¿Ha provocado la Covid una subida de precios en el Camino de Santiago?
No se trata hoy de reiterar los muchos cambios que han experimentado el Camino, casi tan vacío este año como Fonseca, y la peregrinación, que evoluciona a golpe de incertidumbres, miedos y expectativas a toque de corneta informativa, con la amenaza de que cierta canción del Dúo Dinámico vuelva a ponerse de moda, sino de considerar un supuesto daño colateral sobre el que nos está llegando un persistente runruneo: ¿están algunos, aprovechando el río revuelto y la coartada fácil, para subir los precios a los peregrinos?
Para intentar saber algo más de esta cuestión no se nos ha ocurrido mejor fórmula que hablar con varios peregrinos recientes, de julio y agosto, pero a la vez veteranos, o sea, que ya conocían el Camino y pueden establecer comparaciones.
La respuesta a la cuestión planteada no es fácil, pues la subida de precios depende de muchos factores, no solo de los que atañen a la propia dinámica del mercado, que se rige por la ley de la oferta y la demanda.
Un primer factor a tener en consideración es el cierre, que más allá del estado de alarma se está prolongado toda la temporada, de la mayoría de albergues tradicionales que trabajan con hospitaleros, tanto en régimen de donativo como no, y también de muchos de los públicos. Las razones que se han aducido, desde Hosvol (hospitaleros de la Federación) a otros colectivos y particulares son diversas, pero tienen una base común: el temor a que el paso de peregrinos pueda suponer un riesgo para los vecinos, sobre todo para los más vulnerables. La justificación nos parece que no se sostiene, ya que de ser esto cierto, habría que pedir el cierre de todo servicio orientado al peregrino, para así disuadirnos definitivamente en nuestra tentativa de hacer el Camino, y la receta también debería aplicarse a los albergues y otros alojamientos privados, aunque entendemos que sus propietarios, también vecinos, y sus familias, ni estuvieron ni están, lógicamente, por la labor.
El presidente de la Federación Española de Asociaciones Jacobeas ha reiterado un lema: «El Camino puede esperar». O sea, que los tiempos no eran propicios este año para hacer la ruta, pero el problema es que muchos peregrinos no pudieron, pudimos, esperar, y una vez que el flujo se reactiva, por más que no haya superado el 20% de lo que es habitual en agosto, se ha tornado imperioso proporcionar una respuesta a la necesidad de pernoctar.
Un caso paradigmático ha sido el de la administración gallega, pues Turismo de Galicia, que cuenta con una extensa red pública de albergues, decidió no abrir ninguno en aquellas localidades en las que existiera uno privado; la premisa era salvaguardar el interés de los empresarios que gestionan albergues en Galicia. La medida dio lugar a situaciones absurdas que hubieron de ser corregidas, como la de mantener cerrado el albergue de O Cebreiro, puerta de Galicia en la que solo existe uno privado con tan solo 10 plazas en literas. Ha sido una decisión cuestionable, pues la red presta un servicio público, nació con una voluntad promocional y hoy en día constituye un estímulo, entre los peregrinos con menos capacidad de gasto, para, como expresa el presidente de la Fraternidad Internacional del Camino de Santiago, que el Camino no solo sea accesible, sino también, de acuerdo con la tradición, asequible, condición que lo diferencian de otras rutas de senderismo con vitola jacobea (sin ir más lejos, la ruta suiza que acaba de describir Joan Fiol).
Es evidente que los albergues han soportado este año más gastos para implementar las medidas de seguridad sanitaria exigidas por las CC.AA., pero también que en muchos casos han recibido ayudas públicas para ello, y que el mayor coste de la prestación de servicios puede convertirse en una disculpa para aumentar los precios indiscriminadamente.
Un Camino Primitivo sin alternativas
Mayte y Manu, una pareja asturiana que este año, tras varios caminos, decidieron salir de casa y completar el Primitivo desde Oviedo entre julio y agosto, hablan con claridad meridiana de lo que supuso realizar un Camino planificado, o sea, reservando todo con antelación para evitar sorpresas, máxime en una ruta que tiene bastantes carencias en el campo del alojamiento.
El itinerario estaba vacío, pero esa no había sido la sensación que tenían cuando hicieron las reservas, indicándoles en muchos casos que o bien no estaban los albergues abiertos, y que por lo tanto tendrían que recurrir a otras opciones gestionadas por el mismo propietario (habitaciones, apartamentos, casas rurales), o que, al haber reducido la capacidad, ya los tenían completos. Mayte estima que «esta actitud responde a una clara estrategia comercial, en la que primero intentan venderte lo caro, y luego ya se verá, y que coincide con el truco del aforo completo, recurso empleado por las compañías aéreas para que aceleres la compra por miedo a quedarte sin billete».
Lo anterior ha tenido un importante impacto en algunos caminos, ya que al no poder garantizar las plazas de albergue, el precio automáticamente se dobla o, en el caso de quienes viajan solos, se multiplica por 3 o por 4. En resumen, certifica Mayte, «que nadie nos cuente la película de que no se hace el Camino por miedo, sino también porque los albergues públicos están cerrados, y muchas personas no pueden asumir ese sobrecoste. Se cayó el mito del low cost».
Ellos eligieron dormir en habitaciones privadas, a poder ser en albergues, pero si no había en pensiones o casas privadas. A lo largo de su peregrinaje, en el que gastaron más que si hubieran ido a Cancún en un paquete de agencia, conocieron varios casos de como los citados, tales como albergues que supuestamente están cerrados, pero abren si les compensa por que llega un grupo. Ya en agosto y en Fisterra conocieron el abarrote, y como no habían reservado una segunda noche, en un hotel llegaron a pagar 80 € por una habitación de ínfima calidad; los clientes de la habitación contigua, que tenían reserva anticipada, solo habían abonado 50 €.
Como conclusión opinan que algunos empresarios se están aprovechando de la coyuntura, y que en alojamientos modestos, tipo pensión, que antes pedían sobre 30 € por una habitación, ahora en ningún caso bajan de 40 €, y de ahí para arriba, sobre todo en lugares en que la competencia no existe, lo que fuerza a los peregrinos «a pagar cantidades desproporcionadas por auténticos cuchitriles», y todo esto por no hablar de los menús o los desayunos, que también se han incrementado en algunos sitios. Por supuesto no todo ha sido negativo, y ha habido lugares como A Pociña de Muñín, en Vilar de Cas, en que por un precio muy razonable se disfruta de una auténtica maravilla de casa rural.
Por último, si vas de habitación privada asumes un mayor gasto en las comidas, pues no puedes usar la cocina, y también en lavandería.
Pocos cambios en el Camino Norte
El valenciano Miquel, peregrino y hospitalero recurrente desde 2008, se embarcó en fecha temprana, como Carles Guiral en su periplo para Gronze, por el Camino Norte entre Bilbao y Compostela, y a posteriori por el Camino Francés. Su experiencia ha sido muy positiva, en primer lugar porque «más seguro que en el Camino no vas a estar en ningún sitio, siempre y cuando sigas las normas del respeto y el sentido común», y además porque no ha percibido ningún tipo de subida anormal, y sí un excelente compromiso con las medidas de profilaxis y distanciamiento social en los albergues.
Bueno, para no mentir, recuerda algún caso puntual, como haber pagado 25 € por una litera en un albergue turístico de Comillas, aunque quizá para compensar, también experimentó el caso contrario en Triacastela, donde por estar las literas completas le ofrecieron una habitación individual con baño propio a 15 €, desde luego todo un detalle.
Los precios que él encontró en el Camino Norte fueron razonables: entre 25 y 30 € por una habitación individual, siempre en albergues y en su mayoría de baño compartido. Tan solo hubo un lugar en el que le llegaron a pedir 50 €. En el Camino Francés, sin embargo, constató una ligera subida de precios, sobre todo en la generalización del cobro por las sábanas.
Otro aspecto sobre el que muestra su descontento son los menús del peregrino, que por su pobreza considera «un fraude, pues siempre ponen lo mismo, productos muy baratos y sin elaboración, tipo ensalada, pasta y huevos con bacón», aunque, puntualiza, «en Asturias se sigue comiendo de maravilla».
Su devoción por el Principado es permanente, por ejemplo al recordar cómo en un albergue de Piñera estaban solo dos peregrinos, y pusieron a cada uno en una habitación pese a ser amplias, una actitud sin duda responsable y generosa por parte del propietario.
Un Camino Francés con poca acogida tradicional
David, madrileño, nos relata su experiencia entre Roncesvalles y Fisterra-Muxía durante los meses de julio y agosto.
Si bien la peregrinación, pronto formando parte de un grupo, ha sido muy gratificante y sin grandes sorpresas (él ya había hecho la misma ruta desde Ponferrada en otras ocasiones), hay algunas cosas que le han llamado la atención.
Por ejemplo, más de una vez, que en algunos albergues se mantengan carteles en la puerta con precios antiguos, pero luego al cobrar te suban dos o tres euros justificándolo por la reducción de plazas y la Covid. Bastaría con cambiar la información, que de este modo parece convertirse en un anzuelo para incautos.
Asimismo ha percibido que ya son muchos los albergues privados que tienen sus precios en los 15 €, cantidad que antes solo se limitaba a los que ofrecían unos servicios de mayor calidad. Ha habido subidas inesperadas, que aún no recogen las guías, como el caso de un popular albergue de Rabanal del Camino, que pasó de 5 a 10 €, o sea, una subida del 100%. Y en Castilla y León se ha generalizado el cobro por las sábanas, en muchos casos hasta 2 € más, circunstancia de la que no se informa al efectuar la reserva.
Una vez más, coincide con los anteriores informantes en el hecho de no poder usar las cocinas, y en el precio elevado de muchos menús del día o del peregrino, en muchas zonas también en torno a los 15 €. Por no citar el cierre de muchos bares intermedios con sus terrazas, y en los que quedan se llegaba a pagar por una caña hasta 2,50 €, lo mismo que en Madrid.
En cuanto a la reducción de aforo le ha sorprendido cómo lo aplican en algunos albergues: cerrando una habitación de tres que tienen, y manteniendo el uso de la parte superior de la litera, que el sentido común parece contraindicar para la prevención de los contagios nocturnos. Esto lo ha vivido en Fisterra.
En resumen, luces y sombras que responden a la naturaleza humana: con la Covid los honrados siguen siendo honrados, y los piratas, piratas; en este aspecto de la fauna y flora del Camino no ha habido cambios, ni se esperan, salvo, respectivamente, para mejor o peor.
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