Los rusos en el Camino de Santiago
Las peregrinaciones juntan a la gente de los distintos países, haciendo que se conozcan y se comprendan unas a otras, porque todo el odio del mundo, amigo mío, es debido a ignorancia, a falta de conocimiento y, sobre todo, al miedo. Es el miedo el que lleva a los hombres a la guerra,…
Walter Starkie, El Camino de Santiago (1958).
El titular no pretende causar alarma, todos tranquilos, sino únicamente analizar, además muy superficialmente, la presencia de los peregrinos rusos en las rutas jacobeas.
Evidentemente la causa es obvia, y en cierta medida responde a una convicción: que la llegada de peregrinos por nacionalidades está relacionada con factores como la proximidad a España, la conectividad de los medios de transporte, el nivel de vida de cada país y, por lo tanto, el desarrollo del turismo exterior, cierto. Pero dicha afluencia también responde a otras circunstancias más difíciles de valorar y cuantificar, tales los vínculos históricos de cada territorio con el peregrinaje compostelano, el grado de sentimiento europeo o, al menos, de conexión con lo que llamamos cultura occidental, las ansias de espiritualidad, el nivel cultural de una sociedad, las guías y otras informaciones disponibles sobre el Camino, el trabajo de las asociaciones jacobeas, los vínculos del voluntariado en la hospitalidad, las lenguas habladas (por ejemplo el conocimiento del inglés o el castellano), etc.
En base a todo lo anterior, y dado que machaconamente se nos está repitiendo estos días que la economía rusa, teniendo en cuenta una población de 146 millones de habitantes, cuenta con un PIB menor que el de Italia, y además con una renta bastante peor repartida entre las élites y el pueblo llano, vamos a aproximarnos con algunos datos objetivos, y otros subjetivos, a la realidad de los rusos en el Camino.
Las estadísticas
Aún a sabiendas de que la contabilidad no es exacta, una vez más acudimos a las estadísticas de la Oficina de Peregrinación de la catedral de Santiago, y más concretamente a las generadas en los tiempos pre-Covid, ya que el flujo de extranjeros en 2020 y 2021 no es representativo de la evolución de la serie.
Pues bien, en 2019 quedó registrada la entrega de 2.605 compostelas a peregrinos de la Federación Rusa, lo que suponía un 0,75% del total, y que ocupasen un digno 17º puesto entre los extranjeros, superando a países con tantos lazos históricos con Santiago como Bélgica, Austria o Suiza, y también a un emisor importante de las últimas décadas como Japón.
El dato puede constituir una primera sorpresa, y aún lo será más si consideramos la tendencia, ya que los rusos solo habían sido 236 en el año santo de 2010 (0,09%), pasando a 526 en 2013 (0,24%), 876 en 2016 (0,32%) y 1.905 en 2018 (0,58%), lo que refleja una progresión constante y rápida, modelo gacela, semejante, por cierto, a la que estaban experimentando los chinos.
Desde la óptica del turismo se explica esta presencia por la conquista de nuevos mercados por parte de España, que ya es conocida hace tiempo por parte de las clases altas de estos países, y desde la específica del Camino por una progresiva e imparable internacionalización, que ha convertido a esta ruta de peregrinaje en un fenómeno global.
Resulta evidente que la nueva realidad sociopolítica del mundo, tras la invasión de Ucrania, va a suponer una interrupción en el flujo de los rusos al verse afectado el poder adquisitivo de muchos ciudadanos de la clase media del país, pero sobre todo porque, ahora mismo y enfrascados en esta locura, estarán desarrollando la percepción de que en el resto de Europa transitarían por un territorio hostil, pasando a ser personas non gratas. Nos gustaría que esto último fuese un error, pues desearíamos que el Camino de Santiago continuase funcionando, en virtud de sus valores, como un ámbito propicio para la reflexión, el intercambio de ideas y la pacífica convivencia, aunque las guerras, también en el pasado, siempre han alentado las fobias y provocado cambios sustanciales en la afluencia.
Lo que tenemos claro es que si todos los actores que participan en esta tragedia, y desde luego quienes la han desencadenado, se planteasen hacer el Camino de Santiago, aprenderían a percibir otros valores contrapuestos a los sistémicos (el poder, la economía, el prestigio y la gloria), y serían más empáticos, solidarios y fraternales con los demás. Al fin y al cabo todos estamos en el mismo barco, y es bien sabido que el Camino de Santiago, del mismo modo que el programa universitario Erasmus, está haciendo más por la unidad de Europa, imposible sin el conocimiento y la convivencia, que el euro o los fondos de vieja o nueva generación.
La presencia rusa
Desde el punto de vista histórico no parece que los rusos hayan tenido mucho protagonismo en la peregrinación jacobea. Diferentes iglesias (católica y ortodoxa), una gran distancia y la pobreza de su población, en gran medida campesina y cautiva de la tierra, no eran factores que favoreciesen grandes aventuras por el extremo de un Occidente cristiano que nada pintaba en su cosmovisión y creencias. En cuanto a la clase burguesa que surge en Rusia en el siglo XIX, siempre tuvo más vínculos con Centroeuropa, Francia o Italia que con España. En cualquier caso, es una temática pendiente de investigar.
La web de la Federación Española de Asociaciones Jacobeas recoge, aunque se trate de una curiosidad, un ramal del Camino de Santiago en Rusia. Se trata de la ruta RU01a o Vía Báltica, que de Nida discurre, atravesando Kaliningrado, hasta Mamonovo. Todas ellas son poblaciones situadas entre Lituania y Polonia, un encartamiento ruso que permite seguir una variante a quienes procedan de los Países Bálticos y prosigan hacia Gdansk. En el recorrido, de 143,5 km, no se aporta información de albergues.
El 30 de junio de 2021, a raíz del encuentro entre el presidente de la Xunta de Galicia y el embajador de la Federación Rusa en España, básicamente para hablar de asuntos comerciales, se coló, como parte de la campaña de promoción “simbólica” del Camino en el mundo, la intención de instalar un mojón del Camino en alguna ciudad rusa. Es de suponer que ya habrán cambiado de opinión.
La anterior iniciativa tuvo fundamento, precisamente, en el comentado incremento de los rusos en el Camino a Santiago. Algunos puede que ya tengan una residencia temporal en España, pues es bien sabido que aman la costa mediterránea y nuestra cultura, pero por ahora el nicho de mercado del turista ruso estándar se caracteriza por un interés prioritario por los destinos de sol y playa, por el alto gasto (sector del lujo, que tanto place a los nuevos ricos) y por la gastronomía. Visto lo cual, por ahora tan solo una minoría encaja en el perfil del Camino.
Asimismo, consultada alguna agencia de viajes, nos indican que han contado con clientes rusos para hacer el Camino, los cuales no suelen reparar en gastos y desean que se lo den todo hecho, en el más puro modelo del “turigrino vip”.
En el panorama asociativo tenemos constancia de la existencia de un colectivo, fundado el 13 de junio de 2017 y presente en Facebook, titulado “Amigos Rusos del Camino de Santiago”. Ofrece algunas publicaciones muy elementales sobre las rutas jacobeas, el Camino Francés, la credencial o la Compostela, y también ciertas sentencias sobre los beneficios de la peregrinación para la transformación personal con Paulo Coelho de por medio, todo en ruso y con un carácter bastante familiar; por cierto, de familias acomodadas que no desaprovechan la ocasión para mostrarnos sus elegantes casas y ropas de marca.
Conocimos ya hace años a los primeros rusos del Camino en Nájera. Allí, una pareja rusa lleva desde 2014 el albergue Nido de Cigüeña, de tan solo 15 plazas y bien valorado por los peregrinos. Como titulares figuran Tatiana Andropova y Eduard, y en la web se han apresurado a mostrar su solidaridad con Ucrania, colocando una bandera y un enlace para canalizar la ayuda.
Otra pareja rusa, la formada por Irina y Sergio, gestiona desde 2016 el albergue La Casa del Pescador, en Ambasmestas.
En 2014 pasó por Corcubión una periodista rusa, cuyo nombre no recordamos, que quería hablar con nosotros por estar preparando la que anunciaba como primera guía del Camino de Santiago en ruso. Era una mujer de mediana edad, entusiasta, de perfil poco peregrino y más viajero, realmente encantada con la experiencia, una pionera. Desconocemos si consiguió su objetivo, resulta complicado indagar en el alfabeto cirílico.
Nuestro último contacto con un peregrino ruso tuvo lugar en el Camino Interior Portugués, en septiembre de 2020, uno de los cinco o seis locos que coincidimos en aquella ruta y en aquel infausto año covidiano. Hablaba inglés con ese acento típico, un tanto cómico, de las películas anglosajonas dobladas a base de prejuicios fraguados en los tiempos del telón de acero. El personaje respondía a la perfección a todos los tópicos imaginables: iba sobrado con la visa, su conversación versaba al 80% sobre dinero, economía, salarios, trabajo, placeres de la vida…, ¡y comía y bebía como un auténtico cosaco! En fin, no dudamos que de todo hay en la viña del Señor, también en Rusia, pero aquel peregrino nos dejó un tanto anclados en el arquetipo.
Lástima que desde ahora, y me temo que por bastante tiempo, no podamos contar con vosotros para repetir un Хороший способ (¡Google Translator, no me falles ahora pozhaluysta!).
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