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Camino Portugués gallego: Dos alegrías
Al regresar del Camino Portugués gallego, y tras haber descubierto dos nuevos lugares muy especiales en él, dudábamos como titular estas “apariciones”. Al final hemos optado por denominarlas “alegrías”, porque entendemos que los peregrinos estamos muy necesitados, quizá cada día más, de esos guiños, aportaciones, sonrisas, espacios que marcan un antes y un después en el Camino, encuentros providenciales, ambientes cargados de energía positiva, pensados para, entre otras cosas, mejorar nuestra experiencia y hacernos copartícipes de quienes allí han puesto su entusiasmo, que a menudo resulta contagioso.
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
Algunos caminos o tramos, en gran medida ajenos a la ritualización icónica permanente de los viejos itinerarios medievales, precisan como agua de mayo de estas intervenciones espontáneas y negocios con personalidad, unos lugares que quedarán fijados, tanto o más que los monumentos emblemáticos, en la memoria por su originalidad, curiosidad o cariñoso trato.
Veamos un par de ejemplos que nos han sorprendido gratamente:
El hito de Mougás
Quien recorre la primera etapa gallega del Camino Portugués de la Costa, aquella que discurre entre Caminha o A Guarda y Porto Mougás, según el diseño clásico de las jornadas, aproximándose ya al destino comprueba con cierto desagrado que, para evitar la siempre incómoda carretera PO-552, la traza se desvía hacia el interior por pistas asfaltadas que ascienden por la ladera del monte.
A punto ya de blasfemar en arameo, una aparición modula por completo el ánimo haciéndonos olvidar las penurias del tan evidente como probablemente absurdo rodeo. Se trata de un amontonamiento de cantos rodados o bolos, de esos que proliferan a la orilla del mar y han sido pulidos por las olas, minuciosamente decorados por diferentes manos, entre las que destaca una por su realismo y calidad.
Allí encontramos multitud de piedras con motivos diversos, muchos de ellos reconocibles y familiares: flechas amarillas, conchas de vieira, cruces de Santiago, peregrinos…, otros representando personajes del cómic, del humor gráfico gallego,… Resulta evidente que en el repertorio han participado diversas manos y sensibilidades, desde el dibujo trabajado durante horas a la aportación exprés de quien pasó por allí con prisa, a veces también con el recurso a la escritura de pensamientos, agradecimientos o los inevitables testimonios de paso.
Hemos de confesar que nos ha agradado sobremanera esta intervención artística, que en realidad podríamos calificar como neo humilladero, dado que participa del espíritu de aquellos montículos devocionales del pasado al ofrecer una certificación del tránsito a través de la acumulación de cantos y guijarros. Pero aquí, a diferencia de la Cruz de Ferro, por citar el más famoso y conocido de los que existen en los caminos de Santiago, la intencionalidad es más lúdica, artística, reivindicativa y hasta humorística.
La idea partió de una vecina de Mougás, Olga Ferreira, que entre sus virtudes profesa la modestia, y no le gusta figurar. Tras haber hecho el Camino Francés desde Ponferrada con su marido, los tediosos días en la prisión de la pandemia fueron más llevaderos aplicando la terapia de dibujar y pintar, una pasión nacida en la escuela (es autodidacta) y, a los resultados nos remitimos, una aportación de gran provecho.
Más tarde los niños de Viladesuso y Mougás, ya que el milladoiro se sitúa entre medias de ambas parroquias, contribuyeron a ampliar el repertorio, y aprendieron a pintar las piedras, que luego se barnizan para evitar que el sol se coma los colores, y las más artísticas se pegan con cemento cola a la roca para dificultar robos o vandalizaciones. Para los peregrinos se dejan unos rotuladores, toda una invitación para que participen en la empresa. Y así es, grosso modo, como se está fraguando esta humilde, pero a la vez emotiva y gigante, obra colectiva.
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
Casa Atilano, un refugio para el peregrino
Justo antes de cruzar el sobresaliente Pontesampaio (etapa Redondela - Pontevedra del Camino Portugués Central), paso medieval sobre el río Verdugo, quizá de origen romano y asociado a una gran batalla napoleónica, entre las últimas casas de Arcade se encuentra una casa de piedra rehabilitada que, desde hace exactamente un año, ofrece a los peregrinos un momento de conversación y sosiego, y la posibilidad de tomarse algo o adquirir productos de calidad para la ruta.
En ella Estefanía, natural del lugar y que durante muchos años había regentado un chiringuito en la playa, decidió por una parte poner en marcha un nuevo negocio del que vivir, pero a la vez rendir un sentido homenaje a sus abuelos. Fueron ellos quienes, en los años 30, abrieron allí mismo un ultramarinos, ese tipo de tienda multiusos antaño tan abundante en los pueblos, y en la que se podía encontrar prácticamente de todo: piezas de ferretería, productos de droguería, tabaco, juegos (así canicas), alimentación y, por supuesto, servicio de bar con sus pipas de vino y cafetera. Aquello era algo así como un refugio, pese a su reducido tamaño, tan inmenso como las bibliotecas borgianas.
Entendemos que la nueva Casa Atilano pertenece al género de la peregrinoteca, esto es, a la del negocio expresamente pensado por y para los peregrinos, que con un gran sentido de la adaptación va modulando su oferta en función de la demanda. Al respecto podríamos citar un par de modelos que ya funcionan hace años con gran provecho, tales la peregrinoteca del Sr. Amancio en Castrojeriz, o la de José María en Sarria, que se han convertido en referentes.
Así pues en el pequeño local, fiel a la filosofía del ultramarinos ahora especializado en lo jacobeo, se puede encontrar un poco de todo: por supuesto recuerdos de escaso coste, también algo de ropa (camisetas, chubasqueros, bragas y pañoletas para el cuello, sombreros), pequeños detalles de artesanía (cuero, nudos), sobre todo de creadores de la comarca, y bastantes cosas para comer y beber, con predilección por los productos gallegos de calidad y escaso peso o bulto (conservas, dulces, chocolates, patatas fritas, mermelada, miel, tés, fruta fresca, frutos secos, refrescos, zumos), aunque no faltan las galletas escocesas Walker’s y ciertas bebidas energéticas naturales muy populares en América.
Además, Estefanía nos ofrece un delicioso café, servido en la delicada loza de la que fue fábrica local de Pontesa, tristemente desaparecida, o chupitos de orujo gallego, aportación energética segura para proseguir la marcha.
Del anecdotario peregrino no puede olvidar a un peregrino estadounidense joven que, replicando el argumento de la película The Way, tras una breve conversación le acabó confesando que en la mochila portaba las cenizas de su hermano, que había fallecido antes de realizar el Camino ambos, las cuales pensaba esparcir en Fisterra. Una peregrinación vicarie pro.
Y como despedida una gran sorpresa, que estamos seguros va a convertir Casa Atilano en un reclamo irresistible. Nos referimos al antiguo sello comercial del ultramarinos, del que ha realizado una copia exacta para conservar el antiguo, el cual tiene el récord de ¡ser el sello más grande de todos los caminos jacobeos!, tanto es así que ocupa una página completa en el acordeón de la credencial.
Un año de vida para Casa Atilano el pasado 16 de febrero, una ilusión personalmente enriquecedora para su amable propietaria con vocación de “tendera”, como ella misma se autodefine, pero sobre todo uno de esos reductos imprescindibles para el peregrino, que de no haber pasado por él se habrá perdido algo importante de la ruta.
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Cuando la comercialización despersonalizada llena el Camino de ofertas anodinas o repetitivas, lo mismo, por cierto, que está ocurriendo en los centros de las ciudades europeas, nos reconforta en el Camino Portugués, y también con el género humano, encontrar lugares como el Hito de Mougás o Casa Atilano. Así, con pasión, magia y alma, es como se construye el Camino de Santiago del presente, consiguiendo dejar huella en los peregrinos que disfrutan estos instantes especiales, nunca efímeros.
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