Camino Aragonés ¿Quo Vadis?
Para empezar, nada de Camino Aragonés, Camino Francés por Aragón, porque esto es el rigor histórico, y el paso de Somport fue anterior al de Ibañeta o Lepoeder, por Roncesvalles para entendernos, en lo que atañe a la circulación de los primeros peregrinos transpirenaicos. Ahí estaba el hospital de Santa Cristina de Somport, nada menos que en el Códice Calixtino, como uno de los tres pilares caritativos de la Cristiandad, ¡tiempos aquellos! Pero bien sabemos que las primacías de antaño de nada valen una vez que las aguas fluyen, que se lo digan al Camino Primitivo, que tardó décadas en despertar de su letargo por más que los asturianos no paraban de reivindicar a Alfonso II y su reino. Tras unos primeros pasos esplendorosos, pues es menester recordar que Jaca fue sede, en 1987 -en septiembre se cumplirán treinta años-, del I Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas, en el que aún con Elías Valiña al frente se sentaron las bases de la moderna revitalización del Camino de Santiago, la ruta por Aragón se ha dormido en los laureles a la vez que ha padecido, también hay que recordarlo, graves atentados en su patrimonio.
Las cifras actuales certifican con contundencia la debacle del itinerario por Somport y Jaca. Según las estadísticas de la catedral compostelana, la ruta se puede calificar como residual en las preferencias de los peregrinos, ocupando Somport el puesto 34 entre los elegidos para la partida, con un 0,20% del total y poco más de 500 peregrinos al año, superada por los lugares más variopintos, y ya no digamos Jaca, sólo con el 0,05% y unos 150 peregrinos. Compárenlos con los 38.500 que han salido, sumando ambos, de St-Jean-Pied-de-Port y Roncesvalles en 2015. El dato es aún más triste si consideramos que el Camino Aragonés se está convirtiendo no en la parte inicial de un itinerario de larga distancia, sino en opción secundaria en sí misma, puro senderismo, entre Somport y Puente la Reina. De mi última peregrinación por esta vía, que comenzó en Lescar, sólo puedo decir que de 15 peregrinos que coincidíamos a diario, 14 se fueron a su casa en Puente la Reina, y desde allí seguí, como un bicho raro, hacia Santiago.
Para buscar soluciones a este desaguisado, que en clave política siempre es culpa de los anteriores gestores, han sido convocadas, entre el 17 y el 19 de marzo por el Gobierno de Aragón, el Ayuntamiento de Jaca y la Asociación jacobea local, las Jornadas Internacionales para la Revitalización del Camino de Santiago francés a su paso por Aragón. El programa ha tenido mucho eco, pero los resultados de la reunión escasísimo impacto mediático.
Sobre lo allí hablado y tratado, a posteriori de las solemnes conferencias de historia que ya no hacen más que aburrir, pues nada hay que reivindicar a estas alturas de la película -hablando de películas, la proyección de The Way en la última jornada ha sido una buena elección para que los asistentes se depriman viendo el Camino Navarro-, mucho de lo de siempre: apelar a las instituciones para que apuesten por el Camino (a buenas horas mangas verdes…), esperar a que los fondos europeos lo resuelvan todo (el maná, si no se empaqueta y comercializa, sólo da para subsistir unos días en el desierto), instalar un Centro de Interpretación en Somport (seguro que se convierte en un imán para atraer a miles peregrinos), instaurar una marca de los 100 primeros km (será redundar en el error de una ruta de senderismo secundaria, para una semana, con final en Puente la Reina), hacer accesible la ruta a discapacitados (cuidado con aplicar el modelo gallego de convertir el Camino, despreciando la diversidad tipológica viaria, en una monótona pista forestal; pueden hacer lo mismo con el GR-11) y poner en marcha, gran novedad, el paquete turístico bautizado en Galicia como Bono Iacobus, creado nada menos que hace una década.
Desde luego, y en previsión de que en septiembre de este año, para conmemorar el antes citado congreso, tenga lugar en Jaca un nuevo Encuentro Internacional Jacobeo en el que puedan tratarse más a fondo las causas de que el Camino Aragonés esté de capa caída, según nuestra opinión varias son las circunstancias que contribuirían a entenderlo:
- El trasiego por el Camino de Arles, al que aún resta peregrinos el del Piemont, respecto de la ruta de Le Puy, con el aporte de las de Tours y Vézelay agrupadas en Saint-Palais, explica que sean pocos los peregrinos que entran por Oloron y el valle de Aspe a Somport.
- A lo anterior hay que añadir que alcanzar Oloron-Sainte-Marie, que sería el Saint-Jean-Pied-de-Port de este itinerario a dos etapas de Somport y tres de Jaca, no resulta tan fácil como llegar a la villa de la Baja Navarra.
- También hay que considerar la mayor altura del puerto de Somport (1.632 m) respecto a Lepoeder (1.430 m) o Ibañeta (1.067 m), causa principal de su abandono ya en el Medievo, pero sobre todo la presencia, en la parte francesa, de varios tramos asfaltados y complicados, por ejemplo el que discurre al pie del Fort du Portalet, estrecho paso por la nacional sin apenas arcén, o en la larga y pesada salida de Urdós, tanto es así que incluso ha llegado a ser temporalmente desclasificado como GR en Francia.
- Otro talón de Aquiles es la menor oferta de alojamientos específicos para peregrinos, la pescadilla que se muerde la cola, francamente insuficientes en algunos de los fines de etapa habituales como Somport, Arrés, Ruesta e incluso Sangüesa.
- Asimismo, ha sido lamentable la alteración de la traza histórica que discurre al norte del embalse de Yesa, perjudicada por la construcción de la autovía de Pamplona a Jaca y hoy prácticamente muerta, y otro tanto hay que decir de los daños “colaterales” del polémico recrecimiento del embalse, que sin el menor respeto por el patrimonio jacobeo, recordemos que inscrito en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, va a suponer la desaparición de ¡varios km! de la traza original en la variante sur.
- Ha habido manifiesta dejadez, por parte de las administraciones responsables, en el cuidado del Camino, con algunos tramos abandonados a su suerte como el propio ascenso al Somport, el inicio de la bajada del puerto (con cambios de traza que han sido contraproducentes) o la llegada a Arrés, entre otros.
- También han faltado la promoción y el trabajo en los nuevos sistemas de comunicación en los que beben los peregrinos, pues no basta, como hizo alguna asociación, en reivindicar que la “inauguración” del año santo por los señores príncipes, soberana tontería celebrada en Roncesvalles, se haga también en Somport, cuando la divulgación no se juega a base de golpes de efecto, sino a nivel internacional, día a día, a través de asociaciones, guías, internet, foros y demás.
- Por último, no se puede negar que la competencia del Camino Francés navarro es muy fuerte, y el mito de Roncesvalles, sin un equivalente en Santa Cristina de Somport, reducida a un pobre testimonio arqueológico, ha consolidado aquella ruta como principal.
A pesar de todo, la tranquilidad del Camino Aragonés, que en su ascenso a Somport atraviesa nada menos que un Parque Nacional, redunda en un mayor aprecio cualitativo de los que adoramos esta vía, hoy por hoy uno de los reductos para peregrinar en paz, silencio y fraternidad con los compañeros. Éste, sin muchas más alharacas, es el valor que habría que ofrecer frente a los que únicamente sueñan con las hordas del turismo de masas.
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