Casa Pasarín en A Fonsagrada: un palacio para los peregrinos
Nos hemos desplazado hasta la puerta del Camino Primitivo en Galicia, la villa de A Fonsagrada, para conocer su nuevo albergue público. Si bien es conocido como Casa Pasarín, y algunos también lo citan como pazo de Penamaría, en ambos casos recordando a las familias propietarias del palacio hasta su compra por parte del Xacobeo, el albergue ha sido oficialmente dedicado a Ramón Rodríguez Mondelo, párroco que fue de A Fonsagrada y Negueira de Muñiz durante medio siglo. Se rinde así homenaje a quien, fallecido en febrero de 2017, dedicó ímprobos esfuerzos, en aquellos tiempos en los que las instituciones aún no creían en el Camino, para promover la ruta de Alfonso II. Además, don Ramón fue quien habilitó el primer albergue del municipio, localizado en la vieja rectoral de O Padrón, donde tantos peregrinos han pernoctado y al que ha sustituido el que ahora vamos a visitar.
Situada poco después de la Fonte Sagrada, que ha dado nombre a la población, y de la iglesia de Santa María (siglos XVI-XVIII), la Casa Pasarín se encuentra al pie del Camino, en el corazón del pequeño casco histórico de A Fonsagrada. Constituye uno de los edificios más notables del patrimonio local, datando del siglo XIX, época en que el concejo de A Fonsagrada, con 17.000 habitantes, tenía tanta población como la ciudad de Lugo. Es en aquel entonces cuando dos familias relevantes de la comarca, ambas originarias de la aldea de Mazaeda, unieron sus fuerzas para situar la capital del nuevo municipio liberal en A Fonsagrada, en detrimento de la histórica cabecera jurisdiccional de A Pobra do Burón. El cambio se consigue en 1835, y en esta razón hemos de entender la doble traza actual del Camino Primitivo.
Andado el tiempo Peñamarías y Pasarines, a escala local como los Reyes Católicos y su tanto monta, estrechan lazos con el matrimonio de la única y joven heredera del primer linaje, María Jesusa, con el médico republicano Armando Peñamaría Álvarez (1870-1955), personaje muy influyente en A Fonsagrada por haber presidido su Sindicato Agrario y, como miembro del Partido Republicano Progresista de la mano de Manuel Portela Valladares, haber sido nombrado Gobernador Civil, primero de Murcia, luego de Pontevedra, y sido elegido diputado por Lugo en las últimas cortes de la II República. En la casa que nos ocupa tuvo, durante muchos años, su consultorio.
La Guerra Civil truncó el futuro de la pareja, que por no tener descendencia dejó la propiedad de la casa a un sobrino abogado, que cambió la consulta por su despacho, y como moradoras permanentes a unas hermanas del doctor, preso en el castillo ferrolano de A Palma. Cuando ya eran ancianas, las personas encargadas de su cuidado, que nunca llegaron a conocer todas las dependencias de la casa, describían el lugar como un espacio entre misterioso y encantado, lleno de estancias y recovecos inexplorados, ese ambiente mágico de las decadentes casas grandes gallegas en la más pura tradición valleinclaniana.
El escudo, que ocupa una peineta de raigambre barroca sobre la puerta principal de acceso, no respeta los cánones heráldicos de la vetusta aristocracia. Entre sus motivos muestra un brazo sosteniendo un cáliz, motivo que, según la leyenda, tendría que ver con el hecho de que un miembro de la familia habría rescatado de un incendio, en una capilla fonsagradina, un cáliz con las especies consagradas.
Cuando aún gobernaba en Galicia el bipartito PSdG-BNG, por decisión del Xerente del Xacobeo, Ignacio Eguíbar, y del Director Xeral de Turismo, Rubén Lois, la casa fue adquirida por la Xunta en 2009. Hemos de recordar que en aquel período se habían realizado dos apuestas de envergadura en la compra de edificios históricos singulares con vistas a crear albergues de relumbrón: uno de ellos el de la Casa Grande de Lusío, enorme complejo en la variante de Samos, con el inconveniente de estar ligeramente apartado de la ruta y por ello menos utilizado de lo que debiera; el segundo, la Casa Pasarín, que desde entonces tuvo que esperar bastantes años para ser rehabilitada. La declaración del Camino Primitivo como Patrimonio Mundial por la Unesco en 2015 contribuyó decisivamente a “desatascar” la obra, pero también el deseo de quitar presión al Camino Francés con la política de promocionar otros itinerarios como el Primitivo, que en tan sólo diez años ha multiplicado por cuatro sus peregrinos.
El albergue de A Fonsagrada se ha sumado a la red pública gallega del Camino Primitivo junto con los de O Cádavo, Castroverde, Lugo, San Romao da Retorta y As Seixas. En la meritoria rehabilitación, muy respetuosa con la historia del edificio, se han invertido cerca de 700.000 euros. Además de haber sido rescatado un edificio de alto valor patrimonial, su apertura contribuirá a revitalizar el casco antiguo de la villa, relegado tras la apertura de la avenida de Galicia.
En sus 500 m2 útiles el albergue ofrece 42 plazas, distribuidas en cinco habitaciones de 2 a 16 camas. La cocina tiene nevera, placas, horno y microondas, pero según es norma en los albergues de la Xunta carece de menaje; a su lado existe un pequeño comedor. Para descansar, leer o conversar se disponen varias salas en la planta baja y alta, entre ellas la que ocupa la gran galería de madera, pintada de rojo. Uno de los espacios más acogedores es la lareira, que si bien mantiene el enlosado antiguo de la base ha sido provista de una moderna campana de metal. Se han conservado los suelos de madera de castaño, vigas antiguas de la cubierta y hasta las pinturas murales modernistas que decoran los zócalos de las habitaciones, todo un lujo.
Ana y Marta son las encargadas de atender a los peregrinos, que sin duda reciben una buena sorpresa al toparse con tamaño edificio e instalaciones. La necesidad era obvia, porque la entrada de Galicia no contaba hasta ahora con un albergue digno y capaz. Y su éxito ha sido rotundo, tanto es así que desde el 7 de agosto, día de la inauguración, y hasta el 15 de septiembre, ha estado prácticamente completo a diario. Por aquí han pasado ya desde una familia polaca con una niña de dos años y un bebé, ambos con su carrito casero adaptado para avanzar por las sendas de montaña, hasta un francés de 79 años al cual, pareciéndole poco venir desde Asturias a pie, tan sólo descansó unos minutos antes de proseguir su marcha hasta O Cádavo.
A buen seguro, en la memoria que a partir de ahora fraguarán los peregrinos, el albergue de A Fonsagrada está destinado a ocupar un lugar destacado tanto por la solera del edificio como por el trato que aquí, en esta puerta de Galicia, le dispensan las hospitaleras.
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