Camino Francés (artículo I de IV): Y el culpable es…
Nos han calificado de masoquistas, e incluso de querer emular a Santa Teresa niña cuando pretendía lograr un glorioso martirio adentrándose en tierra de moros. Nada más lejos de nuestra intención. En realidad deseamos, como expresaba el ingenioso hidalgo, “desfacer entuertos”, entiéndase en el modo del reportero que, descontento con la información suministrada por el Gran Hermano al modo de una cantinela monocorde, sumada a las leyendas urbanas que pululan sin control por internet, desea vivir la realidad en primera línea.
Es así como nos hemos propuesto hacer el Camino a pie, de Ponferrada a Compostela, en pleno verano (finales de julio y principios de agosto), con afán de observarlo y escrutarlo todo, conversar con quien se ponga a tiro, vecino, hostelero, tendero, hospitalero romántico, peregrino, turigrino o lo que sea (-grino), anotar las impresiones, superar las habituales cantinelas que publica la prensa liviana con alergia al trabajo de documentación y contraste y, en la medida de lo posible, sacar algunas conclusiones que, acaso y por ventura, puedan servir para mejor planificar, más allá de la propaganda pura y dura que esgrimen como principal baza la mayoría de las administraciones, el próximo y año santo jacobeo, tan deseado como en su día lo fue el regreso de Fernando VII, que luego resultó ser un felón de tomo y lomo.
Insertos en el teatrillo jacobeo de corto recorrido, y dispuestos a tragarnos los prejuicios si fuera menester, desde el primer instante de plática surge un dilema irresoluble que se transforma en leitmotiv, certidumbre coral que a la vez sorprende y preocupa a las gentes de la vía: este año junio y julio han sido desastrosos en el Camino Francés, sin apenas peregrinos. Y a continuación, como es preceptivo en nuestra sociedad líquida e inocente, en vez de preguntarnos por qué, buscamos con ahínco un culpable.
Dada la manifiesta y nunca vista alteración de quienes ofrecen sus servicios en el Camino, consideramos del máximo interés dilucidar este enigma. ¿Cómo puede ser que al Camino Francés, principal escenario del renacimiento peregrinatorio desde hace ya más de tres décadas, le puedan suceder estas cosas? Indagamos, conversamos, reflexionamos, y los culpables van surgiendo:
1. Como respuesta más primaria y facilona, argumento más propio de una cosmovisión campesina del Antiguo Régimen, tiempo en que eran recurrentes las crisis de subsistencia, la culpa la tiene el tiempo. En efecto, la primavera y el inicio del verano han sido lluviosos en demasía, y el agua ha espantado a los peregrinos, sobre todo al contingente de proximidad, el nacional, más voluble en función de los partes meteorológicos. Puede ser, no lo negamos, pero esto no explicaría que el Camino Portugués, donde ha llovido lo mismo que en el Francés, no haya ocurrido lo mismo. Además, en años anteriores diluvió tanto o más que en 2018 sin provocar tamaña deserción. Algo más habrá…
2. El culpable es Putin. Resumiendo, que el Mundial de Fútbol de Rusia ha, por una parte, llevado a un número de personas a vivir en directo la experiencia, sin duda una proporción insignificante en relación a los potenciales peregrinos, pero a una cantidad de forofos de los cinco continentes infinitamente mayor, a quedarse en el salón de su casa, o en el bar de turno, a contemplar los partidos, prórrogas y tandas de penaltis en compañía de la birra y, según qué cultura, las palomitas, las aceitunas o los chapulines. Sabemos del omnímodo poder del fútbol asociado a la poltrona, pero nunca como ahora había pasado algo así. Busquemos otras razones…
3. Los responsables son los demás caminos, que se llevan a los peregrinos del Francés. Bien, aquí al menos hay una base estadística real, y a nadie escapa que el Camino Francés no vive sus mejores días, decadencia confirmada por el desplome en la proporción de usuarios, que en lo que va de año había bajado al 57%. Lejos quedan aquellos tiempos del monopolio, del dulce principado sin competencia, pero en el presente las cosas han cambiado, y todos los demonios parecen haberse conjurado contra la principal de las rutas jacobeas. Sin embargo resulta muy fácil echar la culpa a los demás, algo estaremos haciendo mal nosotros, ¿no?...
4. Si toca colgar un sambenito, y culpabilizar a alguien sin reparo, la víctima predilecta es el poder, llamémosle Administración, por sus tejemanejes, medidas arbitrarias y evidentes perjuicios que, supuestamente, causa a la ruta mayor. En el indignado fragor de la conversación, sobre todo entre los que han visto dañada su economía y desean linchar rápido a alguien como vendetta, surgen todo tipo de diatribas: que si los políticos regionales están vendidos a los intereses de alcaldes y asociaciones de otros itinerarios, que si han abandonado al Camino Francés a su suerte, que los han engañado a la hora de realizar inversiones, etc, etc. Menos lobos caperucita...
5. Tenía que salir y salió. Los responsables somos los divulgadores, periodistas y escritores de guías, que hemos creado un aura maléfica en torno al Camino Francés, exagerando en torno a conceptos como la masificación, la mercantilización o la aridez mesetaria, desacreditando el itinerario por sus calores estivales o por el pitorreo que se vive en los 100 últimos kilómetros. Gran poder se nos confiere, pero aún no conozco a nadie que escriba guías del Camino Francés y tire piedras contra su propio tejado, pontificando que sería más conveniente elegir otro itinerario. Sigamos…
6. Y ya que ha salido el concepto clave de esta tragicomedia, los últimos 100 kilómetros, no son pocos los que culpabilizan a esta nueva forma de entender el Camino, hollado tan solo en una porción de Galicia, a la vez que arremeten contra el consabido papelito en latín, regalado a destajo, lo que propicia que se vacíen las etapas previas. Reconocemos el inmenso daño que en la concepción del peregrinaje está causando esta insensata y, a medio plazo, suicida deriva, pero el valle de lágrimas no se detuvo en Sarria, y los hosteleros seguían plañiendo más allá, por lo que la responsabilidad tampoco parece convincente…
7. Un paso adelante, entre los más concienciados, propicia la autocrítica. “Algo estaremos haciendo mal”, opinan algunos de los actores, aunque siempre suelen ser “los otros”, esos hosteleros desaprensivos que practican el pim pam pum al peregrino, esto es, el abuso indiscriminado pensando que no habrá un mañana. Deseamos profundizar más en esta cuestión, porque hemos sufrido en carne propia algún que otro timo, pero la piratería, que no conoce tregua estacional, de ningún modo explica lo de junio y julio…
8. Otra explicación peregrina, que nos remite a la popular canción ochentera de The Refrescos, es que “Aquí no hay playa”, al menos de agua salada, y que el nuevo perfil de peregrino ya no busca ascesis, meditación, dureza, bosques o Románico, sino tan sólo unas vacaciones placenteras en las que el mar, y la playa, son un acicate para decantarse por los caminos Portugués, Norte o Inglés. Llegados a este punto, como si se tratara de una obra de Ionesco, ya no entendemos nada de nada…, ¡vaya, vaya!
9. Y entre los más sesudos, que sin duda han consultado estudios de geógrafos y economistas, se pone en el centro de la diana el rotundo fracaso de una promoción low cost, así en inglés para que suene más rotundo, esa nefasta forma de vender el Camino que además de propiciar una galopante bajada de calidad en alguno de sus servicios, pongamos como ejemplo los por lo general paupérrimos “menús del peregrino”, a la vez que una furibunda y suicida competencia a la baja en los precios, parece haber tenido una consecuencia inesperada, pues superada la crisis, el Camino se vacía en beneficio de destinos más exóticos a los cuales se tiene acceso, asimismo, merced a las compañías aéreas de bajo coste. Y es que las modas pasan…
10. Por último hay quien reparte responsabilidades y, como en Fuenteovejuna, las democratiza, y de este modo todos somos culpables, nadie se libra, porque “entre todos nos estamos cargando el Camino”, cada uno, como decía Sinatra, “a su manera”. De acuerdo con esta interpretación, la más pesimista, no estaríamos ante un hecho puntual, sino coyuntural, un toque de atención serio para este itinerario en particular y para los demás en el futuro, una crisis que ya no se limitará al estancamiento, sino que es el prolegómeno de un declive en toda regla.
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