Enrique Fontenla: el adiós de un viejo peregrino
A los peregrinos del presente nos sorprende encontrarnos, en el Camino, a compañeros de ruta vestidos a la antigua usanza, esto es, tocados con la indumentaria tradicional (esclavina, sombrero de ala ancha, capa, etc), provistos de escarcela, bordón y calabaza (las emblemáticas veneras han superado el paso del tiempo) y con luengas barbas. Es por ello por lo que, cuando nos topamos con alguno, pensamos que se tratará de un actor que graba un anuncio publicitario, o de un agente de algún negocio que así pretende llamar la atención, hecha la excepción, en el Obradoiro, de lo que representó Zapatones.
Sin embargo, el peregrino del que deseamos hablar hoy, el coruñés Enrique Fontenla, no era ni un agente publicitario ni un friki nostálgico, sino una persona sencilla y de gran corazón que, tras haber realizado un voto cuando su vida estuvo en riesgo por un cáncer de laringe, decidió que desde entonces, y hasta que las fuerzas lo acompañaran, haría el Camino Francés, desde Roncesvalles, una vez al año para mostrar su agradecimiento al apóstol Santiago.
Fiel a su promesa, y eligiendo el humilde atuendo del peregrino clásico para mejor incardinarse en un relato milenario, con el color del traje franciscano como símbolo de la humildad, salvo por causa de fuerza mayor nunca faltó a la cita desde 1993, hasta 14 veces desde Roncesvalles y en otras ocasiones por diferentes rutas (desde Zaragoza, Ferrol, Tui, A Coruña…). Es así como se fue convirtiendo en un personaje muy popular y querido, sobre todo en el Camino Francés, crisol de las más épicas, líricas y emotivas historias que ha generado esta gran aventura.
Poco dado a las quejas, nuestro peregrino sí lamentaba el gran cambio experimentado en la ruta, donde cada día había menos peregrinos y más senderistas o turistas, a medida que el sentido originario del Camino se iba perdiendo y avanzaba la explotación comercial.
Hace unos días, con 87 años, Enrique se despidió de sus compañeros de la Fraternidad Internacional del Camino de Santiago, asociación de la que fue socio fundador tras haber participado muchos años en la Asociación Galega de Amigos do Camiño, y lo hizo con un lacónico mensaje que ha inspirado nuestro título: «Gracias a todos por vuestra amistad con este viejo peregrino, es el final, que el señor me acoja en su seno». Así fue, el día de Navidad.
Por lo tanto, amigos peregrinos, y personas del Camino que lo habéis conocido y tratado, quizá desde donde ha dejado su foto tocado de peregrino, por petición de algunos locales en los que le teníais especial cariño, rezad una oración por el viejo peregrino «Kike» que, agradecido por su segunda y larga vida terrenal, fue uno de los más fieles y constantes devotos del apóstol.
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