La percepción del tiempo: ¿por qué una semana en el Camino parece un mes en la vida cotidiana?
Si consideramos el tiempo como una magnitud física pero también psicológica, podemos asegurar sin temor a equivocarnos que el tiempo en el Camino de Santiago se alarga, se estira. El tiempo es relativo siempre. Pero comparando el tiempo en el contexto del Camino de Santiago con esa otra realidad a la que llamamos vida cotidiana, comprobamos que, efectivamente, el tiempo es relativo.
¿Os ha pasado que estando unos días en el Camino de Santiago perdéis rápidamente la noción del tiempo?
Cuando comienzo un camino me sucede que, en la primera etapa, al rato de estar caminando, me desconecto de la otra realidad. Me inmiscuyo en los entresijos de mis pensamientos, dejo volar la imaginación o vivo el momento presente de cada uno de mis pasos, pero en cualquier caso: pierdo la noción del tiempo… y del espacio. Sé que os pasa lo mismo, nos pasa a todos.
Con el amanecer de la segunda etapa esa desconexión de la otra realidad es mayor todavía y así cada día que va pasando, cada etapa recorrida… es un alejarme de una realidad para sumirme en la realidad del Camino. ¿Lo percibís así? Seguro que sí.
En el Camino, si fluimos un poco y nos dejamos llevar, los ritmos son marcados por la luz del sol (o porque nos hacen salir del albergue a las 8:00 a.m. dependiendo del Camino y/o del hospitalero, porque también sabemos que no es lo mismo un camino con mucha afluencia de peregrinos que con poca afluencia donde las normas son más laxas); la melatonina cambia durante el ciclo sueño/vigilia y refleja los llamados ritmos circadianos.
En el Camino, estamos movidos por nuestro sistema homeostático (hambre, sed, sueño), nuestras necesidades se van reduciendo a esas tres necesidades básicas tan conocidas por todos. ¡Ah! Y la cuarta necesidad básica del peregrino: caminar.
Desconectados casi siempre de las noticias de televisión y si nos esforzamos un poco y no miramos noticias en internet ni nos ponemos la radio… y si además hacemos un camino de esos solitarios en los que no nos encontramos con mucha gente, podemos llegar a no saber quién es el nuevo presidente del gobierno de nuestro país tras unas elecciones (sólo sabemos que no será una presidenta) ¿Y qué? Pues nada, que es maravilloso. El tiempo transcurre de forma diferente en el Camino, mientras andamos un espacio que también es relativo.
He estado una semana caminando y me ha parecido una vida entera. Si estoy un mes parece que han pasado varias vidas. Cuando vuelvo a ver a los míos y les pregunto: ¿qué ha pasado en todo este tiempo? y me responden extrañados: Nada, ¿qué quieres que pase?.
Entonces me doy cuenta de que para mi han sido 8 días diferentes, cuya única constante ha sido caminar, y que para ellos han sido 8 días casi iguales, durmiendo en la misma cama, comiendo en la misma mesa, viendo la misma televisión con las mismas noticias y tal vez haciendo lo mismo cada día, hablando con las mismas personas y actuando como autómatas.
Sin embargo, cuando estamos en el Camino, excepto la rutina del peregrino que es caminar cada día, llegar al albergue, etc… todo lo demás es diferente.
Para empezar, el paisaje es distinto cada día, pues nunca volvemos sobre nuestros pasos; cada noche dormimos en un lugar distinto, hablamos con hospitaleros distintos, comemos en un lugar distinto, si es un camino transitado, vemos diferentes personas.
Por lo tanto el tiempo se estira y pasa más lento en el Camino. Recuerdo cuando estuve un mes entero caminando. Y la desconexión fue total y absoluta hasta un punto psicológicamente inimaginable.
Imagino a aquellos que están caminando durante varios meses seguidos. Hace poco tuve el placer de reencontrarme con un amigo peregrino que lleva caminando cuatro meses seguidos, y los que le quedan. Y además casi a la “antigua usanza”, poco conectado a internet (sólo lo justo para hacer alguna publicación y conectar los tracks cuando se pierde) enlazando unos Caminos de Santiago con otros, alejado de las noticias que pasan en el mundo, sin saber si tenemos presidente del gobierno, sin saber si ha habido un terremoto en la otra parte del mundo o si por fin se ha hundido la “Isla de los Famosos”. No mira la televisión ni cuando entra a algún bar a comer. Sabe el tiempo que lleva caminando porque tiene apuntado el día que salió.
Con todo lo expuesto, llegamos a la conclusión de que tal vez muchas personas viven más en 15 días caminando que otros durante toda una vida. Y eso da mucho que pensar y que reflexionar. Vivir es una cosa y VIVIR es otra. Y en el Camino VIVIMOS. Ya sabéis a qué me refiero.
Sobre el tiempo, y sobre por qué parece que el tiempo pasa más rápido a medida que nos hacemos más mayores, la ciencia lo atribuye a la velocidad a la que cerebro procesa las imágenes a medida que envejece. Según Bejan, el cerebro humano obtiene y procesa las imágenes cada vez más lentamente, a medida que el cuerpo se va haciendo mayor.
La mente humana siente que el tiempo cambia cuando las imágenes percibidas cambian. Las imágenes cambian constantemente cuando estamos en el Camino por todo lo que ya hemos comentado anteriormente.
Eagleman, que estudia fenómenos relacionados con la percepción del tiempo, explica la aceleración de la vida a medida que nos hacemos mayores por el gasto energético de nuestro cerebro cuando procesamos información.
Cuando la experiencia es nueva, nuestro cerebro gasta más energía y produce la sensación de que transcurre más tiempo. En el Camino muchas veces estamos con los cinco sentidos alerta para captar todo lo nuevo que ocurre a nuestro alrededor. Todo son nuevos estímulos, necesitamos esa energía para procesar todos esos estímulos. Y que no se nos escape ninguno, que sabemos que el Camino es para exprimirlo al máximo, para vivirlo intensamente; para tal vez, hacernos más viejos, pero mucho más sabios.
Este esfuerzo mental, este gasto energético en el Camino, producido por la incesante cantidad de nuevos estímulos diarios, por la novedad constante, nos produce la sensación de que el tiempo transcurrido es mayor. Por eso, durante el Camino, tan solo una semana nos puede cundir como una vida plena y entera. Durante el camino, volvemos a procesar información como cuando éramos niños ;)
Por lo tanto, para conseguir en nuestra vida cotidiana que el tiempo nos pase más lento, y no tener esa sensación de que el tiempo vuela y de que “se nos escapa la vida” deberíamos hacer cosas distintas cada día. Eso o pasarnos la vida caminando. Seríamos algo así como “eternos”.
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