El Templo de los Mercaderes
Os puedo asegurar, y os lo aseguro, que cuando me enteré de esta noticia no pude dar crédito. Inmediatamente pensé que se trataba de una broma del 28 de diciembre que había llegado con retraso; ¿tanto tiempo después?, n’est pas possible. A continuación, estimé que a algún recalcitrante y obtuso anticlerical, aprovechando la Semana Santa para causar mayor aflicción, se le había ocurrido fustigar al sufrido clero compostelano con un bulo, propalado con saña en internet para hacerle pasar un segundo vía crucis. Sin embargo, cuando me puse a hurgar y comprobé que era noticia de agencia, fidedigna, publicada por varios periódicos gallegos y que estaba generando un tsunami de cabreo, decidí, con flema inglesa pre-brexit, seguir mis vacaciones como si nada, aunque por dentro algo comenzaba a corroer mis entrañas, supongo que el virus de la indignación.
Es sabido que a la Iglesia Compostelana, en su doliente e interminable tránsito hacia la Jerusalén Celeste por este mundo de perdición, le gusta rememorar los tiempos pretéritos, en su imaginario gloriosos, y emular a los grandes prelados de la sede, entre ellos al idolatrado Diego Gelmírez. Vale cualquier momento de la historia en que además de ser los guardianes del cuerpo santo, mitra y cabildo ejercían el poder sobre su jurisdicción eclesiástica y civil, con un gran control sobre creencias y costumbres. Una de las cosas que más le gustaba a aquella Iglesia era expedir bulas, conceder privilegios y vender indulgencias, minucias para tener el arca llena, a costa del negocio de la fe, que tanto irritaron a Lutero y a la cuadrilla de reformadores. Sin ir tan lejos, nuestros abuelos aún recordarán aquellas bulas a peseta para comer carne en Cuaresma; fíjense qué cosas, hasta la vigilia se podía evitar con un óbolo.
Pues bien, en este retorno a la Edad Media Disney el cabildo disfruta otorgando licencias y privilegios, aunque sean insignificantes en comparación con los de la edad dorada, relacionados con la gestión de uno de sus grandes tesoros, que no es otro que la Credencial del Peregrino. Sumamente magnánimos, dentro del nada exigente radio de los 100 km, neo-coto redondo dentro del cual trabajan por el engrandecimiento de una parte de Galicia, provocando la rabieta de los que se quedan fuera (más pronto que tarde hablaremos sobre la revuelta irmandiña en curso de los alcaldes excluidos), el cabildo de la Santa Apostólica y Metropolitana Iglesia de Santiago ha ido abriendo la mano para tolerar excepciones a la norma, tras recibir a las comisiones que piamente las imploran, y así han aceptado la Compostela del gremio de mareantes (auspiciada por los puertos deportivos), la justa reclamación de los moradores del Burgo de Faro (léase A Coruña) e incluso algunas graciosas concesiones a agencias de viajes y editores, como el amigo John Brierley, para que tras la bendición las expidan a millares, urbi et orbi, desde sus oficinas y a través de sus publicaciones.
Basta con hacer profesión de fe y en un abracadabra nos dan la justificación, que no es otra que el bien de los peregrinos y el estímulo para que aumente la devoción al apóstol. Con el mismo razonamiento pretendieron, al igual que se hizo en su día con las conchas de vieira, establecer un monopolio en la edición de la credencial, advirtiendo que no se aceptarían otras, entre ellas la de la Federación Española de Asociaciones Jacobeas y hasta la del obispado de Lugo, no fuera a ser que el sufragáneo se le suba a las barbas al metropolitano, que no fuese la suya, bautizada como “oficial”. Luego, ante el temor a un cisma, hubo un vai-te embora en toda regla. Pero para seguir en la misma línea, en el intermezzo, pura vocación de mecenazgo artístico, también se les ocurrió otorgar el nihil obstat a una credencial vip de diseño, muy cuca, cuyo precio ronda los 13 euros.
Todo lo anterior es peccata minuta comparado con el último paso, dado en plena Semana Santa, ¡ay Señor, que castigo suplementario y lacerante! Al cabildo de la S.A.M.I. no se le ha ocurrido mejor idea que establecer un convenio con una empresa, para más datos El Corte Inglés, presentándolo como un bombazo en la distribución del documento de la credencial en tres fases: información, entrega (=venta) y sellado. A buen seguro que en estos grandes almacenes, no sabemos aún si en la sección de perfumería, que suele estar en la planta más accesible, o en la de deportes, para que así también les echen una mano con el equipaje, dependientes obligados a leerse antes el Códice Calixtino nos asesorarán sobre los valores y bellezas de cualquiera de los caminos jacobeos para expedirnos al final, ignoro sin o con bendición y un poco de incienso, la credencial con su sello corporativo en la casilla de la presentación. Como decía el último Nóbel de literatura, “The Times they are a-changin”.
Ahora que se van a cumplir los 30 años del I Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas celebrado en Jaca, en el que precisamente fue presentada la moderna credencial del Camino de Santiago, que en un acto de buena voluntad y bisoñez las asociaciones “cedieron” para su impresión y gestión a la catedral de Santiago, craso y lamentabilísimo error, el cabildo manifiesta, una vez más, su olímpico desprecio a dichas asociaciones, e incluso a las cofradías que no se someten al control de la tan multitudinaria como inoperante Archicofradía del Apóstol Santiago. Minusvalora el trabajo altruista de los voluntarios de estas asociaciones y cofradías, que mantienen abiertas en diferentes lugares del mundo oficinas para informar a los peregrinos, y con seriedad hacerles acto de entrega de la tan deseada credencial, y también parece reconocer el fracaso de su sistema de reparto a través de parroquias, obispados y otras entidades religiosas. Son los tiempos: el servicio se pone en manos de los mercaderes, que legítimamente han visto una gran oportunidad para dotar de un nuevo gancho a su negocio, y se privatiza.
Ya supongo a la competencia, las multinacionales del deporte, los supermercados, las grandes cadenas hoteleras, de la moda, y hasta las de peluquerías o tatuajes, suplicando similares privilegios a cambio de colocar una estatuilla del apóstol en sus negocios y otras dádivas. Es así como se conseguirá recatolizar a la descarriada España, a base de establecer una pía, provechosa y perdurable alianza entre el Altar y el Mercado, bajo la resplandeciente luz de los led y fieles a aquel viejo lema de que el fin justifica los medios. Es el Camino del siglo XXI, no nos engañemos, el peregrinaje postmoderno, mediático, como siempre lucrativo y como nunca groseramente manipulado.
Amigos, para concluir esta letanía un ruego a Santiago: que pronto surjan una credencial y una Compostela laicas y dignas, pues las que ahora están vigentes, en aras del éxito numérico, andan más devaluadas que un peso durante el Corralito. ¡Basta ya!, y amén.
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