«La pata de oca»: debut literario premiado sobre el Camino de Santiago
El Camino no suele darte lo que quieres, sino lo que necesitas. Todo peregrino conoce la profunda verdad de esta afirmación, que define muy bien la experiencia de los protagonistas de La pata de oca. Una novela de Raquel G. Osende publicada en plena pandemia —no podíamos viajar al Camino, pero sí leer sobre él— que resultó finalista del Premio Literario Amazon Storyteller 2020.
La pata de oca narra la peregrinación entrelazada de Nacho, un padre de familia con una vida demasiado ideal para hacerle feliz, y Lorena, una joven bióloga que acaba de perder su primer trabajo en una ciudad extraña. Cada uno tiene la vida que el otro anhela: Nacho añora la libertad sin ataduras de Lorena y ella envidia la familia y el arraigo de Nacho. Él busca un respiro. Ella, una nueva vida. En el mes que comparten desde Roncesvalles a Compostela, con sus mochilas, sus ampollas, sus encuentros con otros peregrinos, irán de albergue a albergue, de puente a puente y de oca a oca. Porque el Camino es un juego y una ruta por España y un recorrido por la propia alma.
Entrevistamos a los protagonistas de la mano de la autora. ¿Quiénes mejor que ellos para compartir sus impresiones sobre la peregrinación?
Nacho, Lorena, ¿por qué escogisteis el Camino de Santiago para vuestras vacaciones?
LORENA: Bueno, yo no estaba de vacaciones… Acababa de quedarme sin trabajo y lo que quería era huir de todo. No lo pensé mucho, la verdad. El Camino supone recorrer ochocientos kilómetros a pie, con cierto «sufrimiento», por algunas de las regiones más olvidadas de España. Era el lugar perfecto para perderme; para desconectar y volver a encontrarme a mí misma. ¡Al final, llegó a ser una experiencia más profunda y trascendente que irse a Bali!
NACHO: Yo no buscaba una experiencia trascendente; solo un descanso. Unas vacaciones, como cuando era joven y no tenía que responsabilizarme de una familia. Adoro a mis hijas, eso que quede claro… Pero me casé muy pronto, cuando aún tenía mucho que vivir. Fallo mío. Y bastante irremediable.
¿Cuál fue vuestro lugar favorito en el Camino?
LORENA: Mucha gente odia Castilla porque se les hace dura, pero a mí me encantó. Me transformó. Y no es aburrida. Las lomas doradas de Burgos; la piedra hecha arte en Palencia; León y sus castillos de fantasía, desde el templario de Ponferrada al de Gaudí en Astorga… Aunque, si tuviera que escoger un solo lugar, me quedaría con uno muy poco conocido: la chopera de San Bol. No compartiré aquí la razón: para eso está la novela.
NACHO: ¡Ah, la chopera, qué lugar más extraño! Un poco siniestro, con aquel viento tan frío en pleno agosto. Uf, para mí Castilla fue bastante ardua. Y León…, ¡qué momentos terribles pasé en León! No. Yo escojo Navarra y la ligereza del principio, cuando aún tenía fresca la felicidad de dejar atrás mis responsabilidades. En el Camino no existen hipotecas ni recados de tu mujer. Solo levantarse por las mañanas, caminar y buscar donde dormir. La vida sencilla.
Ninguno habéis mencionado Galicia…
LORENA: Bueno, yo soy de allí —en el fondo, para mí el Camino fue como una larga vuelta a casa—. Supongo que por eso no me llama tanto la atención. Y eso que es preciosa, ¿eh? ¡Pero está tan masificada por los turigrinos!
NACHO: Pues a mí sí que me gustó. Galicia, todo lluvia y montes viejos… La frase es de otra peregrina con la que coincidí esos días. Ella era de Soria y aquel paisaje verde y gris la tenía fascinada. Y, Lorena, no me dirás que no disfrutaste de Triacastela. ¡O de Portomarín! ¿Acaso has olvidado ya lo que pasó en Portomarín?
¿Qué creéis que engancha del Camino?
LORENA: ¡Su gente! Me topé con un anciano que dedicaba su vida a hacer bastones para los peregrinos; con una bodega que regalaba vino... ¡Y los peregrinos! Mi querida Nerea, una exesquiadora que se lesionó a punto de participar en las Olimpiadas; y Sebas, un exmilitar a punto de ser padre. Hasta conocí a un director de orquesta materialista. ¡Y a varias extranjeras que tomaban cigüeñas por flamencos! Es gente con la que jamás coincidiría en mi vida normal y el Camino nos hizo conectar. Eso es lo que lo hace tan especial.
NACHO: Yo me encontré con un auténtico templario en Manjarín. ¡Y no veas qué anécdota tan curiosa me contó acerca de la infanta, que, haciendo el Camino, le pidió permiso para usar su retrete! Fuera bromas, coincido con Lorena. Los paisajes resultan impresionantes, pero son los hospitaleros y peregrinos quienes mantienen vivo el espíritu del Camino.
¿Repetiríais?
LORENA: ¡Claro que sí! Y ojalá pudieran repetir conmigo los amigos que hice en el Camino. Nerea, Sebas… ¡Los echo de menos!
NACHO: Yo… Yo me reservo mi respuesta. Hay cosas sobre mí que ni yo mismo me atrevo a abordar, y el Camino siempre acaba encarándote con tus fantasmas. De todas formas, antes de pensar en repetir, ¿por qué no lees sobre nuestra primera experiencia en el Camino? Nos encontrarás a los dos en La pata de oca.
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