Inicio del Camino de Santiago Francés: ¿Saint-Jean-Pied-de-Port o Roncesvalles?
Si bien la peregrinación de largo recorrido se está convirtiendo, año tras año, en un fenómeno porcentualmente minoritario, en el presente aún somos muchos los que comenzamos nuestro Camino en el Pirineo. Es evidente que principiar la ruta en lo alto de una montaña, o en el valle que la precede, carece de sentido histórico y no responde a ninguna tradición, sino únicamente a una convención establecida a lo largo del siglo XX.
La revolución de los transportes, que unida a otras circunstancias históricas estuvo a punto de acabar con el peregrino de a pie, ya que para alcanzar la meta había otros medios más rápidos y cómodos, a su vez ha sido una aliada desde el momento en que se establece la idea de un “Camino completo” o canónico, limitado al territorio español, cuya puerta fue fijada en el límite fronterizo con Francia.
Cuando esta forma de entender la ruta jacobea fue asumida en los años 80, con Valiña y sus colaboradores pintando las flechas amarillas de Roncesvalles a Compostela, los más puristas reiteraron la manida frase de que “el Camino comienza en la puerta de tu casa”, una idea que, sin embargo, pasaba a ser un sinsentido. Y lo era porque, a diferencia de otros períodos históricos, en la sociedad contemporánea ya no había muchas personas con tiempo libre suficiente para, a no ser que vivieran en proximidad del santuario, completar a pie una vía que, de imitar a los que nos precedieron, también habrían de hacer a pie para regresar. Por otra parte el sentido patrimonial de un Camino histórico, y su renovada infraestructura de acogida, eran por sí mismos un valor y un atractivo.
A medida que el Camino se populariza internacionalmente, carece de lógica sugerir a un ciudadano polaco, estadounidense o coreano que no recurra al avión para acercarse al itinerario histórico. Y decimos “al Camino”, y no a Santiago, porque resulta evidente que la meta ha pasado a ocupar un plano secundario respecto a la propia ruta; de otro modo, el peregrinaje a pie no sería más que un recuerdo.
Pues bien, una vez decidido que queremos hacer un Camino Francés de largo recorrido, si consultamos las guías sabremos que hay varios puntos emblemáticos para iniciarlo: Somport/Jaca, en el Pirineo aragonés, por diversas razones menos popular, y Roncesvalles/Saint-Jean-Pied-de-Port, en el Pirineo navarro, que hasta ahora son los principales referentes. De elegir Navarra, ahora toca dilucidar si partimos de Roncesvalles, en vasco Orreaga, emplazada casi en la cumbre de la montaña, o en la villa francesa de Saint-Jean-Pied-de-Port, en vasco Donibane Garazi.
Antes de entrar a analizar pros y contras de cada lugar, queremos recordar brevemente que las estadísticas de la catedral de Santiago, siempre aproximativas, indican que en 2017 el 11% de los peregrinos, 33.177 personas, ha elegido Saint-Jean-Pied-de-Port como punto de partida, que no obstante sigue siendo, tras Sarria, el segundo más frecuentado. Por su parte de Roncesvalles, que a principios de los años 90 aún era el primer punto de inicio y ahora el undécimo, tan sólo ha salido el 2%, 6.102 peregrinos.
Si cotejamos las anteriores cifras con los datos de la oficina de peregrinos de Saint-Jean-Pied-de-Port, de los Amigos del Camino y ajena a interferencias políticas, se constata que estamos asistiendo a un estancamiento en el paso de peregrinos, con un ligero descenso del 0,15%, en los primeros siete meses de 2018. La paradoja es que mientras sigue creciendo el número de peregrinos del Camino Francés, sostenido por el aporte Sarria-Santiago, se estanca o baja el del largo recorrido.
Argumentos a favor de Saint-Jean-Pied-de-Port
1. Cruzar los pirineos a pie es una de las experiencias más satisfactorias y emocionantes que puede realizar un peregrino. Además de sentirnos a la vez herederos y protagonistas de una gran tradición, disfrutaremos de magníficas panorámicas, y en la dureza nos agruparemos con otros compañeros y haremos las primeras amistades de la ruta. Además, aunque sólo sea por un día, experimentaremos la genuina dimensión internacional de la peregrinación jacobea, nada que ver con el vergonzoso invento que reduce la experiencia a un confortable paseo desde Sarria.
2. La en Francia conocida como Ruta Napoleón, que va por los puertos de Bentartea (1.344 m) y Lepoeder (1.430 m), se ha convertido en un trayecto mítico, repleto de humildes pero entrañables iconos como el enclave de Orisson, la Virgen de Biakorri, la Cruz Thibault, el marco de entrada a Navarra y España (a 765 km de Compostela) o el impresionante hayedo por el que se desciende a Roncesvalles. Y todo ello caminando entre ovejas, vacas y caballos que pacen en los pastos de altura.
3. Por su parte, la histórica localidad viaria de Saint-Jean-Pied-de-Port, cabecera que fue de la merindad navarra de Ultrapuertos, es una de las más bellas del Camino, y dispone de todo tipo de servicios para el peregrino, así una docena de albergues para todos los gustos y bolsillos. En el pueblo se respira en plenitud el ambiente de la peregrinación.
4. Acceder a Saint-Jean-Pied-de-Port resulta hoy en día fácil, ya que en temporada existe un servicio de autobús directo desde Pamplona que funciona hasta finales de octubre. Desde el País Vasco también es factible llegar a la localidad, vía Hendaye y Bayonne, en tren o autobús.
5. Por último, la dureza de la primera etapa puede constituir una gran lección, en muchos sentidos, para el peregrino novel.
Argumentos a favor de Roncesvalles
1. El primero, y más citado, no es baladí: atravesar los Pirineos en la primera jornada de peregrinación puede resultar una prueba agotadora para quien no esté habituado a este tipo de caminatas por la montaña.
2. En la misma línea, y si bien una buena parte del trayecto, hasta la Cruz Thibault (15 de 24 km), discurre por una carreterilla asfaltada, dependiendo del tiempo el paso puede resultar peligroso, ya que es frecuente que desde el mar entren nubes bajas o niebla, y que la visibilidad sea mínima. El miedo puede apoderarse de nosotros si consideramos que ya han fallecido varios peregrinos, de diferentes nacionalidades, en esta etapa.
3. Por otra parte, la ruta alta no se puede recorrer entre el 1 de noviembre y el 31 de marzo (fechas fijas un tanto absurdas, pues deberían estar referidas a previsiones meteorológicas diarias). Lejos de constituir un consuelo la variante de Valcarlos, que discurre por el valle hasta el alto de Ibañeta, y en todo momento próxima a la N-135, suele frustrar las expectativas de los peregrinos.
4. Evidentemente, llegar a Roncesvalles desde la mayor parte de España es más fácil que hacerlo a Saint-Jean-Pied-de-Port, y además se ahorra una etapa, con predominio del descenso en la primera jornada.
5. Por último, sobre todo entre los que no estén habituados a viajar, aún puede haber quien pueda pensar que manejarse en otro país es complicado, por cuestiones lingüísticas o de costumbres, y que prefiera la seguridad de “sentirse en casa”.
Nosotros, de acuerdo con la inmensa mayoría de los prescriptores y peregrinos, no albergamos dudas: Saint-Jean-Pied-de-Port, salvo en el crudo invierno, debe ser la elección. Incluso, si tenemos tiempo, deberíamos hacer alguna etapa más Francia, lo cual nos servirá de entrenamiento; acaso desde Saint-Palais, punto de unión de tres de las grandes vías históricas francesas (Tours, Vézelay y Le Puy), o, mejor aún, desde Lourdes.
¿Perderse el paso del Pirineo?: ¡un pecado del que te arrepentirás!
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