![Imagen promocional de la serie Buen Camino, de TVE Imagen promocional de la serie Buen Camino, de TVE](https://www.gronze.com/sites/default/files/styles/width_800/public/actualidad/serie-buen-camino.jpg?itok=WeD1yicc×tamp=1550086416)
TVE: Buen Camino, mala serie
Esperábamos con mucho interés el tan cacareado estreno, en TVE1 y con la colaboración de Labinia Audiovisual, de la serie Buen Camino, pero el parto de los montes ha sido un pobre ratoncillo que, en vez de aportar, puede incluso reforzar la idea de que la ruta jacobea no es otra cosa que un Parque Temático para alternativos. No todo es negativo, pero…, vayamos por partes.
En el lanzamiento se nos habla de un “docu-show”, presentado por Marta Márquez, en el que el protagonismo será de los peregrinos, pertenecientes a un variado espectro tipológico –hasta sesenta personajes-, y de sus historias, muchas de ellas “sorprendentes y emocionantes”, pero sobre todo “sinceras y auténticas”. Fluirán, por lo tanto, motivaciones, retos personales, anécdotas…, intentando profundizar en la idea del “viaje interior”.
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Asimismo, suponemos que para mostrar empatía y saber algo más de lo que se está cociendo, y aquí comienzan los problemas, la presentadora también se lanza al Camino, intercalando el relato de su experiencia entre Villafranca del Bierzo y Compostela, con la prolongación a Fisterra.
Como complemento o asesoramiento para futuros peregrinos, de vez en cuando se abre una guía práctica llena de “sabios consejos”.
En el plano visual, muchas concesiones a la modernidad y a la subcultura del selfie, con el recurso de videos tomados con móviles o go-pro (cámaras de acción deportiva) y, por supuesto, que no falten los drones.
Y como patrocinador comercial Correos, que hace unos años ha descubierto el gran filón del Camino para tapar sus agujeros contables transportando mochilas.
En un principio pinta todo bastante bien, parece realmente un plan correcto para un “Buen Camino”. Nos sentamos ante la pantalla y analizamos:
Y comenzamos con el título, desde luego manido, de “Buen Camino”, que si ya es el nombre de una editorial navarra, de una app, de sendos albergues en Palas de Rei y Fisterra o de una posada zamorana de la Vía de la Plata, también ha servido de gancho al oportunista coach Josepe García Miguel para vendernos su manual de autoayuda. Desde luego, podían haber sido más originales.
Procede también comentar el horario, lo cual ya es un indicativo sobre el respeto e interés que merece el Camino de Santiago a los directivos de Televisión Española. El primer programa dio comienzo a las 0,30 h, hasta la 1,30 de la madrugada de un viernes, y la audiencia media de TVE1 en esta franja, batida holgadamente por TV5 con sus “Supervivientes” –así va el país- y Antena 3, está en el 7%. Así pues, un programa para minorías, y gracias que no lo han metido en la 2.
Aunque se trata de ofrecer una visión global de la peregrinación a lo largo del Camino Francés, al menos desde el comienzo de sus ramales en España, con referencias a la existencia de otras vías, la presentadora y principal protagonista sólo hace el Camino entre Villafranca del Bierzo y Fisterra, reforzando así la idea imperante, que nada tiene que ver con la historia y la tradición internacional de la ruta, de una experiencia fugaz de corto recorrido, con el consabido premio de la Compostela. Ha habido otras series sobre el Camino, españolas y extranjeras, y nunca se había optado por un formato tan reducido, y no parece que se deba a problemas económicos de producción, sino a una concepción “ligera” de la postmodernidad, mediatizada por la promoción turística oficial y la paquetización de producto realizado por las agencias.
Marta Márquez es el prototipo de presentadora urbanita, segura de sí misma por principios –para el caso sin saberse a ciencia cierta por qué-, desenfadada y con un toque ingenuo más apropiado para una serie juvenil de Clan, que abre sus ojos asombrada, como la Virgen de O Cebreiro, cuando un peregrino alemán le dice que lleva andados 800 km desde Sevilla: ¡qué barbaridad!, ¿cómo puede ser posible que haya locos así sueltos por el mundo? Su atuendo y equipaje, con la mini mochila como mero pose escénico y el permanente recurso a la horterada del video selfie, amén de aparecer siempre maquillada e impecable, como James Bond tras una pelea con los malos, son la viva imagen del excursionista pijo de puente que, incluso, ¡se pierde en el Camino Francés! En todo momento su actuación resulta impostada, poco natural, nada que ver con la campechanía e implicación de un Labordeta, pongamos por caso, desde su España en la mochila.
En cuanto al formato de narrar la experiencia del Camino a base de historias particulares, nada nuevo bajo el sol, ha sido la fórmula del éxito de varios documentales internacionales, y entre ellos el más premiado Walking the Camino: Six ways to Santiago, una producción respetuosa con total conocimiento e implicación por parte de su directora, la estadounidense Lydia B. Smith, por supuesto peregrina. Pero en aquel caso había seis protagonistas, no 60, que respondían a arquetipos humanos y peregrinos, y sus historias eran tratadas en profundidad, de principio a fin, y no a “ojo de dron”.
Revisando la exigua ficha técnica, una cosa que nos sorprende es la ausencia de documentalistas o asesores, algo que se nota y mucho, sobre todo cuando interrumpen el relato para colocar una guía práctica en la que se han hecho o dicho cosas como obviar el Camino Inglés entre los que llegan a Santiago (llegaron a citar ¡60 Caminos!, deben de tener un pacto diabólico con este número), señalar que “todos” los albergues “están atendidos por voluntarios”, que el sonido de las gaitas anuncia la llegada a Compostela o que el Camino Francés es una línea recta de oriente a occidente.
Tampoco, aunque para esto ya estábamos preparados, se presentan análisis o críticas sobre la situación actual del Camino Francés, acaso porque se ha rodado fuera de la temporada alta. Es por ello que, entre tanta vivencia maravillosa y florida, por momentos tenemos la sensación de estar viendo un spot publicitario camuflado.
Lo mejor del primer capítulo, y a buen seguro será lo que salve la serie, son los peregrinos y sus reflexiones, sobre todo por parte de los que vienen de lejos o tienen experiencia de varias rutas. Los Juanes argentinos, parientes del Papa Francisco y ejemplo de emotividad desbordada, expresan que el Camino “los hace fuertes” y “solo se puede entender cuando lo vives desde dentro”. Una joven sevillana indica lo importante que resulta “aprender a estar sola” y “conocer a gente guay”, pero también que el Camino nos invita a “vivir la vida intensamente durante una semana”. Montse, reincidente de Algeciras, considera que el Camino es “como un parto”, se sufre por alcanzar el Obradoiro pero luego obtienes un gran premio y te olvidas de todo; su marido añade que “es un mundo aparte”, ideal para la “introspección”. La brasileira Eliza, adicta del coelhismo y feliz en la Casa de los Dioses mientras suena el sitar, reitera la metáfora del Camino y la vida, aunque aquí “todo es más intenso y profundo”, tanto que “un día en el Camino parecen 100”. Una mejicana creyente señala que siente a Dios consigo, pero también que realiza un “viaje mágico que te cambia”. En cuanto a nuestro amigo Manuel Rossi, peregrino impenitente y alma mater del Camino de Uclés, siento decirlo tan rotundamente, pero nos lo han transformado ya no en un “loco del Camino”, que lo es y a mucha honra, sino, con excesiva caricaturización, en un friki.
En el buen plato de la balanza hemos de comentar que, al menos, se han acordado de Elías Valiña y entrevistado a su sobrino y colaborador José Manuel, que sentencia: “Está viviendo mucha gente de esta historia gracias a él” (que no se olvide). También han logrado captar ciertos espacios de intensidad y felicidad para los peregrinos, tales las cenas comunitarias en los albergues o la emoción de la llegada, con los consabidos lloros y abrazos en el Obradoiro y el “¡ha sido increíble!” como expresión más repetida.
En suma, un documental poco trabajado, bastante superficial, pero que se salva gracias a los peregrinos. Continuamos a la espera.
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