Decepción en la «Comisión de Coordinación del Camino de Santiago» francés a su paso por Aragón

Como cada año asistimos a una cita recurrente, la del Camino Francés por Aragón, inundado no por el recrecimiento del embalse de Yesa, sino por un mar de lágrimas.

Al modo de una terapia colectiva, emulando a las plañideras que acudían a los entierros de antaño, los responsables de reactivar, si es que este verbo es oportuno, la peregrinación por esta ruta, se reúnen periódicamente para lamentarse de lo mal que está todo, llorar desconsolada pero teatralmente, fustigarse con látigos de seda y, porque efectivamente pueden hacerlo, prometer el oro y el moro para un futuro venidero. Este año el acto penitencial fue realizado bajo el lema: «Navarra recibe en una semana más peregrinos que Aragón en todo el año». Se les olvidó indicar, peccata minuta, que por Navarra también pasa el Camino mal llamado Aragonés, que se une al exitoso en Obanos o Puente la Reina.

villanua2.jpg

Variante en la entrada de Villanúa, en la bajada del Somport
Variante en la entrada de Villanúa, en la bajada del Somport

Así ha sido durante mucho tiempo (Camino Aragonés ¿Quo Vadis? | Gronze.com), y por haber sido así nos cuesta creer que de una vez por todas se tomen en serio su itinerario, que es el único que permanece estancado y, en cierto modo, abandonado a su suerte, acaso porque antes del cambio climático la nieve lo ocupaba todo.

In illo tempore la ruta de Somport, perfectamente documentada y anterior a la de Roncesvalles, tuvo su momento de gloria en los tiempos del renacimiento jacobeo, años 80 y 90 (recuérdese el mítico Congreso de Jaca de 1987), y parecía que podría competir en un plano de igualdad con el camino que pasa por Pamplona. Pero pronto llegaron las decisiones que todos conocemos, el affaire de Yesa como una espada de Damocles, el definitivo olvido de la variante norte arramplada por la autovía del Pirineo, una deficiente señalización plasmada en postes de madera descoloridos y podridos, la mortecina oferta de alojamiento, la falta de fuentes y sombra, la dejadez en reparar tramos cortados por riadas como los de Canfranc (provisionalmente resuelto por una asociación jacobea) y Castiello de Jaca, y, en suma, cundió un pesimismo generalizado.

Pero los males del Camino Francés por Aragón no son fruto del desconocimiento, ni de la ausencia de encanto o recursos: ahí está el grandioso puerto de Somport, al que se podría acceder en dos jornadas, como ocurre con Roncesvalles, remontando el Valle de Aspe desde Oloron-Sainte-Marie, llamada a ser un segundo Saint-Jean-Pied-de-Port. La hospitalidad de Sarrance al estilo de los viejos tiempos. Noticias frescas como la eliminación del tapón del Portalet a través de unas pasarelas de cine, la apertura de un centro de información en la antigua estación ferroviaria de Canfranc y del albergue Elías Valiña, por la FICS, en Canfranc Pueblo. El compromiso del Ayuntamiento de Jaca con su albergue, modélico entre los municipales. La presencia de San Juan de la Peña en una variante, por cierto pésimamente balizada, sumamente dura y sin un albergue intermedio en el monasterio nuevo (¿ideas, para qué?). La acogida tradicional de Arrés, impagable. La sorpresa de un pueblo en ruinas que, sin embargo, sigue vivo en gran medida gracias al Camino y a los anarquistas (Ruesta). La grandeza natural de la Canal de Berdún, escenario sublime para contemplar la puesta de sol. Meritorios también los albergues, públicos y privados, de Santa Cilia, Artieda, Undués de Lerda, Monreal, Sangüesa, Tiebas… Esa alternativa natural de la Foz de Lumbier, problemática por la falta de asistencia peregrina y el freno a la acogida en Aldunate (más ideas). La gran noticia de una nueva apertura en Enériz, ¡qué valientes!, este mismo año (Albergue Mesón del Camino), que compensa la debacle de Obanos. Y la monumentalidad de Javier, Sangüesa o, ya casi abducida por el Camino Francés que viene de Pamplona, de Eunate.

Ahora se dice que, con el asesoramiento de los responsables gallegos (¿quiénes serán los que ofrecen remedios chinos infalibles, que diría Manu Chao?) y la designación de un comisario del Camino, se va a poner toda la carne en el asador, y como gran prueba de contrición se va a construir un albergue público autonómico, heredero del de Santa Cristina de Somport, en la cumbre de este mítico puerto. También se anuncia que se renovará por completo la señalización y se solventarán los tramos cortados en el Valle del Aragón. Pues bien, falta hacía, y para estos remedios no se necesitaba una comisión de sabios asesores ni muchas discusiones, solo sentido común y, desde luego, un poquito de espíritu peregrino, que es lo que ha faltado a raudales.

Es posible que, más vale tarde que nunca, el Camino Francés por Aragón recupere su merecido protagonismo. Sin embargo, ojo, lo hemos recorrido el año pasado y la ruta seguía siendo, para goce de los peregrinos aventureros y amantes de la soledad, un absoluto remanso de paz. ¡Ni siquiera la Vía de la Plata!

Por lo tanto, que no caigan aragoneses —entendemos que con la debida colaboración de los navarros, que hasta ahora también han pasado olímpicamente de su tramo— en la receta, quizá apuntada por los susodichos «asesores gallegos», de que la única virtud es la numérica. La calidad, y no nos referimos a la visa bien cargada, es la única solución a medio plazo. Calidad, entendámonos, de los propios PEREGRINOS.

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador