Camino Portugués de Lisboa a Coimbra: Observaciones de un peregrino
Camino de 2020, Camino Covid, Camino solitario y extraño. En el plano meramente pandémico, poco se puede añadir a lo que ya ha escrito Carles sobre el Camino Norte, con la ventaja de que Portugal se encuentra en una situación sanitaria mejor que la española, y pese a ello, salvo la no obligatoriedad de usar mascarilla en espacios abiertos, aunque sean urbanos, aquí las medidas referidas al turismo han sido más contundentes que al otro lado de la raia, sin ir más lejos en la ocupación de tan sólo el 50% en los albergues.
Pocos peregrinos, muy pocos, en torno al 10% del año anterior. Nos contaba hace tres días Carlos, propietario de la Albergaría Pinheiro's, en Alvaiázere, que este verano está recibiendo una media de tres peregrinos al día frente a los 30 del año pasado, justo en el porcentaje expuesto. Son más o menos los que nos cruzamos cada día, un panorama que al meditabundo solitario poco amigo de la charla puede resultarle hasta placentero, pero para los negocios de la ruta resulta desolador.
Otros albergues, como también sucede en España, y la situación se agravará cuando avance el otoño, están pensando en cerrar definitivamente. Es el caso del Hostel 2030 de Tomar, alojamiento modélico con un emplazamiento inmejorable en el corazón del casco antiguo. Su propietaria indica que cuando se tiene que pagar un alquiler, y no bajo, y además al personal, la caída de usuarios, incluidos los turistas, resulta inviable continuar, las cuentas no salen y no hay más salidas posibles.
Los albergues públicos o que trabajan con voluntarios, permanecen en su mayoría cerrados: Alpriate (ni contestan al teléfono ni han puesto un aviso en la puerta, así que o llamas un taxi o caminas 7 km más hasta Verdelha), Azambuja,... Algunos peregrinos, sobre todo franceses y alemanes, nos comentaban que esta circunstancia trastocaba su plan de viaje, y que no encontraban otra solución que desplazarse en tren al norte, donde la oferta es mayor y, suponen, por allí podrán realizar un camino más «asequible».
Ciertamente, el Covid está propiciando por una parte una experiencia diversa, más propia de un peregrinaje de invierno o, incluso, de hace décadas, como el Camino Francés antes del primer Xacobeo (1993). Se torna casi obligatorio planificar, reservar, y si uno va solo pagará un sobrecoste, pues los alojamientos alternativos, tipo pensiones o apartamentos dentro de la clasificación AL (Alojamento Local), resultan bastante económicos cuando uno se aloja en habitación doble (25-40 €, la mayor parte de las veces con el desayuno incluido), pero no tanto para el uso individual (20-35 € de media).
El peregrinaje, por lo tanto, se está encareciendo, y esto puede acarrear dos consecuencias: la primera, obvia, que circulen menos usuarios, y la segunda, que los que a pesar de todo vengan, permanezcan menos tiempo.
Cambios para mejor
Habíamos completado por última vez el Camino Portugués hace cinco años. Entonces ya nos había quedado claro que este itinerario, desde Lisboa, podía segmentarse en cuatro partes bien diferenciadas: 1. de Lisboa a Coimbra, un camino poco pisado, con etapas largas por la realidad impuesta por la oferta para pernoctar, con un inicio bastante hostil, salvo excepciones, y etapas más amables a partir de Azambuja, con bastantes deficiencias en la señalización y demasiadas carreteras; 2. De Coimbra a Porto, realmente complicada por la presión urbanizadora, y el exceso de áreas habitadas, parques empresariales, eucaliptos por doquier y, sobre todo, de asfalto, resultado poco amable para quien esté acostumbrado a los itinerarios jacobeos de España o Francia; 3. De Porto a Tui, un sector sin duda homologable a las rutas de Galicia, bien balizado, con suficiente oferta de alojamiento, paisajes agradables salvo en la salida de la metrópoli del Douro; y 4. Galicia, un camino como tantos otros de la comunidad, por momentos masificado, con mucha oferta de albergues públicos y privados, jugando la baza de ser un segundo Camino Francés a todos los efectos.
Pues bien, en el primer sector hemos constatado algunos cambios para bien. La apertura, en su día, del albergue de Alpriate, había sido una gran noticia para poder hacer una primera etapa relativamente cómoda desde Lisboa, y sin tener que recurrir al transporte público para llegar al Parque das Nações haciendo trampa. Ahora se han habilitado tramos, en la línea de las célebres pasarelas del Camino de la Costa, que a fuer de sacrificar la historicidad, al menos evitan el peligro del tráfico y las degradadas áreas industriales (por ejemplo tras Alverca do Ribatejo). La renovación de las estaciones de la Linha do Tejo también ha favorecido, de rebote, la traza del Camino, así en la etapa entre Vila Franca de Xira y Azambuja.
Se han por fin corregido definitivamente algunos excesos, como el de aquel presidente de la Câmara Municipal de Golegã que, fiel al lema de que los vecinos son lo prioritario, y a los peregrinos que les parta un rayo, había marcado la ruta dando un gran rodeo por Pombalinho.
También ha mejorado mucho la traza, recuperando antiguos caminos empedrados entre muretes de piedra y pistas forestales, entre Venda do Negro y Ansião.
¿Y qué decir de la señalización? Pues que actualmente, tras las dos campañas públicas sucesivas desarrolladas a tal efecto, salvo en lugares muy puntuales, los postes jacobeos, acompañados de placas de cerámica, marcos municipales (Coimbra), pinturas realizadas con molde (zona de Vila Franca de Xira) y, por supuesto, las tradicionales flechas amarillas, algunas aún de la pintada realizada por la AGACS en 2006, aparecen en todos los cruces.
Ayuda asimismo, y mucho, la potenciación del peregrinaje a Fátima por caminos alternativos a las carreteras, evitando así accidentes. Por cierto, los diversos itinerarios a Fátima están mejor señalizados que los de Santiago, lo que se percibe rotundamente cuando ya hemos superado la altura de Fátima.
Donde no ha habido grandes novedades es en la apertura de albergues, porque ahora el mercado se concentra en la rehabilitación de antiguos edificios para convertirlos en apartamentos cucos, por supuesto a un precio más para turistas que para peregrinos.
Mucho por hacer
Desde luego, pese a lo que pueda parecer por lo que acabamos de escribir, este tramo del Camino Portugués aún está bastante lejos de poder compararse con lo que veremos a partir de Porto, o lo que conocemos en otros itinerarios compostelanos de la península ibérica.
Si la señalización es en general correcta, sorprende mucho que la salida de Lisboa siga siendo un desastre, al menos hasta llegar a Sacavém. Si no tienes una guía detallada estarás perdido.
Otra realidad que nos ha llamado la atención en el plano negativo es la cantidad de basura que existe al borde de la ruta, tanto la que tiran los automovilistas (botellas de plástico, restos de comida, ahora mascarillas) como los escombros ilegales de obras, e incluso de muebles viejos y electrodomésticos inservibles. La imagen no puede ser más penosa.
Chocante, sobre todo en verano y con altas temperaturas, puede resultar que nos encontremos con largos tramos sin una fuente, un modesto banco (ya ni pedimos mesa), una sombra. Gana el premio a la desolación, polvo, sudor y tal vez lágrimas, la ruta de Porto de Muge a Santarém, míticos 16 km sin un «Oasis» con bebidas frescas y demás como el que hace años se instala entre Carrión de los Condes y Calzadilla de la Cueza.
Pero sin duda lo que más duele a un peregrino, después de tantos años, cuando ya se ha creado una Comisión Nacional para velar por los itinerarios jacobeos de portugal, cuando ya se considera que dichas rutas tienen un valor estratégico en el plano turístico y económico, y cuando incluso se piensa en presentar a la Unesco su candidatura a Patrimonio Mundial, es que el Camino siga circulando por carreteras muy peligrosas en las que los vehículos, también pesados, pasan a gran velocidad a nuestro lado, resultando los arcenes mínimos. Los tramos negros se suceden: bajada a la Povoa de Sta. Iria, de Carregado a Vila Nova da Rainha, de Azinhaga a Golegã, paso por Guerreira hacia Tomar, la entrada a Coimbra, etc.
Otro riesgo es el de la degradación del paisaje, resultando muy doloroso, en aras del aprovechamiento silvícola del eucalipto, que se modifiquen para siempre tramos tan hermosos como el de la llegada a Conimbriga, antes tapizado por un bosque mediterráneo de excelencia, y ahora camino de convertirse en un «bosque australiano».
Por último, se nos antoja lamentable que mientras por un lado se hace, por otro se deshace, y esto atañe a ciertos municipios que, cortos de vista, no respetan los caminos de peregrinación y proceden a asfaltarlos. Una muestra: el reciente asfaltado de la bajada desde Alvorge a la nacional, muy triste.
Por lo tanto, y por lo que respecta a este primer sector, luces y sombras, las de un Camino Portugués que sigue siendo amable y hospitalario, pero que dista bastante de la homologación peregrina con las rutas mayores a Compostela.
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