Santiago de Compostela, mucho más que la catedral
Aunque pueda parecer increíble, los peregrinos que llegan a Santiago, y muchos de los turistas, se limitan a visitar la catedral, las plazas y rúas inmediatas, algún otro lugar del casco antiguo que cae de paso y, como mucho esfuerzo, la alameda para sacarse la foto de rigor con el Obradoiro al fondo (Paseo da Ferradura), y tal vez otra entre las dos Marías.
Según estudios recientes sobre el patrón de las visitas, el segundo lugar de mayor interés en la ciudad no es un monumento o un parque, sino el Mercado de Abastos, acaso por ser el foco que mejor ejemplifica la buena despensa gallega, uno de los grandes reclamos del país.
Turismo de Santiago siempre se queja de que la estancia media de los viajeros en la ciudad es baja, y no tanto por falta de recursos de interés, o de una oferta cultural y gastronómica muy superior a lo que correspondería a una urbe pequeña como la capital gallega (no llega a los 100.000 habitantes), que además posee un entorno muy atractivo y buenas comunicaciones para acercarse, por ejemplo, hasta A Coruña y el Golfo Ártabro, o Pontevedra, Vigo y las Rías Baixas, regresando en el mismo día. El problema de la baja estancia radica, sobre todo, en la falta de información, y también porque los peregrinos no suelen reservar más de un día para permanecer en la ciudad.
Y sin embargo, Compostela es mucho más que la catedral y su casco histórico, declarado Patrimonio Mundial de la Unesco en 1985, o que su mercado de abastos, calles de los vinos y alameda. De ello vamos a dar hoy testimonio visitando cuatro lugares poco conocidos:
1. LA RIBEIRA DO SARELA Y SUS MOLINOS
De muy fácil y rápido acceso a partir del centro, pues basta con seguir desde el Obradoiro la Rúa das Hortas y, en la encrucijada do Cruceiro do Gaio, tomar la calle que desciende al Carme de Abaixo, con su capilla barroca del siglo XVIII. Próxima a ella queda el convento de las Oblatas, orden femenina creada para apartar a las prostitutas o «arrepentidas» del oficio, que tenía en el Pombal y en esta zona su principal foco.
Desde el puente de piedra del Carme os proponemos seguir el curso de las aguas del Sarela, que pese a su modesto cauce jugó un importante papel para la ciudad moviendo numerosos molinos y, sobre todo desde el siglo XIX, también un buen número de curtidurías, algunas de las cuales han sido recuperadas como viviendas.
Resulta muy ameno el recorrido, una senda por el tupido bosque fluvial de galería, hasta Ponte Sarela (1,5 km). Por este puente parte de la ciudad, casi de incógnito, la prolongación a Fisterra y Muxía. En sentido inverso se regresa al Obradoiro por la Carballeira de San Lourenzo, cantada por Rosalía de Castro, y la rúa homónima.
2. CONXO Y SU CÉLEBRE BANQUETE
Conxo es uno de los barrios de la ciudad, al que se llega bien a pie desde el Ensanche, cruzando la Av. de Romero Donallo, que marca un límite o ronda al sur, y bajando luego por la Av. de Vilagarcía, que se prolonga en las rúas García Prieto y Sánchez Freire (la actual entrada del Camino Portugués). Superado el periférico, con la estatua de António Fraguas, ya divisamos en proximidad el monasterio. El concepto de la distancia ha cambiado, y antes se decía vaiche na misa de Conxo para indicar que alguien tardaría mucho en llegar.
La iglesia barroca de la Mercé de Conxo, que perteneció al monasterio benito femenino posteriormente ocupado por los mercedarios, custodia en su interior, con capilla propia de gran tamaño en estilo barroco de placas, una talla que antaño era muy venerada por los compostelanos y valorada por los viajeros: el Crucificado de Gregorio Fernández (1628), maestro de la escuela vallisoletana natural de Sarria. Reparemos, igualmente, en el bello Santiago Peregrino dispuesto en un altar.
Para arreglar la plaza del convento se talaron en 2020, en medio de una gran protesta vecinal que no comulgaba con los diseños arboricidas de los arquitectos actuales, un gran cedro de Oregón, sauces y demás ejemplares.
El monasterio se encuentra, desde finales del siglo XIX, ocupado por un sanatorio psiquiátrico; preguntando en la recepción, quizá os dejen echar una ojeada al claustro, que conserva parte de la fábrica románica. El cardenal Payá lo habilitó y amplió con nuevos y suntuosos pabellones, que se disponen alrededor de un gran parque.
Rodeando el recinto descendemos al Sar, el mayor de los dos ríos compostelanos, y siguiendo un encantador paseo fluvial encontraremos el robledal o carballeira en la que se celebró el célebre Banquete de Conxo, recordado en un vistoso mural cerámico. Este banquete democrático, que tuvo lugar el 2 de marzo de 1856, consistió en una confraternización de los obreros y artesanos con los estudiantes universitarios, y en él participaron los poetas Aurelio Aguirre, Eduardo Pondal y, se cree, también Rosalía de Castro. La clasista sociedad compostelana de su tiempo, con el arzobispo salmantino Miguel García Cuesta y otras autoridades civiles al frente, no podía tolerar esta acción «libertaria», y pronto tomaron cartas en el asunto para reprimir a los participantes.
Por cierto, un roble de aquel bosque, con 30 m de altura, 4 de diámetro en la base del tronco y una edad próxima a los 250 años, acaba de ser elegido árbol hispano del año 2022.
Antes de partir, en el vecino parque de Pontepereda podemos conocer la escultura que Soledad Penalta, en acero cortén, dedicó en 2011 a los tres personajes antes citados del Banquete de Conxo. Figuración abstracta, avisamos.
3. EL MUSEO DE LA EDUCACIÓN
En San Lázaro, por donde entramos los peregrinos que hemos seguido los caminos Francés, Norte o Primitivo, muy cerca de donde estuvo el histórico lazareto, ahora ocupado por diversos organismos de la administración autonómica, se encuentra un moderno edificio que suele pasar desapercibido. Se trata del Museo Pedagóxico de Galicia-MUPEGA, una instalación de acceso gratuito en el que muchos regresarán con nostalgia o repelús, sobre todo los que ya hayan cumplido los 50 años, a los tiempos mozos de la escuela.
Basta indicar que acoge todo tipo de piezas referidas a la historia de la educación gallega, con materiales en algún caso realmente sorprendentes, así los que formaban parte de los gabinetes científicos de los institutos. No obstante, lo que más suele llamar la atención es la meticulosa reconstrucción de varias aulas, de diferentes épocas, con sus pupitres, encerados, mesa del profesor, bandera y diversos utensilios. La más moderna es la funcional de los años 60 y 70, toda una tortura para la espalda que algunos padecimos.
4. LA MITOLOGÍA GALLEGA EN EL MONTE DO VISO
Una última incorporación a la oferta de rutas pedestres, que en Santiago es muy rica y se puede realizar por numerosos parques urbanos, es la del Xiro dos Montes de Compostela, circuito de nada menos que 34 km que permite recorrer los que rodean la ciudad, entre ellos O Pedroso y el Monte do Gozo. Uno de sus jalones es el Monte do Viso, algo alejado para ir a pie (para un peregrino bregado un paseo) pero próximo a la Cidade da Cultura, que está bien comunicada con el centro por autobús (línea 9, fin de semana la C11). Una vez en ella, desde la rotonda superior (acceso desde la autopista), se pasa sobre la A-9 y al otro lado ya se accede por una pista asfaltada al aparcamiento en el que comienza la ruta.
El itinerario mitológico gallego no nació con vocación de permanencia, pero dado su éxito desde la instalación, a finales de 2020, un auténtico bombazo en las redes entre las familias con niños, ahora se está potenciando como un recurso saludable y educativo. La propuesta es sencilla, pues ha consistido en la colocación de una serie de estatuas concebidas por el escultor José Manuel Méndez Rodríguez, al estilo del cómic, representativas de la mitología gallega.
A la vuelta de un giro del camino, dentro de una cavidad, encaramadas a peñascos o desde la rama de un árbol van apareciendo mouros y mouras, a lamia, el gatipedro, el nubeiro, la meiga, la coca, los biosbardos, etc… Descubrirlos se ha convertido en una aventura y un reto, pero también en una fuente de conocimiento, ya que una placa los identifica y describe.
Siempre por caminos de tierra y en gran parte, salvo en la cumbre, por un bosque mixto de robles, pinos y eucaliptos, incluyendo algunas cuestecillas para que no perdamos la forma del Camino, el circuito lleva una hora de caminata.
Desde lo alto, donde se sitúa la estatua del mítico caudillo céltico Breogán, el del fogar que se canta en el himno gallego (poema Os Pinos, de Eduardo Pondal), se divisa la cara este de la ciudad al modo de un segundo Monte do Gozo, desde luego más próximo, con la Cidade da Cultura en primer plano. Y por cierto, una Cidade da Cultura que, para los amantes de la arquitectura contemporánea y las exposiciones, constituye otra cita ineludible. La reservamos para otra entrega.
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