Malestar en la Xunta de Galicia al quedar fuera de la «Acogida Tradicional» su red pública de albergues
Como consecuencia de la anunciada incoación para declarar la Acogida Tradicional Jacobea, por parte del Ministerio de Cultura, como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial, se ha montado una buena tangana. Pese a que la totalidad de comunidades autónomas, reunidas en Tenerife, habían apoyado dicha iniciativa en su día, tras ser publicada en el BOE, el 4 de enero del año en curso, el Xacobeo (Xunta de Galicia) ha puesto el grito en el cielo por considerar que el texto, tal y como está definido, margina deliberadamente a Galicia.
El problema, al parecer, radica en que la red pública de albergues de Galicia, actualmente compuesta por 75 y distribuidos en nueve de los diez caminos de Santiago reconocidos, no podrá adquirir este rango —en realidad no se trata de un galardón, sino de una medida, impulsada por la FICS, para evitar que dicha acogida pueda desaparecer—.
En efecto, se entienden por premisas de la acogida tradicional, que algunos prefieren denominar hospitalidad tradicional, que para el caso tanto da, el que no exista ánimo de lucro (lo que no implica que solo sean albergues de donativo, sino con un coste mínimo para cubrir gastos) y que en la acogida de los peregrinos participen voluntarios.
La monumental pataleta, que habría que circunscribir al encarnizado y cotidiano enfrentamiento en una degradada y mediática corrala política, podría tener razón de ser si la red gallega no hubiese sido otorgada en concesión, desde finales de 2016, a la empresa Clece, filial de ACS, que como todos sabemos es propiedad de Florentino Pérez, presidente de una potente constructora y más conocido como presidente del Real Madrid F.C.
Nadie duda de los méritos de una red de acogida entre los que destacaríamos los siguientes.
- Haber solventado, desde 1993, la creciente demanda de un formato de hospedaje austero entre los peregrinos.
- Haber promovido la recuperación de edificios abandonados (por ejemplo escuelas) y/o de relevante interés histórico, y creado otros de nueva planta que han sido premiados en concursos de arquitectura.
- Haber dotado a los albergues de un personal contratado sumamente implicado y eficaz, mayormente personas de las localidades de paso, y en gran medida mujeres cuyo desvelo todos los peregrinos reconocemos.
- Fijar un precio asequible para que el Camino siga siendo inclusivo, esto es, que todo el mundo pueda realizarlo en larga distancia y sin gastar en exceso.
- Y, por supuesto, mantener abiertos los albergues todo el año, algo que se agradece mucho en invierno, cuando la mayor parte de los privados cierran por no resultar rentables.
En el reverso también se podrían apuntar algunas debilidades, tales como:
- Que el diseño de los albergues no siempre ha sido pensado para el uso, sino más bien para el lucimiento de ciertos arquitectos, que han ignorado criterios básicos funcionales en aras del diseño y el efectismo espacial. Algunos de los albergues, por ejemplo, están llenos de espacios muertos y grandes salones sin uso aparente, otros cuentan con cocinas industriales absurdas, y algunos resultan imposibles de calefactar en invierno.
- Un horario, relacionado con los contratos del personal, que si bien puede considerarse aceptable, implica el riesgo de dejar el albergue sin control a partir de las 22:00 y hasta la salida.
- Un estilo de acogida que, si bien es correcto, resulta más frío que el proporcionado por los voluntarios, que en su mayoría han hecho el Camino y conocen las necesidades de los peregrinos, generando un ambiente comunitario y participativo.
- Y por citar la más comentada, la carencia de menaje y utensilios en las cocinas, decisión tomada tras los robos recurrentes que, de hecho, convierte en decorativa la cocina salvo para usar el microondas.
En resumen, el compromiso de la Xunta de Galicia con el Camino —y que conste que en Gronze, para gozo de tirios o troyanos, nunca elaboramos publirreportajes camuflados—, ha sido muy meritorio para consolidar la afluencia de peregrinos en una primera fase y, desde entonces, a lo largo del año, y para la puesta en valor del patrimonio histórico y la creación arquitectónica. En cuanto a la gestión, está por ver si podría habilitarse otra fórmula más amable, aunque al menos la actual propicia que se dispense un trato homogéneo a los usuarios. Lo de utilizar voluntarios como complemento al trabajo del personal contratado, que provocó una crisis en su día en Hosvol, nos parece un uso abusivo de la mano de obra para fines mal definidos, sobre todo de imagen.
La red seguirá ampliándose, aunque a un ritmo más lento, con nuevos proyectos en curso allí donde la actual oferta es débil, caso del Camino Sanabrés.
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