Lisboa turística y jacobea: 27 sugerencias para empezar con buen pie el Camino Portugués
La Venecia de hoy ya no es aquella ciudad romántica y decadente que retrató Tomas Mann y que Visconti tradujo en imágenes; tampoco Praga sigue siendo la de Kafka, ni Buenos Aires el de Borges. El mundo y todas sus ciudades cambian, incluso las más bellas. Lisboa no es una excepción.
Los cinéfilos recordarán la imagen de aquella sofocante Lisboa del verano de 1938 donde transcurría Sostiene Pereira, la gran novela del italiano Antonio Tabucchi, llevada a la pantalla por un genial Marcello Mastroianni y con la maravillosa música de Ennio Morricone. Uno de sus escenarios, el desvencijado tranvía 28 que cogía habitualmente Pereira, periodista anciano, viudo y cardiópata, hoy se ha convertido en un reclamo turístico de primera, y durante todo el día circula atestado de jóvenes vociferantes armados con sus palos de selfie.
A pesar de los cambios sufridos, Lisboa sigue siendo una ciudad luminosa y amable en la que conviven historia, tradiciones y modernidad. Ello no pasará desapercibido a los peregrinos que inicien aquí su Camino Portugués, pues nosotros –a diferencia de los turistas de fin de semana– somos viajeros de largo recorrido, que casi sin querer vamos descubriendo, jornada tras jornada, la caleidoscópica realidad de las regiones que atravesamos.
Aunque los peregrinos solemos preferir la tranquilidad de caminar por el campo al ajetreo de las ciudades, aquellos que aún no conozcan Lisboa deberían dedicar como mínimo un par de jornadas –o varias tardes– a visitar los principales monumentos, barrios históricos y puntos de interés de la ciudad. Aquí van algunas sugerencias:
1. Puesto que nuestro camino arranca desde la Sé-catedral de Lisboa, sería recomendable sellar aquí a primera hora y aprovechar para visitar el templo y su claustro mientras todavía no hayan sido invadidos por los grupos de turistas. Estamos en un edificio románico con aspecto de fortaleza, cuya construcción se inició a partir del año 1147, cuando el rey Afonso Henriques –primer monarca del nuevo reino recién independizado– conquistó al-Hushbuna a los musulmanes. Sucesivas excavaciones han descubierto que la catedral fue erigida sobre los restos superpuestos de un antiguo templo romano, otro visigodo y una mezquita.
2. Aunque lo habitual sea poner el primer sello o carimbo en la catedral, también podemos hacerlo en la basílica de los Mártires en lo alto de la Rua Garrett, en el Chiado (de 10h a 17h). En la misma calle no podemos dejar de saludar al poeta Fernando Pessoa, cuya figura encontraremos a pocos metros de allí, sentado eternamente en una mesita de la terraza del famoso café A Brasileira.
3. Otra posibilidad sería sellar en el Centro Galego de Lisboa (Rua Julio Andrade 3), en una preciosa torre señorial junto al Jardim do Torel, que cuenta con restaurante y terraza.
4. Como anuncian varios carteles en su fachada, otro punto histórico donde iniciar el camino sería la iglesia de São Tiago, en la subida hacia el Castelo; pero no resultará fácil sellar aquí dado que solamente abre dos días a la semana. Hoy por hoy las flechas amarillas arrancan de la puerta de la Sé-catedral, a apenas 300 metros de dicha iglesia, y es también en la catedral donde los peregrinos solemos adquirir la credencial.
5. Resulta un tanto sorprendente que la credencial que se entrega en Portugal esté escrita sólo en español, pues utilizan el modelo estándar que edita la Catedral de Santiago de Compostela; por ello habrá quien prefiera llevarla ya de casa para ahorrarse esperas y problemas. Contra dicha unificación, a muchos nos gustaría que volvieran a autorizar la creación de credenciales específicas de cada camino, con diseños diferentes y expedidas tan solo por las Asociaciones que los promueven, en lugar de este absurdo afán por centralizar y uniformizar. Ahí queda la propuesta.
6. El trazado del Camino Portugués atraviesa los barrios de la Alfama y del Parque das Nações, que podremos conocer durante nuestro recorrido de salida de la ciudad; pero también merecen un paseo sosegado otras zonas históricas de Lisboa: Castelo, Graça, la Cidade Baixa, el Chiado, el animado Bairro Alto, Estrela, la Praça do Rossio… Sin olvidar el Jardim Botânico, un oasis paradisíaco a dos pasos del centro. Todas ellas quedan relativamente próximas entre si, por lo que será fácil programar uno o varios recorridos a pie. Tan solo necesitaremos un plano de la ciudad, que podemos conseguir en el hotel o en las oficinas de turismo; la ruta la dejamos a vuestra elección.
7. El barrio más alejado del centro es Belém, donde podemos llegar en bus, tren o tranvía. Allí visitaremos el monasterio de los Jerónimos y la cercana Torre de Belém; ambos edificios datan de principios del s. XVI y son las mejores muestras del estilo manuelino, a caballo entre el gótico tardío y el renacimiento.
8. Sería un pecado irse de Belém sin degustar sus famosos pastéis de nata (que en realidad son tartaletas de hojaldre con crema). Dicen que los originales son los de la Antiga Confeitaria de Belém, aunque si hay mucha cola podemos comprarlos en cualquier otro lugar.
9. Aquellos que dispongan de varios días pueden ampliar las visitas a las cercanas villas de Cascais, Estoril y Sintra. Lo más fácil para llegar a ellas son los trenes de cercanías.
10. Movernos en transporte público por la región de Lisboa es fácil y bastante económico. Deberemos adquirir en las máquinas expendedoras una tarjeta recargable (llamada Viva Viagem o 7 Colinas) que cuesta 0,50 euros y tiene validez durante un año. Lo habitual es cargarla con el importe de unos pocos viajes o con el precio exacto del trayecto que vayamos a realizar. La misma tarjeta sirve para metro, autobuses, tranvías, ferries, funiculares y trenes de cercanías.
11. Aunque a veces no haya tornos ni controles de acceso, deberemos validar siempre la tarjeta antes de entrar en el andén pasándola por un sensor de contacto que, si la detecta y ésta dispone de saldo, parpadeará en verde; conviene también llevar el comprobante de las recargas realizadas, porque pueden pedirlo los revisores.
12. Como ya hemos comentado, los famosos tranvías amarillos de la línea 28 suelen estar abarrotados de turistas durante la mayor parte del día, y eso lo saben también los carteristas. Si lo cogemos a primera hora tal vez tengamos suerte y podamos sentarnos. Pero si nuestro deseo es simplemente subir a un tranvía antiguo tenemos otras líneas que por la tarde suelen ir casi de vacío.
13. El trayecto del tranvía 28 entre la Baixa y Castelo también se puede recorrer a pie, que para eso somos esforzados peregrinos. Recomendamos hacer varias paradas durante la subida: en la catedral, el mirador de Santa Luzia, la iglesia de São Tiago, Portas do Sol… Las vistas desde las torres del Castelo de São Jorge son estupendas, pero el recinto suele estar masificado la mayor parte del día.
14. Lisboa, igual que Roma, se extiende entre siete colinas. En ellas tenemos diferentes miradores desde donde contemplar sus preciosos atardeceres, a veces con bares y terrazas chill-out al estilo ibicenco. Otra posibilidad sería bajar hasta la Praça do Comércio (Terreiro do Paço), que a esa hora ya se habrá despejado bastante, y sentarnos a la orilla del embarcadero para ver la puesta de sol con el río y el puente 25 de Abril al fondo.
15. Lisboa y Coímbra se disputan la capitalidad del fado, un estilo de canción tradicional, triste y melancólica, que se canta a una sola voz con acompañamiento de guitarra portuguesa. El nombre parece derivar de fatum (destino). Otra expresión melancólica pero bellísima en portugués es saudade, palabra intraducible que expresa un sentimiento a caballo entre la nostalgia y la añoranza. La mezcla de fado y saudade puede provocar las emociones más profundas o el más solemne aburrimiento, dependiendo del estado de ánimo del auditorio.
16. Los locales de fado se hallan mayoritariamente en la Alfama, el barrio más antiguo y popular de la ciudad, repleto de callejuelas, rincones y patios pintorescos. Si bien nació como arrabal de pescadores, tras la globalización la zona ha pasado a albergar bares modernos, restaurantes de cocinas exóticas y cientos de apartamentos turísticos.
17. El centro de Lisboa dispone de tres funiculares (Lavra, Glória y Bica) y diversos ascensores urbanos que ayudan a salvar los desniveles de su accidentada orografía. El más famoso es el elevador de Santa Justa que, como no podía ser de otra manera, se atribuye errónea e interesadamente a Gustave Eiffel, como tantísimos otros puentes con estructura metálica a lo largo y ancho de la geografía europea.
18. También tiene estructura de hierro el mercado de la Ribera, edificio del siglo XIX situado frente al Cais do Sodré, que se ha convertido ahora en un espacio gastronómico fusión-moderno-súper-mega-guay donde los chefs más in preparan todo tipo de sushi, tartar, hamburguesas, mariscos o tapas. Ni decir tiene que la nave central del mercado, con mesas corridas, se llena a diario –y hasta la bandera– de un público mayoritariamente foráneo. Con la misma fórmula pero menos concurrido tenemos también el mercado de Campo de Ourique, en el barrio de Estrela.
19. El mercadillo más cool de Lisboa, con aire desenfadado y al estilo del Candem londinense, se llama LX Factory; se halla en una antigua fábrica en Alcântara, de camino hacia Belém. Cuenta con muros pintados con grafitis, puestos de ropa moderna, otros de ropa vintage, muebles, antigüedades, libros, tatoos… Todo ello aderezado con música, mucho diseño y diferentes locales donde se puede comer o picar algo.
20. Lisboa no resulta la mejor ciudad para ir con zapatos de tacón alto. El pavimento de las aceras es a base de adoquines, un firme irregular que sufriremos a menudo durante nuestro camino. Su origen se debe al terrible terremoto de 1755 que destruyó la ciudad: tras éste, el marqués de Pombal decidió aprovechar los escombros de los miles de edificios derrumbados, reconvertidos en adoquines con los que se pavimentaron calles, plazas y caminos de herradura por todo el país.
21. El sismo de 1755 fue de una intensidad brutal: según parece alcanzó el grado 9, afectando a buena parte de la península ibérica, y dio lugar a un maremoto o tsunami con olas enormes; otra de sus consecuencias fue un incendio que asoló toda la ciudad y que tardaron cinco días en sofocar. Se calcula que a causa del desastre murió una tercera parte de la población de Lisboa.
22. El lugar que mejor evoca dicho terremoto de 1755 son las ruinas del convento do Carmo, bien visible desde el elevador de Santa Justa, donde sus arcos góticos resistieron el temblor mientras las bóvedas se hundieron. Y así sigue, con su estructura desnuda en recuerdo a las víctimas.
23. Otra desgracia más reciente acaeció en 1988, cuando la zona central del Chiado quedó destruida por un pavoroso incendio. En pocos años los edificios afectados fueron reconstruidos, manteniendo sus fachadas, y hoy constituyen una arteria comercial con tiendas de marcas internacionales.
24. Un aviso a los peregrinos que piensen que pueden presentarse en Lisboa sin reserva previa: la vorágine turística desde que la ciudad se convirtió en destino de vuelos low cost provoca que los hoteles y hostels del centro estén casi siempre completos, sin importar la época del año. Es conveniente reservar con antelación, ni que sea sólo para una noche, o nos arriesgamos a pasar horas caminando con la mochila a cuestas buscando alojamiento. Lo digo por experiencia propia… Además el precio de la reserva hecha anticipadamente en portales de internet suele ser más bajo que el que nos ofrecerán si nos presentamos directamente en el hotel.
25. Lisboa tiene decenas de lugares donde comer buena cocina portuguesa, en los que el menú –la diária– o los pratos del dia son de calidad envidiable y resultan más económicos que en España. Para localizar estas perlas ocultas, que probablemente no aparezcan en lo alto de las listas de Trip Advisor, debemos huir de las cadenas de comida rápida y de los restaurantes típicos para turistas; por mi experiencia lo mejor es abordar educadamente a varios autóctonos por la calle y preguntarles dónde nos sugieren ir a comer. Estudiantes, hipsters, funcionarios, parejas de enamorados, abuelitas en chándal… Nuestra satisfacción gastronómica va a depender de seleccionar entre las recomendaciones de las personas consultadas. Y os aseguro que suelen acertar.
26. Como decía, gracias a los consejos de los lugareños he podido comer de maravilla en sitios increíbles, algunos de los cuales dudaría en calificar como restaurantes. Es básico ir siempre con actitud open mind, pues en Portugal resulta muy común que la calidad de la comida sea inversamente proporcional a la localización y a la estética del local. Mi prioridad en los caminos serían lugares que cumplan dos de las tres B (bueno y barato), lo cual a menudo está reñido con la B de bonito. Resumiendo: en este Camino Portugués será habitual disfrutar de una comida fabulosa en locales francamente cutres pero entrañables, al más puro estilo Cuéntame, donde nunca habrías entrado si no te lo recomiendan previamente.
27. Los portugueses son gente muy amable y servicial, y agradecen especialmente que intentemos dirigirnos a ellos en su lengua –que es preciosa–, incluso si sólo disponemos de cuatro frases chapurreadas en un mediocre portuñol. La más importante, aquella expresión mágica que debemos utilizar en cualquier situación, aquella que lo facilita todo y que dejará en nuestro interlocutor el mejor recuerdo, son dos palabras muy fáciles de pronunciar. Repetid conmigo: muito obrigado. ¿Veis como con educación todo resulta fácil en Portugal?
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