Acogida cristiana en el Camino de Santiago
Cuando un individuo, una institución o un país sienten que algo es suyo, por haberlo construido de algún modo o vivido intensamente hasta generar arraigo, y en un determinado momento perciben que alguien se lo ha arrebatado, apropiándose de ese valor material o inmaterial, suelen reaccionar airados para reconquistarlo. Sirva el circunloquio para explicar la situación que vive la Iglesia católica respecto al Camino de Santiago, porque sin necesidad de remitirnos al Medievo la institución gozó de un notable protagonismo en el renacimiento jacobeo de la década de los 80, pero lo fue perdiendo, paulatinamente, a medida que la administración gallega se sacó de la manga aquel invento del Xacobeo, modelo que fue copiado, para ir convirtiendo el Camino en un producto turístico, por las restantes comunidades autónomas.
Una primera reacción se dio en 1994, cuando vistos los excesos del primer Xacobeo se pretendió, sin el más mínimo éxito, resucitar a la ya por entonces embalsamada Archicofradía del Glorioso Apóstol Santiago, que se había convertido en una antigualla honorífica sin papel alguno en el movimiento del Camino de Santiago. En noviembre de aquel año tuvo lugar el I Encuentro Internacional de Cofradías del Apóstol, agrupaciones llamadas a recuperar su misión primigenia, tal era la del culto a Santiago y la promoción de su santuario y caminos, al tiempo que contrarrestar el excesivo protagonismo de las asociaciones de amigos del Camino. La iniciativa no cuajó.
Desde entonces, la Iglesia compostelana ha intentado actuar en el Camino a través de diferentes proyectos, pero la realidad es tozuda, y si por una parte la dimensión turística y comercial de los itinerarios jacobeos se va imponiendo sin remisión, la escasez de huestes, con los seminarios semivacíos y un clero envejecido, no coadyuva a que se puedan llevar a buen puerto los objetivos.
Una prueba de que en muchos casos se tira la toalla, en relación con el inmenso patrimonio construido que, empleando la definición de los liberales decimonónicos, vuelve a estar en “manos muertas”, sin capacidad financiera para ponerlo en valor, es que la Iglesia ha ido soltando lastre y deshaciéndose, mediante venta, de algunas posesiones. En la mayoría de las ocasiones, sin embargo, no se ha cedido la propiedad, sino tan solo el usufructo durante un período determinado de tiempo, firmado convenios al uso con particulares o empresas, sobre todo del ámbito turístico, para desarrollar albergues u hoteles.
Por lo que atañe a los albergues que dependían directamente de parroquias, comunidades religiosas o cofradías, en muchos casos han ido abandonando la acogida tradicional, sustentada en los donativos, para comenzar a funcionar como albergues turísticos, modelo que también se ha trasladado a algunas hospederías diocesanas o monásticas.
Entre las últimas ideas para revertir la situación hemos de resaltar la voluntad de que los albergues de acogida cristiana trabajen, de algún modo y a pesar de su diferente origen, estilo y tipo de gestión, bajo unas premisas comunes. Para ello, en 2009 fue creada la marca “Acogida Cristiana en el Camino (ACC)”. Auspiciada por el cabildo compostelano y la Archicofradía, agrupa a algunos albergues con la participación del Centro Internacional de Acogida del Peregrino de Santiago (mal asunto, dados sus bandazos favoreciendo descaradamente el turismo), los delegados diocesanos del Camino, párrocos, comunidades religiosas y voluntarios.
En una primera fase se integraron siete albergues colaboradores, todos del Camino Francés. Inspirados en el modelo implementado por las asociaciones jacobeas, plenamente operativo desde hace un par de décadas, se ha desarrollado el voluntariado y una acogida que no busca hacer negocio, sino prestar un servicio para el cuerpo y el alma a quien lo demande. Actualmente, aunque no todos están implicados al mismo nivel, se cuentan 35 albergues en el Camino Francés, además de algunos lugares de atención pastoral. En otras rutas también hay ejemplos de la hospitalidad cristiana: Arrés y Eunate, en el ramal Francés de Aragón; Valdediós en el Primitivo; Ziortza, Marquina, Güemes, Cóbreces o Sobrado dos Monxes en el Norte; Herbón en el Portugués; hasta ocho albergues en la Vía de la Plata y el Camino Sanabrés, con Fuenterroble de Salvatierra como estandarte; cinco en el Catalán, tres en el de Madrid y otros en los itinerarios de Levante, la Lana (Silos) y Mozárabe.
La coordinación se ha ido estableciendo poco a poco, y la puesta en común a través de los congresos de Acogida Cristiana y Nueva Evangelización, organizados anualmente desde 2013 por el cabildo de la catedral de Santiago, el quinto en noviembre pasado. Desde 2014 también se realizan encuentros de hospitaleros.
Antolín de Cela, rector de la Encina en Ponferrada, responsable del albergue de la ciudad y una de las personas que más se ha esforzado en hospedar a los peregrinos en refugios parroquiales, facilitando las gestiones en Rabanal del Camino (Gaucelmo), Foncebadón (Domus Dei), El Acebo y Ponferrada (San Nicolás de Flüe), es claro al indicar que la acogida en estos locales, frente al mercantilismo reinante en el Camino, se distingue por su gratuidad (donativo voluntario), por no aceptar reservas ni entradas antes de las 15 h, y todo ello con la inestimable ayuda de voluntarios, que no faltan cada año.
La acogida cristiana se entiende como un contrapeso a la implacable deriva turística, en el deseo de mantener el espíritu originario del Camino, que aún hoy mueve a muchos peregrinos en busca del perdón, la reflexión y la gracia. Sin embargo, no se han dado pasos decisivos para unir fuerzas con las asociaciones jacobeas, que desarrollan un cometido similar en el campo de la hospitalidad, y que si bien no tienen una orientación cristiana propiamente dicha, sí participan de los valores evangélicos en gran medida.
Entre las contradicciones de este programa hemos de recordar algunas oportunidades perdidas, entre ellas las provocadas por la cesión a empresas privadas de hostelería o agencias de grandes edificios que podían haber jugado un importante rol: pensemos en el convento de A Madalena de Sarria, epicentro de la locura de los 100 últimos km, o en el Seminario Menor compostelano, y otro tanto cabe decir de parte de las dependencias del Seminario Mayor (San Martiño Pinario), transformadas en un hotel de bajo coste. La Iglesia de Santiago no predica, precisamente, con el ejemplo, y en la ciudad-meta tan sólo existe un albergue, en Fontiñas y anejo a una parroquia, de la marca ACC, que en ningún caso, desde luego, debe ser confundida con la cadena hotelera de Antonio Catalán al cuadrado...
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