en un país como España, con una economía sumergida superior al 20% del PIB, el fenómeno cuenta con cierta persistencia.
- Internacionalización. El fuerte aumento de peregrinos extranjeros respecto a los españoles que se ha producido en los últimos tiempos quedará completamente interrumpido este año, y previsiblemente en el futuro próximo.
- Diversificación. El Camino Francés ha pasado de tener un peso del 78% en 2009 al 55% en 2019, en favor de los caminos de segundo nivel: Portugués, Norte, Inglés, Primitivo y Fisterra (la Plata come aparte). Este proceso seguirá posiblemente durante los próximos años, en una diversificación lógica. El reto, nada fácil, es incrementar los peregrinos en los caminos de tercer nivel: Salvador, Mozárabe, Vadiniense, Madrid, Catalán, Vasco Interior, Invierno, Levante, etc. Para ello se necesita más ambición, más humildad y más colaboración entre todos. Los caminos, cuando tienen caminantes, son una fuente de riqueza para las zonas rurales. Por otra parte, los caminos en Francia, una auténtica maravilla, crecen en caminantes año tras año, y los nuevos caminos de peregrinación en Italia (con la Vía Francígena como estandarte) cuentan con un potencial a medio y largo plazo enorme.
- Crisis climática. Ninguna actividad es más respetuosa con el planeta que caminar: el caminante cruza bosques, prados, pueblos y ciudades sin alterarlos; no requiere de grandes infraestructuras para comer o dormir, y lo que no es menos importante: toma plena conciencia de su cuerpo y de la naturaleza del entorno. La mayor concienciación de la población, y más aún de las generaciones jóvenes —por lo que se juegan—, sobre el calentamiento global —la más grave amenaza a la vida en el planeta que nunca antes haya existido— conllevará un importante cambio de actitudes y prioridades en cuanto a consumo y ocio.
- Ocio de proximidad. Relacionado con el punto anterior, los viajes de largo radio decaerán pues forzosamente deben realizarse en avión. Sería un error, un grave error, minusvalorar movimientos emergentes como el flygskam («vergüenza de volar»), que en el norte de Europa ya supone una significativa disminución en el uso del avión en favor del tren, o megatendencias —muy seguidas por los jóvenes— como la de evitar los cruceros por sus altas emisiones. Un ocio de proximidad más consciente y respetuoso beneficiará a los largos recorridos a pie o en bicicleta.
- Jubilación de los baby boomers. Para fastidio de las cuentas de la Seguridad Social, se acerca la hora de la jubilación para la generación más numerosa de la historia. No es difícil adivinar que una parte de sus miembros, sintiéndose sanos y aún jóvenes, contarán con el Camino de Santiago como una de las nuevas opciones de ocio ante tanto tiempo libre. No nos los imaginamos jugando al Fortnite.
«Todo irá bien», bajo un colorido arcoíris, leemos estos días en carteles colgados en las ventanas por los niños; a ello nos adscribimos, siempre que en estos próximos diez años no ocurra otra calamidad inesperada: caída de un meteorito, guerra nuclear, terremoto, tsunami, invasión marciana, glaciación súbita, otra pandemia, ascenso al poder del nazismo (o similar) o algún otro suceso que ni el mismísimo Stephen King puede alcanzar a imaginar. Veremos.
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