«3 caminos»: crítica de una joven peregrina
Los pringados de la generación perdida estamos salvados, pues parece que gracias a la serie 3 caminos vamos a poder encontrarnos. La producción de Ficción Producciones y Beta Films, subvencionada por la Xunta de Galicia y el Xacobeo y con la colaboración de otras administraciones, nos pone en bandeja la santa indulgencia invitándonos a peregrinar en plan cool: arregladísimos y en albergues monísimos. Sin deshacer apenas la mochila y sin sudar la camiseta. Todo estupendísimo.
Ante el descarado objetivo de captar jóvenes peregrinos utilizando el Camino como telón de fondo sin espíritu alguno ni la mínima inspiración, una servidora (joven y peregrina) solo puede plantarse y escribir bien alto: POR AQUÍ NO.
Pero este escrito no es para los productores. Es una advertencia para los potenciales peregrinos (¿o hablamos de consumidores?), especialmente los jóvenes, que vean 3 caminos y se planteen echar a andar. ATENCIÓN, SPOILER: la serie no solo es mala, sino que es un cúmulo de despropósitos. El Camino no se la merece, ni vosotros que os traten de imbéciles.
Vaya por delante que esta crítica no se nutre de ningún dogmatismo sobre el manido juicio de quién hace «bien» o «mal» el Camino, sino que denuncia una farsa. Una farsa perversa, además, por cuanto en nombre del año santo y por medio del Xacobeo se pretende transmitir el espíritu jacobeo... en una serie de ocho episodios cuyo primer «buen camino» no aparece hasta el segundo capítulo, en el que el saludo de rigor y respeto entre peregrinos ya no se vuelve a oír. Como primer despropósito, me parece un gran logro. Casi me pongo a aplaudir.
Obviando el doblaje y la subtitulación, pese a la mejorable calidad del ajuste y errores garrafales de traducción (en el segundo episodio, la credencial se subtitula como compostelana en varias ocasiones), la trama (siendo benévolos) aún podría aceptarse en una producción mediocre retocando bastante el guion y la interpretación. De la música tampoco hablemos. Artísticamente, en mi inexperta opinión, se trata de una serie hueca que ni un marco extraordinario como el del Camino arregla.
Para quienes aún no se hayan dado cuenta, he aquí la moraleja: el Camino no necesita venderse. Se «vende» solo, como lo ha hecho siempre, sin series de Amazon ni esperpentos varios. Y menos aún con gazapos de bulto y guiones sesgados. Dejando a un lado el vestuario (sin comentarios, por no hablar del calzado), las mochilas que no pesan (ni se abren ni se cierran, ni se saben llevar bien puestas…, pero en la catedral de Burgos sí entran, una novedad) y la incitación al consumo de alcohol en el embarazo (Estrella Galicia está más que presente; no les venía de una y aun así han patinado), en el podio de los despropósitos destacan las fiestas (hasta las tantas y con las caras bien frescas) y los albergues (hoteles la mayoría de las veces).
Cada uno es libre de alojarse donde le apetezca o se pueda y quiera permitir; sobre eso no hay nada que decir. Pero jugar a aparentar es trampa y subvencionarlo, una estafa: me gustaría saber qué cara se le queda al peregrino que, habiéndose alojado en el genuino parroquial de Belorado, ve cómo las protagonistas entran por su puerta y aparecen…, ¡tachán!, en el interior del municipal. Porque el parroquial no es suficientemente guay ni bonito, por supuesto (léase con ironía, por favor), pero la fachada es muy peregrina y top: un buen cebo. De serie no: de película. Por no ahondar, como guinda, en la espiritualidad de pacotilla ni, por poner un ejemplo (espeluznante, por cierto), en la frivolidad con la que se avista por primera vez la catedral, o en el contrasentido de llegar a la plaza del Obradoiro subiendo la cuesta do Cristo. Una cosa son las licencias artísticas y otra, muy distinta, es perpetrar tal tomadura de pelo monumental. En definitiva: ¿cómo se pretende transmitir el espíritu del Camino sin ser peregrino? Y hasta aquí llego, que no me quiero quemar.
Mi intención inicial era ver la producción entera para opinar con más fundamento, pero al segundo conato de boda (aunque, llegados a este punto, la inverosimilitud de la trama no importa) no he podido más y he dejado la serie plantada en el altar. Por lo menos puedo decir que he visto la mitad. Cómo será para que en su lugar recomiende Finisterrae mil millones de veces, que de tan mala me parece de culto porque no aspira a ser lo que no es, y si te gusta el humor absurdo es un diez.
Futuros peregrinos, si queréis un consejo: para hacer el Camino solo os tenéis que escuchar. La magia del Camino nunca se podrá interpretar: nace del alma y se llama autenticidad, de la que en 3 caminos no encontraréis ni la a. Buen camino (del de verdad). Al resto: dejad el Camino en paz. Y a lo vuestro.
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