Las etapas más bonitas de los principales Caminos de Santiago
Desde la concepción clásica del hecho de viajar, completamente antagónica a la fugaz y banal propuesta que nos ofrece la «industria turística» —algunos se jactan de vendernos, en los últimos tiempos, algo tan personal, subjetivo y por ende intransferible como las experiencias—, tres son las fases que definen el proceso: 1. la preparación, sumamente importante, donde las ilusiones se concentran en un reducido espacio, el de nuestra cotidianeidad, que acabará estallando; 2. la propia realización, sin duda el tiempo más intenso, aunque no el más duradero; y 3. la evocación, que más allá de un consuelo debe de ser, ante todo, una satisfacción.
Pues bien, vamos a centrarnos ahora en el punto 3, pero también en el 1, en la seguridad de que pronto todos estaremos de nuevo implicados en el modo 2, porque el Camino sin peregrinos es un itinerario muerto.
Algunos nos habéis enviado vuestras sugerencias para determinar cuál podría ser la etapa más bella de cada uno de los Caminos. Vamos a comentarlas teniendo en cuenta, siempre, que esto no es más que una travesía a través de la subjetividad y los consensos.
Camino Francés
Por ser la ruta más recorrida, también es de la que proceden más comentarios, así como una pauta que va a ser la norma: la montaña y los bosques influyen decisivamente en la percepción positiva de los tramos.
Nos proponéis, y estamos de acuerdo, que las etapas más bellas son el cruce de Pirineos de Saint-Jean-Pied-de-Port a Roncesvalles y por Somport hasta Jaca, el de los montes de León entre Astorga y Molinaseca, y la subida a O Cebreiro, incluida la variante de Pradela, todo montañas. A continuación, también citáis tramos de alto valor geológico (la variante de la Foz de Lumbier, en el Aragonés de Sangüesa a Monreal) o especialmente boscosas (de Triacastela a Sarria por San Xil o Samos).
Nosotros añadiríamos, por el equilibrio entre un territorio agrario y de pequeños núcleos monumentales y rurales, alguna etapa navarra, por ejemplo la de Puente la Reina a Estella, y quizá otra de la denostada meseta, tal la que va de Carrión de los Condes a Terradillos, o la que concluye en Bercianos del Real Camino, sobre todo si hablamos de la primavera.
Camino Primitivo
Aquí es tanta la montaña, y tantos los tramos arbolados, que, con idéntico criterio al planteado para el Camino Francés, la elección resulta más compleja. Acaso por ello habéis elegido los sectores más despoblados y solitarios, como la variante de los Hospitales, entre Borres y Berducedo, y la etapa que desde aquí prosigue a Grandas de Salime por el puerto del Palo y La Mesa.
Camino Norte
Vuestras sugerencias han destacado la belleza de la etapa inicial, entre Irún y Donostia por el monte Jaizkibel, siempre próxima a la costa y con el paso de barca de Pasaia, y otra de terreno montuoso reforestado con pinares, la de Deba a Markina, realmente magnífica. Más allá de Euzkadi apuntaríamos aquella cántabra que va de Comillas a Colombres, con la espectacular bajada a San Vicente de la Barquera; en Asturias tal vez la de Llanes a Ribadesella, no lejos del mar y por un amable territorio rural con alternancia de prados y bosquetes; y ya en Galicia, donde la eucaliptización masiva de A Mariña causa tanto daño al paisaje, la que recorre la Terra Chá entre Mondoñedo y Vilalba.
Camino Portugués
Pocos comentarios nos han llegado del Camino Portugués, y menos aún del Central. En nuestra opinión hay etapas muy seductoras al inicio, como la que va de Azambuja hasta Santarem por las lezírias sedimentarias del Tejo, o, ya en el Minho, la de Barcelos a Ponte de Lima, entre viñedos y pazos.
En cuanto a la variante por la costa, habéis mencionado la etapa de Vigo a Redondela una vez que se toma la Senda da Traída da Auga, en gran medida por las vistas que se obtienen sobre la ría de Vigo con el estrecho de Rande y la ensenada de San Simón. A ella podríamos sumar el trayecto de Viana do Castelo a Caminha por las variantes litorales, para quien guste de caminar junto al océano con la silueta del monte de Santa Trega recortado en el horizonte.
Vía de la Plata
En tan largo itinerario nos permitimos seleccionar cuatro etapas muy diferentes: en el inicio la de Castilblanco de los Arroyos a Almadén de la Plata, bosques mediterráneos y montaña; por Extremadura la de Carcaboso a Aldeanueva del Camino, quizá la que mejor ejemplifica el tránsito por la calzada romana, con el arco de Cáparra a la vera; ya en Zamora la de Santa Marta de Tera a Mombuey, de nuevo por la humildad y a la vez grandeza de ese paisaje agrario rural salpicado por masas de monte bajo; y en Galicia, sin duda, aquella que recorre la Serra Seca entre A Gudiña y Laza, que solo podemos calificar de solemne. Hay otros tramos de gran riqueza paisajística, pero alterados por la proximidad de las grandes vías de comunicación.
Camino Inglés
Si tienes querencia por el mar, tal vez tu etapa favorita pueda ser Pontedeume-Betanzos, pero si prefieres las tierras del interior, es más oportuno que elijas la subida desde Betanzos hasta Hospital de Bruma. En cualquier caso, varios sectores de este itinerario han sido desvalorizadas por la nueva traza aprobada por la Xunta de Galicia en 2017, que nos obliga a caminar por carreteras peligrosas, junto a la Autopista del Atlántico o por pistas de concentración parcelaria sin el más mínimo interés. Es por ello que todas las etapas, aunque cada una posea su encanto, también están acechadas por ciertos demonios.
Camino de Invierno
En un itinerario tan favorecido desde el punto de vista del paisaje, hay un consenso generalizado en resaltar dos puntos, más que etapas, como sobresalientes: la llegada a las Médulas, en la jornada con inicio en Ponferrada, y sobre todo el tránsito por el corazón de la Ribeira Sacra, especialmente entre Monforte y Chantada con la bajada y subida por el cañón del Miño en Belesar.
Prolongación a Fisterra y Muxía
Para concluir, y dada la simbología y el sentido de este apéndice jacobeo, lo más lógico sería elegir las etapas que llegan a sendas metas: la de Olveiroa a Fisterra, y la de Olveiroa a Muxía, pero sin olvidar la que une a ambas villas marineras, a través de Lires y con algún asomo a la Costa da Morte.
Conclusión
En la valoración de las etapas, por lo tanto, la naturaleza vence a la obra humana, por lo que hemos de reiterar ese pensamiento de Johann Wolfgang von Goethe, que incluimos siempre en nuestras guías, de que para el hombre urbano la naturaleza es «el gran calmante del alma moderna», un retorno a los orígenes frente a las aglomeraciones únicamente diseñadas al servicio de la producción y el consumo, donde nos han recluido para mayor beneficio del capital y en las que con tanta facilidad se expanden los virus.
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